La Jornada lunes 12 de junio de 2000

León Bendesky
Desfiguras

Los encargados de los asuntos monetarios y financieros del país han sostenido durante varios meses que los únicos riesgos que corre la economía provienen del exterior. Esa es una visión de corto plazo que, además, cada día se achica, puesto que su horizonte llega al primero de diciembre de este año. Esta visión es cada vez menos convincente en términos económicos y, a medida que se acercan los días finales de la campaña electoral, también en términos políticos. Se equivocan quienes creen que ambos factores pueden mantenerse separados.

El sustento de la política económica aplicada para mantener la estabilidad es el régimen de tipo de cambio flexi-ble, es decir, dejar que el peso encuentre su valor con respecto del dólar en el entorno del mercado. Este mecanismo no es, como se sugiere, totalmente libre, ya que el banco central interviene indirectamente mediante la fijación de las tasas de interés alentando la demanda de pesos cuando es necesario, y directamente cuando la devaluación rebasa un cierto límite predeterminado en 2 por ciento en una jornada. La Secretaría de Hacienda participa manteniendo reducido el déficit fiscal para evitar presiones en los precios cuando se gasta más de lo debido. Ello se hace en un entorno en el que el déficit del gobierno se fija de antemano en el presupuesto en una negociación con el Congreso. Lo que se convierte, efectivamente, en tener un bajo déficit fiscal por decreto y convertido en ley por el presupuesto federal y no como resultado de la eficiencia del sistema económico.

Con esto se ha conseguido que la inflación se vaya reduciendo mes a mes y que incluso se hayan fijado metas de muy bajo crecimiento de los precios para los próximos años, que son sumamente ambiciosas. Se ha conseguido, también, sostener el crecimiento del producto, asociado al hecho que prácticamente alrededor de 80 por ciento de la demanda total de la economía provenga del exterior. Esto quiere decir que el papel del mercado interno se ha reducido severamente y que las exportaciones tengan un bajo contenido nacional. Desde luego que en ese marco la actividad económica está desarticulada. Es claro, asimismo, que la dinámica de la economía está estrechamente ligada a la de Estados Unidos, en donde es posible esperar aún mayores tasas de interés y una reducción del consumo y de la inversión.

Puesto que muchas de las acciones aplicadas por los tres últimos gobiernos se sustentan en las experiencias internacionales, convendrá recordar que las economías menos vulnerables son aquéllas que tienen mayor fuerza interna. Por eso es que de modo recurrente se resucita la discusión sobre dolarizar la economía, lo cual en las condiciones actuales no constituye una medida sustentada en la eficiencia y productividad, como ocurre en Europa, sino que aparece como un gran parche.

Encima de estas cuestiones, que pueden llevar a un cambio de gobierno sin provocar una crisis financiera, pero sin que se garantice la estabilidad de más largo plazo, está el ambiente político.

Aquí la irresponsabilidad demostrada -primero por el candidato Fox, y después y sobre todo por el candidato Labastida, hace apenas hace unos días- exhibe la fragilidad del entramado económico. Ambos muestran su desconfianza en el proceso electoral y la extienden al conjunto de la sociedad. Su respectivo triunfo, dicen, sólo podría sostenerse en caso de obtener una diferencia grande en los votos, cuando que en la democracia bastaría un solo voto para determinar la elección. ƑNos preparan, con distintos medios, para sospechar del modo en que lleguen los votos a las urnas y se cuenten por parte de la autoridad electoral? Pero además anuncian la inestabilidad política en caso de darse un resultado muy cerrado, con lo que nos convierten en rehenes de sus posiciones políticas. Los que pueden, y que son muy pocos, reaccionarán de la única manera que permite una sociedad que no acaba de abrirse: comprando dólares, lo que será expresión de su propia falta de confianza. A los demás, sólo les queda aguantar.

Se dice que hay un voto útil para alcanzar el final de un viejo régimen político y se sostiene que ese final es impostergable. Pero no parece ser tan claro el escenario en el que esa transición pueda alcanzarse. A medida que se exhiben las posturas políticas de los dos candidatos se expone también la incertidumbre y el descrédito en las ofertas políticas con las que marcan este proceso electoral. Hay indicios de que se está en una situación en la que se pierde la capacidad para ver lo que hay y, en cambio, se ve lo que se quiere ver en la disputa entre ambos.

La elección no es intrascendente. Las propuestas representan, de un lado, una visión de México que muchos no están dispuestos a aceptar, y del otro, un continuismo que no puede desfigurarse con tardías manifestaciones de desprendimiento de una rígida política que llega ya a su límite práctico. A sólo unas semanas de la elección se muda de parecer y la conclusión puede ser que ninguna de estas ofertas es la que hoy necesita el país.