LUNES 12 DE JUNIO DE 2000

Ť Fernando de la Rúa emprende gira por EU


Recesión y desempleo amenazan con dispararse en Argentina

Ť Analistas se preguntan si se relegará a Europa en lo económico

Stella Calloni, corresponsal/I, Buenos Aires, 11 de junio Ť Al parecer sin escuchar "los gritos del silencio" del paro nacional masivo del pasado 9 de junio contra las últimas medidas económicas de su gobierno, el presidente Fernando de la Rúa viajó anoche a Estados Unidos acompañado por algunos funcionarios y legisladores, un mayoritario grupo de empresarios y el senador Eduardo Menem, hermano del ex presidente peronista Carlos Menem.

Hay diversas expectativas sobre este viaje, pero para las mayorías poco cambiará. El gobierno de la socialdemócrata tiene pocas oportunidades para recuperar la iniciativa política y recuperar la credibilidad perdida, cuando el desempleo y la recesión amenazan con dispararse, en un año en que hay ya más de 52 mil cesantías, unas 22 mil sólo en mayo.

Desde el Ejecutivo de la coalición gobernante (Unión Cívica Radical y Frente País Solidario) continúan los mensajes ambiguos de diálogo. El vicepresidente Carlos Chacho Alvarez habla ahora de "condiciones" para conversar con los gremialistas: "el respeto a las instituciones, a la legitimidad de este gobierno, y el rechazo a la violencia".

Lo cierto es que el primer diálogo se realizará en Ginebra entre los sindicalistas de la Confederación General del Trabajo (CGT) oficialista, que apoyó al ex presidente Menem durante 10 años y convalidó sus ajustes neoliberales, y el ministro de Trabajo, Alberto Flamarique.

Esto vuelve a plantear la "esquizofrenia" en el poder que fue tan común durante el menemismo. El gobierno reprocha a los sindicalistas que en 10 años de Menem no hicieron nada, pero dialoga con ellos y deja de lado a quienes desarrollaron planes de lucha en ese período y a cuyas manifestaciones concurrieron los actuales funcionarios para lograr votos.

En tanto, la crisis se profundiza, especialmente en el interior del país, a pesar de lo cual el Fondo Monetario Internacional (FMI) hizo saber al gobierno el pasado 2 de junio que quiere más ajustes allí donde el fuego social más avanza. Cuatro días más tarde, la cúpula de la Iglesia católica local, que hoy gana la credibilidad que pierden los políticos, planteó al FMI la necesidad de aliviar el peso de la deuda externa.

"En este momento se exige a Argentina el pago de 25 millones de dólares diarios en concepto de intereses y como se sabe esto no paga la deuda", dijo el comunicado de la Iglesia, que advirtió además que "no se puede aceptar resignadamente una globalización que se funda en criterios económicos ni aceptar la fatalidad de mecanismos ciegos".

Los enviados del FMI, encabezados por la impasible Teresa Ter Minasian, escucharon sin escuchar, ni siquiera cuando el paro del viernes fue convocado por todas las centrales sindicales y tuvo un alto acatamiento.

Pero si el silencio del FMI molesta a todos, también lo hace la actitud lejana del gobierno en un país donde ahora para decir que algo malo pasa se habla de que "Argentina se latinoamericanizó", como si fuera algo deshonroso ser latinoamericano.

Para los que utilizan este término, "latinoamericanizarse" es haberse convertido en el país donde menos se confía en la justicia y en la policía -según un reciente informe del Banco Interamericano de Desarrollo- y donde el crimen aumenta con la crisis social heredada del menemismo, pese a las alabanzas de los organismos financieros a esa gestión en la década pasada.

Ahora, 10 por ciento más rico de la población que recibe 37 por ciento de las ganancias de los ingresos, y 10 por ciento más pobre apenas 1.5 por ciento. En este panorama de desigualdad es que De la Rúa apuró todas las medidas de ajuste en sólo seis meses de gobierno para tranquilizar a los operadores de Washington durante su viaje.

Atrás queda el humo de los incendios contra su política. El pasado 28 de mayo, el gobierno anunció una rebaja salarial para los empleados públicos y el recorte de gastos, en un segundo ajuste violento en seis meses de gestión. El primero fue el impuestazo de febrero pasado, luego logró que se aprobara la ley de Reforma Laboral exigida por el FMI. Aunque tras el último ajuste debió revisar algunas medidas, como los cierres de la imprenta del Congreso y la agencia oficial de noticias Telam, recurrió para los ajustes a los decretos de necesidad y urgencia que impuso Menem durante su mandato.

Nadie duda de la fatal herencia menemista, pero el mandatario parece encerrarse en un círculo de los llamados "fundamentalistas de mercado" que él mismo colocó en el gabinete. Muchos esperan que De la Rúa hable en Estados Unidos no sólo del déficit de 10 mil millones de dólares dejado por Menem -que fue el presidente más disciplinado con Washington-, sino que advierta que cada punto de aumento de la tasa de interés en EU significa un costo directo de 300 millones de dólares para Argentina.

La reciente desregulación de las obras sociales (servicios médicos manejados por los sindicatos) también es vista como una concesión a Washington, donde varias empresas privadas de salud quieren desembarcar aquí para apoderarse de los millones de socios de esas obras. El momento no puede ser peor, ya que hay centrales que mantienen abiertas las obras sociales a los desocupados, a quien nadie ya atiende ante la crisis de los hospitales públicos.

El presidente, por otro lado, lleva bajo el brazo un decreto que enfrenta a Telefónica y Telecom, ambas de capitales europeos, y apunta el ingreso de otros capitales en telefonía. El analista Julio Nudler, del diario Página 12, cree que vale preguntarse si tras este proyecto "se esconde una opción estratégica: privilegiar a Estados Unidos y relegar a Europa en el alineamiento económico". Pero también se pregunta si esas esperadas inversiones se volcarán en la compra de trabajo y bienes argentinos, cuando tanto la tecnología como el equipamiento son importados.