DOMINGO 11 DE JUNIO DE 2000
Los gatos escaldados y el viejo démodé
* Guillermo Almeyra *
MUCHOS, QUE ANTAÑO JURABAN POR EL marxismo aunque no lo conocían salvo en su versión martaharneckeriana o de los manuales soviéticos, después de 1989 perdieron sus ilusiones ųy algunos, sus viajes y privilegios de "amigos de la URSS"ų con el derrumbe del "socialismo real" que, para ellos, era el socialismo (y no la negación burocrática y totalitario-estatalista del mismo). En la academia cambió el lenguaje y cambiaron los maîtres à penser; así imperaron los liberales, los Giddens y Dahrendorf, los sociólogos estructuralistas y funcionalistas made in USA, los neoliberales y los economistas neoclásicos. Esa papilla indigesta alimenta ahora las pobres mentes de los estudiantes y asegura buenas carreras a muchos profesores modernos y posmodernos.
Los gatos escaldados con el estalinismo huyen ahora del agua fría de modo que Marx y los marxistas de comienzos de siglo fueron arrojados al desván, y su vocabulario, preciso y claro, fue remplazado por brumosos eufemismos mientras el pensamiento oficial declara abolidas las clases (y, por ende, la lucha de clases) y, naturalmente, excluye la factibilidad de un régimen que no se base en la injusticia, no considere inevitables la pobreza, el desempleo y la explotación y luche por una mayor igualdad social.
Pues bien: declaro que soy un viejo démodé porque, ajeno a la moda y a los tabúes, sigo creyendo que hay un imperialismo que es necesario combatir, sigo pensando que, mientras el capital financiero y sus Fobaproas existan al igual que las pocas grandes empresas que controlan la economía mundial, existirán las clases y la lucha entre las mismas, lo cual sin duda no explica todo pero es la base esencial de los fenómenos sociales y de la economía capitalista.
Algunos dirán, Ƒy a quién le interesa lo que piensa o deja de pensar alguien de otra época cultural? La respuesta podría ser, en efecto, "a nadie"... si, por ejemplo, en Brasil, los campesinos sin tierra, dirigidos por ex obreros hoy desocupados, no pesasen de un modo decisivo en la política nacional y, por consiguiente, en la economía; si los campesinos indígenas ecuatorianos, unidos a los trabajadores urbanos y a algunos sectores de las clases medias (como la baja oficialidad), no fuesen capaces de impedir con sus movilizaciones la aplicación de algunas de las medidas impuestas por el FMI y, al mismo tiempo, de dividir con aquéllas a las clases dominantes; si los trabajadores argentinos, uniendo detrás de sí a desocupados, amas de casa, pequeños comerciantes, intelectualidad, estudiantes, no diesen un serio golpe a la política de los monos sabios de la "tercera vía".
La lucha de clases, en efecto, no ha desaparecido y, por el contrario, se agudizará en el próximo futuro, tanto la promovida por los explotados como la organizada por quienes necesitan aumentar la explotación y la dominación para imponer el imperio de unos pocos sobre miles de millones de miserables. El imperialismo ųo sea, la política del capital financiero, las multinacionales y sus agencias como el Banco Mundial, la Organización Mundial del Comercio, el Fondo Monetario Internacionalų es una realidad que no se puede enmascarar con eufemismos malamente descriptivos como "globalización".
Si se quiere ser serios habría que estudiar, histórica y sociológicamente, si los "socialismos" (estalinismo, socialdemocracia) eran la única forma posible del socialismo y si su fracaso (el del estatalismo) se debió a sus bases teóricas (en Marx mismo y todos sus seguidores, como dicen los diversos "Libros negros") o a factores histórico-coyunturales. Habría que ver qué hay de marxista y de socialista en los regímenes de Cuba, China, Corea del Norte o Vietnam, y qué hubo realmente de "socialista" en muchos movimientos de liberación nacional africanos o asiáticos.
Si se busca un análisis científico hay que estudiar si el capitalismo actual excluye toda posibilidad de alternativa, y si no, cuáles serían las fuerzas sociales y las ideas básicas para construirla. Si se quiere trabajar en el campo teórico, habría que buscar cuáles podrían ser las formas de un socialismo que, a partir de las actuales condiciones sociales, de las modificaciones en la economía y en las clases, de la mundialización y la hegemonía de las grandes potencias, podría reunir fuerzas y sujetos disímiles en la lucha en pos de una utopía común y llevar a un régimen basado, no en el paternalismo del Estado sino en la autogestión social generalizada. Ese es el desafío para una intelectualidad digna de ese nombre: no sólo ver cuál capitalismo enfrentamos sino también sus contradicciones y la eventualidad de su superación. *