Patricia Gálvez K.
El oro: atracción universal
šOh!, miseria humana, de tantas cosas eres esclava por el oro".
Leonardo Da Vinci (1452-1519)
Frammenti Letterari e Filosofici
Se supone que la primera época del mundo llamada Edad de oro fue aquélla en la que el hombre vivía en paz y felicidad y cuando el oro no existía aún para él.
Desde tiempos inmemoriables, este precioso metal de color amarillo brillante ha atraído siempre la atención del hombre; la hermosura de su aspecto, su ductilidad e inalterabilidad lo hacen el metal precioso por excelencia. Sin embargo, su característica principal es que, en la práctica, solo šno sirve para nada! Es menos útil que el hierro o el cobre. Al igual que estos últimos, el oro es conocido y usado desde la más remota antigüedad. En Mesopotamia (actual Irak), entre los fértiles valles del Tigris y del Eufrates, y en otras regiones de Asia, se han encontrado, entre los fabulosos tesoros de ciudades y civilizaciones pérdidas en el tiempo, figuras de gran realismo, obras de joyería y adornos de oro exquisitamente elaborados por los artistas de Ur, Larsa, Uruk, Troya, Micenas. Y es en esas regiones donde el hombre empieza a utilizar el oro para representar sus dioses a su imagen y semejanza. En Sumeria, un buen milenio antes de que los hebreos empezaran a escribir sus primeros libros ya existía una floreciente literatura comprendiendo mitos, leyendas, epopeyas, himnos, lamentaciones, colecciones de proverbios, de fábulas y ensayos. Según los sabios estudiosos de estos temas, la recuperación de esta literatura antigua es una de las mayores contribuciones de nuestro siglo al conocimiento de los inicios de la historia del hombre.
La ventajosa condición del oro es su apariencia brillante y su singularidad, cualidades que lo han convertido en signo de riqueza y de ostentosas necesidades de algunos privilegiados. El oro fascina porque simboliza el prestigio, la abundancia de cosas suntuosas, el placer del lujo y de lo superfluo. Pero en realidad su función no es útil ni necesaria. No obstante, el hombre es capaz de todo por el oro, por obtenerlo se arriesga y cae en toda clase de miserias: el hermano y el amigo se pierden; el enemigo amenaza; se compran armas. El oro es dinero: se come con dinero, se bebe con dinero, todo se compra con dinero; si no se tiene no vale uno nada; y si se quiere conocer el verdadero valor del oro-dinero, sólo hay que pedirlo prestado o, mejor aún, reclamarlo.
El oro ha sido siempre muy apreciado, amado, buscado, hasta convertirlo en objeto de devoción universal. Y es así que, en ocasiones, unos simples golpes de pico y pala pueden permitir al hombre hacer alarde del ''brillo" que le da la posesión de bienes o hacerlo remontar en el tiempo para hacer suyos los conocimientos del pasado. Y gracias a los arqueólogos e historiadores vivimos grandes emociones con sus sorprendentes aventuras y descubrimientos de tesoros grandiosos de civilizaciones de la misteriosa y remota antigüedad. Con certeza se dice que a partir del tercer milenio, en Sumeria, cuna de tantas tradiciones de la cultura occidental, se utilizaba ya el oro de manera notable; testimonio de ello, entre muchos otros, es la espléndida cabeza de toro de oro puro que adorna el arpa (2450 aC), que se encuentra hoy día en el museo de Bagdad. Y es en Sumeria donde tiene principio la primera época del oro, así como las primeras leyendas de la creación del universo y de la primera ''guerra de nervios" provocada por la ambición de poseer el oro y el poder que de él emana; como lo evoca el poema épico de Enmekar y el señor de Aratta (ca. 2850-2500).
Los descubrimientos de la arqueología y su interpretación permiten hacernos una idea aproximativa del modo de vida de los diferentes grupos humanos de la Antigüedad. Algunas comunidades indígenas de nuestros tiempos no difieren en mucho en sus condiciones de vida a la de nuestros legendarios antecesores, sobre todo en lugares donde las técnicas del progreso y de la civilización no han llegado para todos. Es interesante dirigir también nuestra mirada hacia las formas administrativas de esos pueblos y sus dirigentes, y a sus gustos por la posesión de bienes que se acentúa en provecho de una élite social en vías de constituirse: sociedades inegalitarias y jerarquizadas según el concepto neolítico de igualdad. La existencia de las grandes civilizaciones de la Antigüedad, del Cercano Oriente, de Asia Menor, así como el Antiguo Testamento, han jugado un rol determinante en la fascinación que ejercen hasta nuestros tiempos contemporáneos los extraordinarios y fabulosos mitos, cuentos, leyendas, historias, que nos han sido transmitidos por grandes aventureros, viajeros, comerciantes, conquistadores: macedonios, fenicios, griegos, romanos, así como historiadores, los que con sus libros nos relatan la gran epopeya que es el encuentro de las civilizaciones persa y griega.
Historias fascinantes que nos enfrentan con el presente de un pasado remoto a épocas milenarias antes de Jesucristo. En el año 1260, la víspera de la toma de Troya, posiblemente durante el asalto final, la masacre de sus habitantes, el incendio, alguien poseído por el pánico y en su desesperación llena un cofre de joyas y de objetos suntuosos, štodo un tesoro! Como lo canta el célebre y admirable poeta griego Homero (850 aC) en su poema épico la Odisea. Y, posteriormente, el no menos maravilloso poeta latino Virgilio (70-19 aC) en la Eneida.
El arqueólogo alemán Heinrich Schlieman (1822-1890), gran helenista, junto con su exposa exploran sitios, ruinas, tumbas, excavan, buscan y descubren majestuosos tesoros en Micenas, en Troya: esqueletos con máscaras de oro, anillos, vasos, gobelinos de oro macizo, botones, estatuillas de dioses, diademas, broches, lanzas, espadas de oro, objetos de plata, de marfil, de alabastro, lapislázuli, de bronce, todo un suntuoso tesoro que bien podría ser el del rey Príamo. Tesoros que nos revelan los refinamientos de la vida material de los dirigentes de esas civilizaciones de hace 400 siglos.
Y para poner fin, por medio del trabajo y de la historia, a este panorámico viaje en el legendario pasado de la poesía de la naturaleza, de los hombres y de los dioses, y sin necesidad de aventurarnos en eventos retrospectivos de otras latitudes, en México se cuenta también con no menos sorprendentes y grandiosas civilizaciones que nos muestran y permiten tener una idea de la riqueza y abundancia del oro mexicano que ha salido de sus tierras para enriquecer y adornar otras lejanas y más ambiciosas historias.