MIERCOLES 14 DE JUNIO DE 2000

Ť Margarita Peña escribió un libro para revalorar al dramaturgo mexicano


Alarcón, peregrino que aún no regresa a su patria

Miryam Audiffred Ť La investigadora Margarita Peña nunca ha querido abarcar la totalidad del universo alarconiano. No obstante, su libro Juan Ruiz de Alarcón ante la crítica, en las colecciones y en los acervos documentales -publicado recientemente por el grupo editorial Miguel Angel Porrúa- abre las puertas a la revaloración de la obra del dramaturgo mexicano a partir de la reconstrucción de su biografía.

Y es que para la académica nacida en la ciudad de México en 1937, la clave para descifrar los múltiples enigmas que existen en torno de la fecha de nacimiento y a la constitución física del autor de El tejedor de Segovia y El desdichado en fingir se encuentra en sus propias creaciones literarias. De hecho, para la también cronista y poeta, el trabajo de Alarcón no es otra cosa que su ''proyección autobiográfica".

Así, entendiendo cada pieza teatral como si se tratara de la página de un libro de memorias publicado en múltiples tomos, Peña recupera en su texto la gran incertidumbre sembrada por el propio escritor en cuanto al lugar y año de su natalicio -Alarcón sostuvo siempre que nació entre 1580 y 1581- para sugerir que el dramaturgo ''hablaba en sentido figurado".

alar2 De acuerdo con lo señalado por la fe de bautismo transcrita por Leopoldo Carranco Cardoso, el autor de Los empeños de un engaño llegó al mundo en 1572. Entonces, la razón de esta diferencia de ocho años radica -en palabras de la investigadora- en que el ''nacimiento real" se dio, para Alarcón, en el momento en que su familia se trasladó de Taxco a la capital de la Nueva España y pudo integrarse al mundo. ''La imagen de la cueva en La cueva de Salamanca vendría a ser la proyección tardía del trauma del encierro", aislamiento que, seguramente, se debió a la idea generalizada de que una persona deforme, corcovada o enana era producto virtual del comercio carnal de la madre con el diablo.

Y el creador de El semejante a sí mismo era uno de estos seres repudiados por su doble joroba. Era un hombre ''dejado de la mano de Dios", con cara de búho y cuerpo de rana.

Existencia en el filo de la navaja

''Puestos a especular sobre la proyección de Ruiz de Alarcón en sus personajes no está por demás reparar en que don García -personaje clave de su obra- presenta puntos de coincidencia con su creador: el hecho de que en su discurso mentiroso diga que es un indiano que contrajo matrimonio secreto en Salamanca.

''La tendencia de este personaje a mentir, el enredo consecuente y el castigo final nos coloca en el terreno del que falsea la edad real, hace malabarismos para perpetuar el engaño y recibe un castigo simbólico, que viene de afuera a través de los vituperios lanzados contra él por sus contemporáneos."

Pero pareciera que todo en Juan Ruiz de Alarcón es un enigma: como el misterio que envuelve a su verdadero rostro desde que la investigadora Willard King propuso en uno de sus libros una imagen con labios gruesos, nariz recta y corta, cejas delineadas, frente despejada, bigote espeso, cabellera abundante y patillas rizadas. En síntesis, la faz de un español o criollo mestizo en el que no se adivinan las pecas, la tez pálida, el rostro enjuto de búho de ese extraño hijo de Indias, mezcla en lo racial de castellano y semita que -dice Margarita Peña- era Alarcón.

El trabajo de Peña fue más allá de la configuración física del autor de Quien mal anda mal acaba. A lo largo de los nueve años que le tomó su investigación por instituciones como el Archivo de Indias, la London Library y las bibliotecas Estatal de Berlín, Municipal de Versalles y Nacional de Madrid, la académica halló material suficiente para colocar a la familia de Ruiz de Alarcón en el ámbito ideológico de los judíos conversos. ''Por documentos sabemos que el abuelo materno tenía antecedentes judaicos que fueron detectados por la Inquisición en un connato de proceso que se detuvo gracias, seguramente, al dinero y a sus influencias".

Margarita Peña se atreve a señalar que el dramaturgo vivió en el filo de la navaja y que se salvó de caer en las manos del Santo Oficio, pues su estilo de vida -incurrió 20 años en concubinato y fue un buen conocedor de la magia renacentista- era más que suficiente para condenarlo.

Por si fuera poco, la también novelista dedicó una buena parte de su tiempo a buscar las ''ediciones sueltas" que existen en el extranjero para concluir que, ''por alguna extraña razón", en los acervos mexicanos la obra de Ruiz de Alarcón es muy escasa.

Si la atribución de La verdad sospechosa a Lope de Vega y la subsecuente imitación de la comedia por Corneille le abrieron, hace siglos, la puerta de acceso al ámbito francés, pareciera que aún no se ha encontrado el motivo para poner en escena la totalidad de su teatro, traer del extranjero el material bibliográfico aquí inexistente y establecer catálogos descriptivos del corpus dramático.

Han pasado muchos siglos desde su fallecimiento -ocurrido el 4 de agosto de 1639- y ''el peregrino no ha logrado regresar totalmente a su patria".