LUNES 12 DE JUNIO DE 2000
Ť Me encantan personajes como San Juan de la Cruz, que apenas fueron leídos
Evado la publicidad; siempre quise ser un desconocido: Gonzalo Rojas
Ť Todos somos exiliados o exiliables, opina; con Ricardo Lagos, "Chile está vivo de nuevo"
César Güemes Ť En cuanto sale de su casa, Gonzalo Rojas vive asediado. Lo buscan para editar sus libros, para solicitarle entrevistas, para pedirle que ofrezca un recital o simplemente para saludarlo y escuchar su pronunciación silábica, su castellano que fluye a través de un veloz cuentagotas. Estuvo en México hasta ayer, en una más de sus ya numerosas visitas que datan desde el inicio de los años cincuenta, a fin de entregar a la editorial Aldus su nuevo poemario, dedicado a Ovidio, y participar en las actividades de Junio de Poesía.
Pese a sus varios reconocimientos, sus libros y lectores, no se explica Gonzalo Rojas las razones de que tantas personas lo busquen, lo asedien, incluso tocando a la puerta misma de la habitación del hotel donde se hospeda: "No entiendo por qué a un hombre que no tiene ninguna jerarquía mayor lo requieran tanto. Yo mismo me he apartado de la publicidad. Y esto siempre, no es algo de ahora. Pero ocurre que de repente aparece algún libro o le otorgan a uno un premio y empieza el fulgor en torno y todo este ruido".
-El trabajo de poeta, maestro, es público.
-Pasa uno a la figuración. Aunque me encantan los personajes como San Juan de la Cruz, que apenas fueron leídos y el reconocimiento a su obra llegó después, incluso cuando habían muerto. Y no es que yo hable con modestia equívoca o falsaria. El mérito intrínseco existe, también, y la responsabilidad del poeta es fuerte. Eso lo sé y no deseo negarlo. A uno se le dio la palabra para que dijera el mundo, para ser testigo. Lo tengo claro.
Sin preocupaciones de salud
Transcurre la mañana del domingo en uno de los hoteles que franquean la Plaza de la Constitución. Todavía no abren los comercios y el poeta, en su cuarto, tiene ya varias horas en pie: ordena papeles, revisa el original que dejará aquí, pregunta por el mejor sitio para adquirir música mexicana, responde el teléfono que ha sonado incontables veces desde su arribo al país.
-Veo que su actividad poética comienza temprano.
-Después de una ducha fría que me abre las arteriolas de la cabeza, me dispongo al trabajo, pero no con ánimo de convertir esos papeles que escribo en un libro o en nada importante, sino como un ejercicio. Veo a la poesía como un gran ejercicio respiratorio.
-ƑEn alguna etapa se ha descubierto con un cierto cansancio?
-No. A mis 82 años, apenas cumplidos, puedo decirte que me funciona la vibración fisiológica desde al punta del seso hasta los pies. No tengo ninguna preocupación de salud. Vivo en un trabajo constante y ahora mismo estoy dictando un seminario de creación poética en una universidad de mi país. Eso, creo, me ventila, me airea, me hace bien y supongo que les hace bien a los jóvenes que acuden a él. Los jóvenes, por cierto, son las únicas personas con las que me importa el diálogo.
-ƑA partir de cuándo percibe esta suerte de reconocimiento general, 20 años, quizá 30?
-Más o menos. Yo era un oscuro, oscurísimo escritor. Y eso fue lo que siempre quise. No tenía ánimo de aparecer con ningún grado de figuración. Sin ser místico, busqué ser un hombre recogido en mis quehaceres, un hombre laborioso. Lo único que me importó, por ejemplo, cuando impartí clase en mi país y fuera de él, fue enseñar a que las personas leyeran por dentro.
-Es usted asiduo de México, y supongo que no de cinco o diez años a la fecha, sino desde antes.
-Así es, comencé a venir desde el 53. En ese tiempo se usaba la navegación por mar, no por aire. Luego vine en el 59, visité a Alfonso Reyes, a quien había leído y estudiado con tanto esmero. Me encontré con Octavio Paz y con muchos jóvenes maravillosos tanto de la plástica como de la literatura. Vi a Carlos Fuentes, desde luego. Con Octavio visité amigos, cafés y parajes. Y discutimos. Lo que más me gustaba de él era su capacidad para disentir, para discutir. Después volví a venir en 1960, cuando fui jefe de la misión diplomática de Chile en Cuba. Desde esa época no he dejado de venir.
-Chile, su país, está en un proceso de cambio. ƑCuál es su posición social en la actualidad?
-Chile está en pie, parado en sí mismo, en una labor no sólo de rescate sino de reagrupar la confianza, y eso es bueno. No hablo de confianza absoluta, tampoco, porque siempre es pertinente pensar que el mundo es difícil y complejo. Pero después de la elección pasada, al asumir el poder Ricardo Lagos, que es humanista y político, las cosas marchan. Siento que Chile está vivo de nuevo, con toda su problemática pero con una economía clara.
Diversos países conformaron la madurez de Gonzalo Rojas, en buena parte por el exilio al que se vio impelido tras la caída del gobierno de Salvador Allende. El poeta, sin embargo, tiene una peculiar manera de buscar la querencia: "De hecho he vivido exiliado aun cuando me fue permitido regresar al país. Cuando me 'aceptaron' de nuevo, allá por el 82, me di cuenta que no se podía respirar ahí. Por eso me fui a Estados Unidos a una larga estancia. Y no era una nación que me gustara del todo, pero hay una gran capacidad de diálogo en la juventud que acude a sus universidades. Eso me interesó, pensar con ellos. Así pasé por Austin o Columbia. Y, claro, daba algunas vueltas por mi país, pero también regresé a Alemania, donde había pasado parte de mi exilio, como me sucedió también con Venezuela. Sin embargo, ahora pienso que el exilio no tiene ninguna importancia. Todos somos exiliados o exiliables. Es más, he cultivado el intraexilio: no vivo en la capital, no me interesa. Es una bella pero pequeña ciudad de 6 millones de habitantes. La cantidad tampoco me dice nada. Siento que no corresponde a la armazón entera de ese país longilíneo de 4 mil 500 kilómetros, con montañas, océanos y piedras preciosas.
"A mí me gusta respirar desde los adentros. Y no lo hago por turismo literario ni cosas de esas. Vivo en la cordillera, cerca de un pueblo llamado Chillán, de 300 mil almas, que a la luz de las grandes capitales se vería cuantitativamente irrisorio. Creo que los aldeones, que son esas grandes capitales, tienen que mirar y remirarse por dentro. Soy decimonónico en ese sentido: pertenezco al plazo de Sarmiento, de Bello, de Simón Rodríguez; con ellos tengo un diálogo fuerte. Me doy cuenta de que estamos en una etapa naciente en nuestras pobres y grandes patrias despedazadas. Se están haciendo apenas. Doscientos años no son nada; los preceptos de autonomía económica y cultural por ahora son apreciables proyectos. No hemos podido concebir otra armazón más amplia. Hoy se habla de globalización, que es casi decir clonación. Eso es algo que se me hace sospechoso."
Entre las varias actividades que debía realizar el poeta antes de partir a Chile ayer mismo, estaba la de buscar un buen sitio donde adquirir música mexicana.
-ƑMúsica, maestro? ƑVino por música, además de las razones de trabajo?
-Oigo música de todo tipo, la popular, que por cierto está de largo a largo del continente. En el mercado de Chillán, al que acudo, me encuentro con los versos y la música de México. No es ningún elogio decir que México está en todas partes. Hay una fuerte mexicanización en el sentido más precioso del término a lo ancho de nuestra América.