SABADO 10 DE JUNIO DE 2000

Reencuentro por Chiapas

 

* Luis González Souza *

SIN DUDA MÉXICO DEBE reencontrarse consigo mismo. Debe volver a conocerse a sí mismo y revalorarse con toda su diversidad: étnica, cultural, regional. De otro modo, la polarización y las fracturas de todo tipo continuarán pulverizando nuestra mismísima viabilidad como nación.

Sin embargo, creemos que ese reencuentro, además de honesto y autocrítico, debe ser genuino; ya no alimentado por la retórica, hoy sobre todo electoral. Por la vía de la retórica, lo único que avanza son los desencuentros. Desencuentros ya con perfiles canibalescos entre candidatos y partidos, y ya con aires de abismo mortal entre el mundo de la política y la sociedad.

ƑPor dónde empezar? Tal vez por lo central, así en problemáticas como en sujetos y, desde luego, en verdades. Si ello es así, entonces el primer reencuentro que necesitamos es el de todas las franjas de la sociedad que han logrado entender la importancia, para todo el futuro de México, de una paz justa en Chiapas. Y, antes que nada, un reencuentro con la verdad, por dolorosa o elemental que resulte.

De entrada deberíamos reconocer que más de quinientos años de desprecio a los pueblos indios de México, lógicamente desembocó en la insurrección del EZLN, el 1 de enero de 1994. Todos lamentamos, y en una u otra medida somos responsables, de que la desesperación haya alcanzado nuevamente, como en 1910, el nivel de las rebeliones armadas.

Pero, inevitable o no, la insurrección zapatista ha servido para estremecer la memoria y la conciencia de todo el país, e incluso de buena parte de la humanidad. También ha servido para reimpulsar la transición de México a la democracia, cuyo carril electoral se encontraba bastante taponado hacia 1993. Y sin duda ha servido para el renacimiento de la esperanza de muchos, lo mismo que para el acercamiento de los más variados estratos de la sociedad y para la expansión de la dignidad plasmada en el šya basta!

Por si fuera poco, el EZLN pronto mostró su vocación por la paz y la humildad. Lejos de asumirse como la vanguardia del cambio, invitó al resto de la sociedad a que tomara en sus manos las tareas derivadas del sacudimiento zapatista. Inclusive la invitó a empujar un cambio que volviese innecesaria la existencia del propio EZLN.

Sin embargo, debemos reconocer que hemos fallado. Salvo valiosas excepciones, el grueso de la sociedad no hemos hecho nuestra tarea. No hemos relevado al EZLN en su lucha suicida por reconstruir a México con una ética de igualdad, de inclusión, de respeto a la diferencia y, en suma, de una democracia profunda, multicultural. Ni siquiera hemos logrado las condiciones necesarias para que el EZLN pueda transformarse en una fuerza política sin necesidad de armas ni pasamontañas. En cambio hemos permitido que el tema Chiapas desaparezca de los medios, conforme al capricho del bloque guerrerista.

A tal grado hemos recaído en la apatía y el olvido, que ahora Chiapas vuelve a rodearse de discriminación y muerte. Incluso, el golpe final contra el EZLN ya está a la vista. El engendro policiaco-militar de la PFP, mismo que reprimió a los estudiantes de la UNAM, ya se encuentra en Chiapas. La excrecencia abiertamente paramilitar sigue creciendo, lo mismo en bandas que en pretextos para repetir masacres como la de Acteal. El Ejército, al igual que muchos medios de desinformación, ya completaron sus respectivos cercos contra el zapatismo. Otro tanto ocurre con la faceta circense, distractora, de la fiebre electoral.

Todo ello, sin importar ųo haciendo olvidarų que una guerra abierta contra las indígenas de Chiapas, más temprano que tarde incendiará a todo México. Y sin importar que una democracia, aun sólo electoral, es imposible para cualquier país en llamas.

Urge, pues, el reencuentro de la sociedad mayoritaria de México, la que anhela tanta paz como tanta democracia para impedir el exterminio de los indígenas zapatistas, como se logró en enero de 1994. Para bien de todos, inclusive para beneficio de unas elecciones trascendentes, ese reencuentro ya inició ayer en el Zócalo, y termina hoy sábado.

Lo menos que podemos hacer, es volver a juntarnos para impedir el golpe final contra la esperanza y el futuro de México. *