SABADO 10 DE JUNIO DE 2000

La televisión y las elecciones

 

* Miguel Concha *

HEMOS SIDO TESTIGOS en las últimas semanas de la forma en que los medios se han convertido en actores influyentes del proceso electoral. Si tratamos de recordar momentos importantes, vienen a nuestra mente los debates celebrados el 25 de abril y el 26 de mayo, así como la reunión que sostuvieron el 23 del mismo mes los candidatos de los partidos y alianzas con mayor presencia. Si bien ya se ha escrito al respecto, la manera en que Cárdenas, Fox y Labastida negociaron ante los medios los términos del último debate, mostró la personalidad de cada quien y nos permitió prever la forma en que cada uno tomaría decisiones en la Presidencia, su estilo particular de gobernar. Esto es un avance para nuestro sistema político.

Sin embargo, más allá de que los medios informaron sobre este suceso, a partir de sus ópticas e intereses particulares, atribuyendo a alguno de los candidatos el triunfo, o negándoselo a los tres, conviene revisarlo, porque expresa con claridad el nuevo papel que han asumido las dos principales televisoras de nuestro país, así como la Cámara Nacional de la Industria de la Radio y la Televisión.

Con sus inclinaciones hacia uno u otro candidato, y con sus deferencias a propósito de la organización de los debates y del desarrollo del proceso electoral, cada uno de estos actores se ha convertido en protagonista, casi al mismo nivel que los partidos políticos y sus candidatos.

Existe un segundo aspecto en el cual la televisión desempeña un papel decisivo en los procesos electorales: se ha transformado en el medio privilegiado de propaganda política. Según un estudio presentado esta semana por la Academia Mexicana de los Derechos Humanos, se estimó que entre el 8 y el 26 de mayo de este año los partidos políticos gastaron alrededor de nueve millones y medio de pesos en anuncios en los canales de Televisa, Tv Azteca, Canal 11 y Canal 40. De esta cantidad, en números redondos, el PRI gastó cinco millones 223 mil pesos; la Alianza por el Cambio casi dos millones de pesos, mientras que la Alianza por México desembolsó un millón 861 mil pesos. El resto de los partidos (Democracia Social, el PCD y el PARM) no superaron los 475 mil pesos invertidos. Estas cifras indican que el PRI está gastando en spots cuando menos el doble de dinero que las dos alianzas opositoras. Estas cifras reflejan que el partido oficial está invirtiendo grandes cantidades de recursos para impulsar la campaña de Francisco Labastida.

También la AMDH revisó los anuncios de otros actores políticos en estos tiempos electorales: los gobiernos federal y del Distrito Federal, así como las autoridades electorales (Instituto Federal Electoral y el Instituto Electoral del Distrito Federal). El propósito central de incluir a las instancias gubernamentales en el monitoreo, está en el hecho de que en tiempos electorales cualquier acción gubernamental adquiere una connotación proselitista (se busca conservar las posiciones ganadas mediante la exposición de las virtudes de la gestión realizada).

En este sentido se encontró que, entre el 8 y 26 de mayo, el gobierno federal gastó casi cinco millones de pesos, frente a dos millones de pesos que costó la campaña del gobierno del Distrito Federal. Por su parte, el IFE sólo habría gastado alrededor de un millón y medio de pesos. Finalmente el IEDF erogó tan sólo unos 328 mil pesos.

La principal preocupación que se deriva de estas cifras, es que los actores políticos gastan enormes cantidades de recursos públicos en promocionarse en las empresas televisivas privadas. Al final de cuentas los concesionarios de televisión están recibiendo impresionantes sumas de dinero, que están reforzando su posición relevante en el actual sistema político-electoral mexicano (hipótesis que puede confirmarse la noche del dos de julio, cuando pudieran llegar a anunciar la victoria de uno de los candidatos presidenciales, aun al margen del propio IFE).

Tenemos que discutir si este es el tipo de modelo de televisión que puede alentar y facilitar la larga transición a la democracia en México, la cual paradójicamente los propios actores políticos están reforzando con sus acciones. *