MAR DE HISTORIAS

Desde el país del olvido

* Cristina Pacheco *

Una noche muy larga

Contando este, ya lleva usted nueve días con nosotros. Si viera cuánto se lo agradezco. Lo único que siento es no haber podido atenderlo como se merece. Ojalá que algún día pueda hacerlo aunque, la verdad, lo dudo. Para mí que de esta no vamos a levantarnos. No es que nos falte voluntad sino tiempo. Imagínese que para hacerme de mis dos cuartos y mi máquina de coser me tardé casi 20 años. ƑCuántos cree que necesite para recuperarlo todo? Por lo menos otro tanto de vida. Puede que Dios me lo preste, y Ƒqué me gano? Ya no tengo fuerzas. Las poquitas que me quedaban se ahogaron en el lodo.

Sí, ya sé que mientras hay vida hay esperanza. Pero dígame: Ƒle parece que esto es vida? No me conteste si no quiere. No hace falta. Los dos sabemos bien cómo son las cosas. La diferencia es que usted desconoce cómo eran antes, quiero decir cuando llegamos aquí. Veníamos con una mano atrás y otra adelante, pero teníamos hartas ilusiones. Eramos jóvenes y siempre pensábamos que mañana algo bueno iba a sucedernos. Ahora es distinto: nos levantamos sin esperanzas y con temor de que algo pase. Todo se nos volvió una noche muy larga, muy oscura de la que a veces ni quiero despertar.

Le digo todo esto porque a fuerza de verlo seguido le he agarrado confianza. No me imagino a quién le hablaré así en el momento en que se vaya. Me entristece pensar en ese día y más imaginarme que pronto se olvidará de nosotros. Por mi parte, le prometo que voy a recordarlo. Ya le conté que trabajo en un laboratorio en el Distrito. Cada que me suba al camión para regresarme a Chalco miraré las luces de la ciudad y pensaré que al menos una la encendió usted.

El bello Daniel

-Ay, Chabe, la cola está larguísima. Se me hace que nos vamos a pasar aquí por lo menos otra media hora.

-ƑLe digo una cosa, Herlinda? Por mí, entre más me tarde, mejor. No quiero regresar al albergue, por lo menos hasta que se le pase el coraje a Daniel. No sé qué bicho le picó: en la mañana se agarró a decirme un montón de barbaridades delante de todo el mundo.

-No se fije. El hombre andará nervioso.

-Oigame sí, pero no es para que me salga con que yo tengo la culpa de lo que nos está sucediendo.

-ƑA poco eso le dijo?

-Sí. Según él vivimos aquí porque me encapriché en seguir a mi hermana Otilia cuando se cambió al Valle de Chalco. Me puse a llorar del coraje, porque eso no es cierto. Por Dios que a veces pasaban tres, cuatro semanas, sin que la viera, por lo mismo que ella duerme de día y a mí, a esas horas, me sobraba el quehacer.

-En vez de llorar, Ƒpor qué no le dijo eso a Daniel?

-No quise dar más espectáculo delante de la gente. Ya cuando se componga la situación pienso aclararle las cosas a Daniel: "Oyeme: cuando estábamos en el albergue me saliste con que por el capricho de seguir a mi hermana Otilia te exigí que me trajeras a vivir aquí. Sabes que eso no es verdad. O a lo mejor ya se te olvidó que nos salimos del cuarto que rentábamos en las calles de Nicaragua porque ya no pudiste pagar la renta y que entonces me llevaste a la casa de tu mamá. Allí seguiríamos si no te hubieras puesto de botepronto con tu prima Chila. ƑCrees que iba a querer seguir allí? Pues claro que no. Se lo conté a mi hermana y ella, bien linda, me dijo que en el Valle quedaban terrenos muy baratos y que si querías, contáramos con un préstamo para el enganche. ƑQué hiciste? Agarraste el dinero y entonces sí ya no dijiste que Otilia es una tal por cual, que se gana la vida en la noche. Reconoce que si no fuera por mi hermana viviríamos en la calle".

-Debiste decírselo de una vez. ƑPor qué te callaste?

-También tengo mi orgullo. Todas me envidiaban mi casita porque, lo que sea de cada quien, la tenía bien chula. Encima de que lo perdí todo no quiero que las vecinas se den cuenta de que mi marido es un bueno para nada. Mejor que sigan envidiándome por ser su esposa. Lo que sea de cada quien, Daniel es bien guapo. ƑO no?

La búsqueda

-ƑLa encontraron?

-Sí. Ya había perdido las esperanzas. Iba a regresarme para acá cuando m'hijo Anselmo me propuso que fuéramos a buscar por el bordito. Acepté nomás por darle gusto. Andábamos entre el montonal de basura cuando de pronto Anselmo gritó: "Mamá: venga, aquí está".

-Me imagino el gusto que te daría.

-Con decirte que, de la emoción me solté llorando y hasta se me pasó el dolor de cabeza.

-Ya me dijeron que las jaquecas son por la pestilencia. Pero dime: Ƒcómo está?

-ƑCómo quieres? Mal. Imagínate: después de ocho días hundida en la porquería.

-ƑYa sabe Amílcar que la encontraste?

-No lo he visto. El también salió a buscarla. Ojalá que vuelva pronto, para decirle que la hallé. Se va a poner contentísimo: es su adoración.

-ƑY dónde la dejaste?

-En casa de José. Dice que en dos, tres días, va a quedar bien, pero eso sí con sus raspones.

-šQué lástima!

-De los males, el menor. Piensa que alguien pudo encontrarla y llevársela. Entonces sí, a estas horas estaríamos llorando. Lo importante es que lo de adentro está perfectamente bien. José dice que es un milagro y sí lo creo. Dios ha de haber pensado: "Pobre gente: ya que no puedo retirarles el mugrero que miran todos los días, al menos que tengan una televisión para que vean otras cosas y descansen del infierno".

Severiana y Julián

"Estaba saliendo del módulo cuando apareció Julián. No me contestó el saludo, nomás me agarró muy fuerte del brazo y me llevó caminando bien rápido, como si fueran persiguiéndonos. Cuando llegamos a la secundaria se detuvo a preguntarme qué hacía en el módulo. "Fui a que me informaran cómo se pueden reponer todos nuestros papeles. No tenemos ni una acta..." En eso me empujó hasta la pared, me agarró de los cabellos y me amenazó: "Te advierto que conmigo no juegas. Perdí la casa y el vocho, pero eso no quiere decir que sea menos que otros ni que tú puedas burlarte de mí". Y que me suelta una cachetada. Le grité: "ƑPor qué me pegas?" Me respondió: "Por güila, por eso. El hecho de que nunca haya ido a la escuela no quiere decir que sea un pendejo. Ya sé por qué te metiste al módulo. ƑCrees que no tengo ojos, Severiana?"

Julián tenía los labios blancos, como siempre que se enfurece. Sentí mucho miedo porque pensé: ahorita, a quién le importa lo que me suceda. Si éste me da un mal golpe nadie vendrá a quitármelo de encima. Todo el mundo anda sacando el lodo de sus casas, vacunándose o consiguiendo comida. Solita tengo que defenderme. Eso me dio fuerzas para preguntarle a Julián a qué se refería. Se echó a reír y me enojé: "No es ningún chiste lo que te digo. Quiero saber por qué me pegas y me insultas". Me dio un guantón tan fuerte que por poco me tira. "ƑNo lo sabes? Pues te lo voy a decir y luego se lo diré al licenciadito". Me quedé de a seis: "ƑDe quién hablas, o qué?" Me agarró de la barbilla y me obligó a mirarlo: "Del tipo ese que te acompañó hasta la puerta del módulo. Si cree que me va a apantallar con su chamarrita de piel se equivoca. ƑQué te estaba diciendo? ƑDónde se van a ver? Búsquenle bien porque al módulo no vuelves, a menos que quieras que te parta la madre".

En ese momento se me prendió el foco: "Julián: šestás celoso!" No se lo hubiera dicho porque se puso a llorar: "ƑY no tengo razón? Mirabas a ese tipo como si fuera Dios. Claro: es licenciado, llega aquí en su automóvil muy bañadito, vistiendo ropa cara. Yo, en cambio no soy nadie: ni siquiera chofer, porque hasta perdí mi vocho". Luego dio media vuelta y se fue.