* Luis González Souza *
Avanzar resistiendo
Otra vez México vive una hora de resistencia crítica. Ya no sólo contra zopilotes extranjeros. También, y ahora sobre todo, contra golpeadores "nacionales", algunos incluso vestidos de candidatos a la Presidencia. La resistencia nacional se vuelve más difícil, pero más necesaria.
La buena noticia es que la sociedad mexicana todavía cuenta con una reserva de dignidades mucho más confiable que la reserva de divisas (a punto de volver a evaporarse en la crisis intersexenal más negada). Y otra noticia venturosa es que esa reserva de dignidades ya no se limita a la ancestral resistencia de nuestros pueblos indios.
"Encuentro de la Resistencia de Todos", pudiera ser el mejor nombre de lo que vivimos los pasados 9 y 10 de junio en el Zócalo. Para los coleccionistas de cifras macro, el encuentro resultó un fracaso. Sólo se contabilizaron unos mil asistentes, y todavía menos, si descontamos la asistencia flotante. En cambio resultó todo un éxito para quienes reparan en que fue un encuentro convocado por la propia sociedad (no por el EZLN); que se hizo con recursos tan raquíticos como su difusión, y que ocurrió en un momento plagado de fiebre electoral, lo mismo que de noticias y programas televisivos a cual más de distractor y morboso.
Más allá de la numerología, este encuentro se distinguió, entre otras cosas, por su horizontalidad intercultural y por su énfasis en la necesidad de una resistencia propositiva, incluyente y, además, de largo aliento. Es decir, una resistencia para avanzar, y no sólo para sobrevivir. Una resistencia que hace tiempo merece México: basta de acorralamientos, sumisiones y sentencias de muerte para su derecho a la soberanía, a la democracia y al verdadero desarrollo. Es más que tiempo para un desarrollo grande, multicultural, apuntalado en una soberanía y en una democracia profundas: nutridas desde la autonomía de nuestros primeros pueblos, los indios.
En las mesas de trabajo, lo primero a destacar fue la activa y muchas veces determinante participación de indígenas. En Chiapas ello no es sorpresa, pero Ƒqué tal en el DF, santa sede del chilanguismo criollo? Inclusive un representante mixteco llamó "cabezones" a dos de nuestros intelectuales más destacados, al exhortarlos a no bajar la guardia en el apoyo de la sociedad a la lucha zapatista (suponemos que aquí lo "cabezón" aludía a inteligencia grandota).
La vocación incluyente también asomó en el acuerdo de no presentar resolutivos concluyentes, sino abiertos a su enriquecimiento con encuentros, caravanas y foros en diversos lugares del país. La pertinencia de los resolutivos queda bien ilustrada por los cuatro recogidos en la "Declaración del Zócalo" con la que finalizó el encuentro: 1) Hacer fracasar el intento gubernamental de terminar el conflicto en Chiapas por la vía militar, es decir, con un golpe final contra el EZLN. 2) Revertir la militarización del país y disolver los grupos paramilitares, así como la anticonstitucional PFP. 3) Enriquecer el Plan de Acción para la Resistencia Civil Pacífica, acordado en el propio encuentro y que incluye la conformación de una red de ciudadanos, organizaciones y movimientos civiles y sociales para coordinar acciones; y 4) Sumar a otros al emplazamiento que aún antes del encuentro se hizo a todos los candidatos presidenciales para que definan sus posturas frente al conflicto en Chiapas. Al encuentro sólo llegaron un amplio comunicado de parte de Cuauhtémoc Cárdenas y un breve saludo de Manuel Camacho.
Además de pertinentes (basta leer los más recientes ejemplares de La Jornada), los resolutivos del encuentro fueron de una gran riqueza. Incluyeron acuerdos que van desde el impulso a un "gran movimiento contra la guerra y por la democracia", el despliegue de una "guerrilla informativa" para resistir la desinformación de los medios, el alto a las privatizaciones (electricidad, petróleo, educación, patrimonio cultural), la creación de "una procuraduría electoral autónoma" y la expansión de costumbres comunitarias (como el tequio) para cuajar una alternativa propia frente al neoliberalismo, hasta la creación de condiciones para un tercer encuentro de la sociedad civil con el EZLN.
Resistencia, mucha resistencia, porque antes que nada hay que sobrevivir... como personas y como nación. Pero al mismo tiempo hay que transformar la sobrevivencia en una vida verdadera. Avanzar resistiendo, pues. Y a ello, el encuentro del Zócalo vaya que ayudó.