LUNES 12 DE JUNIO DE 2000
Ť Junio de Poesía
En el Zócalo, ayer, letras para todos en diversos escenarios
César Güemes Ť Las once de la mañana es buena hora para la poesía. Lo mismo que para las campanadas de Catedral, el paso de los autos, la música que alientan los organilleros, el suave viento cargado de lluvia de la temporada, el canto y la guitarra.
Todo ocurre simultáneamente en los diversos escenarios dispuestos para el efecto en el Zócalo. Allá, frente a Palacio Nacional, la poesía joven; ante a Catedral, la poesía mazahua, totonaca y maya vertida luego al español; casi frente al edificio de gobierno, la poesía cantada; en esta esquina un taller de gráfica para niños y en la otra la lectura de poesía en homenaje a escritores mexicanos que hace, entre otros, Alejandro Aura, quien se ha pasado parte de la mañana, blanco del calzado y el sombrero panamá, recorriendo las diversas posibilidades literarias y eventualmente repartiendo rosas.
Porque hay rosas para todas y todos en este domingo que continúan los trabajos del festival Junio de Poesía, organizado por la instancia cultural del gobierno de la ciudad.
Si la calle es para todos, lo mismo sucede con las letras. Así, por ejemplo, mientras se lee un texto en zapoteco en uno de los flancos de la plaza, en otro se desglosa un poema a favor de la nostalgia provocada por Santo, el enmascarado de plata, y circulan al centro de todas estas voces, cerca del asta bandera, desde las palomas que acceden al retrato familiar a cambio de unos granos de maíz, hasta pokemones y barneys que se apersonan en cuanto sitio aparezca un niño fotografiable. Para todos hay.
Lo mismo lee César Benítez en el área denominada de "poetas de diversas generaciones", que lo hacen luego de las 12:30 del día en el escenario central Vicente Quirarte, Verónica Volkow, Ricardo Castillo, Jorge Esquinca, Alberto Blanco, Eduardo Milán o José Luis Rivas. Y la invitación es también para oír a Gonzalo Rojas, Hugo Gutiérrez Vega, Eugenio Montejo, Juan Bañuelos, Darío Jaramillo o Marosa Di Giorgio.
Musas las mozas
Entre el público circulan las tituladas "musas inquietantes", diez aeróbicas mujeres de carne y hueso, ataviadas de página en blanco, que alientan a los transeúntes a manifestar de plano sus sentires poéticos en la túnica que las viste. De todo les escriben, desde saludos y reminiscencias de Nervo hasta direcciones de correo electrónico. Las musas tienen un éxito equiparable al de los libreros que se han acercado al Zócalo, quienes si bien en su mayoría expenden poemarios grecolatinos o contemporáneos, también deslizan un vademécum de refrigeración o un libro que propaga el "control mental".
Cien poetas, en una estimación conservadora, debieron haber pisado este domingo la Plaza de la Constitución a lo largo y ancho de las diversas instancias de lectura que se ofrecieron; 4 mil personas, al menos, acudieron al llamado a lo largo de las poco más de cinco horas que duró el acto.
Y el festejo seguirá con diversas actividades literarias y editoriales hasta el próximo 23 de este mes, día en que luego del encuentro de poetas de Perú y México, se pasará a una "acción poética en tres momentos", y finalmente al colofón, celebrado por editores, escritores y lectores. Poesía para todos, palomas y pokemones incluidos.