SABADO 17 DE JUNIO DE 2000
Ť Obra-evangelio con el Ballet Teatro del Espacio
Y en Bellas Artes, Año cero demostró que la utopía pervive
Ť Punzante crítica a la sociedad de consumo, tesis de Descombey
Angel Vargas Ť Dios abandonó los templos para ocupar los aparadores de los inmensos centros comerciales. Todo es insensible e ilógico ahora... No obstante, la utopía pervive.
Ese es el evangelio que la palabra/movimiento/poesía del Ballet Teatro del Espacio trajo ante los fieles que esta noche de jueves se congregaron en el Palacio de Bellas Artes.
El profeta/coreógrafo Michel Descombey deja que sus 12 apóstoles/bailarines sean los que se encarguen de esparcir sus parábolas acerca del milagro de la vida y de cómo, en nombre del progreso humano, se ha corrompido en vicios y contradicciones.
Año cero regresa al palacio de mármol tras un cuarto de siglo de su entreno en el mismo recinto, que le valió convertirse en una obra/hito en la danza contemporánea mexicana, no sólo por la temática crítica hacia una sociedad de consumo opresiva, sino por ser de las primeras ocasiones que la desnudez mostraba su belleza plena en el máximo escenario cultural de México.
El silencio y la quietud imperan en la oscuridad del teatro. Se da la tercera llamada y la voz con acento francés de Descombey anuncia que la función será en homenaje a la memoria de Rafael Castanedo, maestro recientemente fallecido.
Irrumpe una mortecina luz naranja y, sobre el escenario, yace una aparente flor de cuerpos humanos, inanimada. Comienza a palpitar al compás de una música primigenia. El prodigio de la vida ha empezado.
Tiempo de dejar el pasado
La flor desgaja sus pétalos y éstos se transmutan en protozoarios y la evolución continúa, de acuerdo con la teoría darwiniana, sólo que de manera vertiginosa. El ser humano se erige como la culminación máxima de la naturaleza. Comienza a conocerse en cuerpo y espíritu. Comprende que la felicidad está con los otros de su especie y así se reúne en sociedades primitivas.
Y los músculos de los danzarines en movimiento son entonces metáforas que inscriben al amor, al deseo, a las ambiciones y a la esperanza en la historia de la humanidad. El mensaje de un futuro promisorio cierra la primera parte de la coreografía.
El telón cubre el campo visual, pero detrás de él se escucha un barullo de máquinas de toda índole que anuncia el arribo de la era industrial. Es la segunda parte/salmo: el mundo supuestamente consumado del hombre en el consumismo.
La globalización cae del cielo en forma de globos. Las cifras son ahora la escenografía. Un merolico da la bienvenida a esta época donde la esperanza es un lastre. ƑPara qué ambicionarla si todo se puede comprar?
Los bailarines son seres globalizados, gracias a sus ropas de plástico policrómicas que, como sus anhelos, se alimentan del aire. Y de entre del público estalla la risa una y otra y otra vez, ante lo absurdo y punzante de los comerciales que, fuera del recinto, se escucharían como algo de todos los días: ''Con Robaproa, aproveche el secreto bancario globalizado" o ''Desodorante Piel de ángel: la virginidad de sus axilas. El sudor domado, el deseo renovado".
Ultima parte: Inexplicable, pero los seres abandonan sus vestimentas y acciones burdas. Y, como en sus inicios, empiezan a reconocer y reconocerse, a reencontrarse con su cuerpo y espíritu. La libertad es movimiento de hierro templado.
El sol aparece detrás de los cuerpos y augura un nuevo principio. Es tiempo de dejar en el pasado lo que es de él y con ello abrirse a la esperanza. Los bailarines/apóstoles entran al año cero con la incertidumbre y la inocencia de su desnudez.
Así fue, según el evangelio del coreógrafo Michel Descombey, relatado por el Ballet Teatro del Espacio. Primera de cuatro funciones.