ASTILLERO Ť Julio Hernández López
Francisco Labastida ha impuesto un raro estilo en materia de demostrar afectos en actos públicos del PRI: gusta de saludar con manifiesto entusiasmo a selectos correligionarios -sobre todo gobernadores-, para luego levantarlos del suelo, haciendo fuerza con sus brazos entrecruzados a la altura de la espalda del afortunado personaje o -dependiendo de los acomodos a los que obliguen las estaturas de ambas partes- de zonas más bajas. Los alzados suelen devolver la maniobra de carga, enmedio de los aplausos y el júbilo de quienes creen y quieren ver en esas forzadas muestras efusivas una confirmación de la simpatía y el compromiso político que se estaría dando entre esos políticos.
Juanga
Otra muestra peculiar de afecto, que hoy está causando más polémica entre el grueso de la sociedad que todos los discursos juntos de candidato alguno, es la tonadilla de propaganda que una de las divinidades del olimpo artístico nacional, Juan Gabriel, ha compuesto para promover el voto a favor de Francisco Labastida y, en general, del PRI.
El cantante y compositor, cuyo nombre real es Alberto Aguilera, ha asumido una decidida actitud militante a favor de Labastida, con quien tiene una larga amistad cuyo origen y fomento habría corrido a cargo de Lola Beltrán, la desaparecida cantante sinaloense que también era amiga del ahora candidato priísta a la presidencia.
Ya antes, en festivales como uno que anualmente se organiza en Acapulco, e incluso en palenques llenos de alcoholizados y a veces empistolados asistentes, el artista juarense por adopción ha asumido la misma actitud de proselitismo que de inmediato ha causado división entre sus seguidores musicales, quienes con frecuencia le reclaman que permita que su figura sea usada para estrategias partidistas, y que convierta en políticos algunos actos en los que el público paga para su deleite artístico y no para recibir mensajes partidistas.
El brody Campos
Una circunstancia parecida enfrenta Jorge Campos, el popular portero que, a pesar del declive profesional que vive (en el equipo Tigres de la UANL lo dieron de baja esta temporada recién fenecida, por considerar bajo su rendimiento), sigue siendo todo un ídolo, sobre todo para niños y jóvenes.
Campos, cuya filiación priísta es ampliamente conocida -al igual que la de su padre, quien reside en Acapulco- ha hecho también anuncios para Labastida y el PRI que siembran división y encono, pues quienes tienen preferencias adversas al tricolor cuestionan la intención de vincular las glorias de la selección mexicana de futbol con un aspirante presidencial.
La detención del auto de Fox
Pero todas estas pueden parecer minucias ante rarezas mayores, como el episodio sucedido al atardecer del pasado lunes, cuando Vicente Fox regresaba de León, de su descanso semanal.
En unos cuantos minutos, acaso dos, ocurrió un incidente que pudo tener consecuencias imprevisibles: yendo por Fray Servando Teresa de Mier, entre las calles de Lázaro Pavia y Francisco del Paso, dos patrullas de la policía capitalina interceptaron la camioneta en la que viajaba el candidato panista y el auto de su escolta.
Los agentes uniformados portaban sus armas en las manos, según la versión de los panistas, y luego de cambiar algunas palabras con el conductor del auto en el que iba Fox y de saber quién era el principal ocupante del vehículo, se retiraron.
Para entonces ya habría casi 20 patrullas, según la versión difundida por los colaboradores de Fox. La explicación que dieron los policías en ese momento es que habían recibido una denuncia anónima de que en uno de los dos autos iba una persona secuestrada, supuestamente recostada sobre uno de los asientos traseros.
Adrenalina para los foxistas
El raro incidente aumentó combustible a la hoguera electoral, y permitió a los panistas agregar a su causa el sabor de la amenaza cierta, armada, sobre la persona de su candidato, y la consiguiente inflamación de los ánimos partidistas.
Las autoridades policiacas capitalinas pusieron a disposición del ministerio público a los agentes involucrados en el asunto para que respondieran a cualquier tipo de indagación que fuese necesaria pero, hasta la hora de escribir esta columna, no se había presentado ninguna queja o denuncia de parte del comité foxista.
No está de más terminar la referencia a este incidente preguntándonos los riesgos en los que es puesta la estabilidad del país, ya por una intervención poco juiciosa de los policías, ya por una actitud retadora y poco colaboradora de la escolta de Fox, ya por lo que hubiere sido pero que pudo haber terminado de una manera menos tersa que la que finalmente tuvo.
Desarme generalizado, pide Albores
Donde hay menos esperanza para que la providencia ayude a evitar desenlaces trágicos es en Chiapas.
El ataque contra nueve policías, siete de los cuales murieron y dos están en grave situación, ha dado pie, como era previsible, a la arremetida política del gobernador Roberto Albores Guillén, quien de inmediato ha retomado su añorada idea de implantar una fuerte campaña de desarme generalizado en toda la entidad.
Los beneficios políticos del peculiar (y, desde luego, reprobable) ataque contra los policías han ido a parar de inmediato a las alforjas de Albores Guillén, quien ha tomado este lamentable hecho como una bandera de indignación contra la existencia de grupos armados (bandera válida y compartible, si no fuera porque, en ese enunciamiento general se esconden estrategias y tácticas facciosas del gobierno chiapaneco y sus aliados federales, quienes promueven y protegen grupos paramilitares a los que ni tocan ni tocarán, mientras usan el citado argumento del desarme para iniciar batidas contra el zapatismo).
El peligroso hombre que controla el aparato gubernamental chiapaneco ha encontrado en estos homicidios oscuros un buen argumento para tratar de relanzar su idea de cruzar los campos (sobre todo los de filiación zapatista) arrebatando reales o ficticias armas a esos ciudadanos a quienes considera no sólo adversarios políticos, sino verdaderos enemigos de guerra.
Preparativos para lo que sea necesario
La idea del desarme es sólo un pretexto para avanzar posiciones policiacas y militares sobre zonas de influencia zapatista. Y el avance de posiciones es, y será, mientrás esté sentado en la silla del poder, una obsesión de Albores en preparación para el jaque que a él y a otros halcones del oficialismo les encantaría dar justamente antes de los comicios, en un golpe de escándalo que fortaleciera el ánimo de los proclives al priísmo duro y que atemorizara a los ciudadanos indecisos, para que así corrieran a las urnas a depositar un voto contrario a los riesgos de las alternancias y las transiciones democráticas.
(No está de más reflexionar sobre las características que el procurador de justicia de Chiapas adjudica a quienes asesinaron a los siete policías. Según eso, sería un grupo de élite, con entrenamiento especial para desarrollar tácticas de asalto y para manejar armas de alto calibre. Por los parapetos utilizados -"piedras bien colocadas, bien cubiertas de follaje, en un lugar estratégico"-, serían "profesionales", según el avezado análisis del procurador. Dos de los siete muertos, por lo demás, habrían recibido tiros de gracia. ƑGuerrilla, EPR? Más bien el río parece sonar por rumbos distintos.)
Sea como sea, Albores Guillén tiene un buen motivo para reanudar su vieja idea del desarme generalizado, y las fuerzas armadas también lo tienen para seguir ganando terreno y ocupar más espacio zapatista. Y todavía faltan tantos días para las elecciones.
Astillas: El 2 de julio la atención estará puesta en los dos principales contendientes, por los riesgos de violencia que se corren. Desde ahora, las autoridades han comenzado a visitar los domicilios de personas de quienes se sabe su proclividad al enfrentamiento en caso de que sus intereses no sean victoriosos. En efecto, la final de la Eurocopa de futbol, el 2 de julio, será una de las más vigiladas, entre otras cosas para evitar las andanzas de los hooligans. Será a las 20 horas, en Rotterdam. O sea, como a las 4 de la mañana del lunes 3.
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