MARTES 20 DE JUNIO DE 2000
* Ugo Pipitone *
Europa, desempleo, izquierda
El Consejo Europeo se encuentra reunido en Feira (Portugal) para definir rumbos de convergencia en las políticas fiscales de los quince países de la Unión. El otro tema es el clásico Ƒqué hacer? frente a un gobierno austriaco ultraconservador y con tintes de nostalgia nazi.
La moneda única europea (euro) es insostenible en el largo plazo si se permite a los gobiernos nacionales fijar en forma independiente sus propias políticas fiscales. Frente a situaciones de gasto público excesivo de parte de algún país miembro, el Banco Central Europeo (BCE) se vería obligado a aumentar la masa de dinero circulante con efectos predecibles sobre la inflación. Y si el BCE se rehusara a aumentar el circulante, los países con problemas presupuestales podrían abandonar el euro para reconquistar un mayor margen de maniobra por el lado de la oferta monetaria y del tipo de cambio. Lo cual, obviamente, pondría el euro al borde del colapso.
El otro tema es Austria. Y aquí también las opciones no son fáciles. Conservar el ostracismo puesto en acción hace meses contra el gobierno de Viena, podría producir serios contragolpes nacionalistas en un escenario europeo que va (lentamente pero va) hacia su integración política. Sin embargo, una clara reconciliación entre las autoridades europeas y el gobierno ultraconservador austriaco sentaría un precedente de condescendencia hacia gobiernos que coquetean con el racismo y la xenofobia.
Mientras tanto, la federación sindical europea anuncia una gran manifestación en la ciudad de Feira, para exigir políticas de pleno empleo. Recordemos de paso que en la Unión Europea la tasa de desempleo ronda alrededor de 9 por ciento. Una situación que condena a la pobreza a decenas de millones de individuos y familias, que agudiza el problema del financiamiento de la seguridad social, sin considerar la desafección de amplios sectores de población hacia una Europa incapaz de poner el pleno empleo entre sus máximas prioridades.
Y aquí también las autoridades europeas se enfrentan a nudos históricos que no parecen tener la amabilidad de desatarse solos. Hubo un tiempo en que el comercio internacional y la circulación de los capitales de un lugar a otro del planeta no tenían la importancia que (bajo el rubro "globalización") tienen hoy. En las nuevas circunstancias el keynesismo en un solo país o es una utopía ingenua o es camino a la autarquía. Se trata de acercarse lo más posible al pleno empleo mientras se avanza en el terreno de la productividad, y combinar las dos cosas en un contexto de revolución industrial que barre el planeta con oleadas de innovaciones, nuevas tecnologías y nuevos productos. Todo esto es fácil sólo en las cabezas dogmáticas cuyas certezas están fuera de la historia. No resisto la tentación de recordar las letras de una canción de Sting: Without the voice of reason every faith is its own curse (sin la voz de la razón toda fe es su propia maldición).
No digo que sea el caso de los sindicatos europeos que, con sobradas razones, se manifiestan a favor del pleno empleo (un objetivo esencial para cualquier sociedad que piense la democracia en términos no exclusivamente formalistas), pero aún existen sectores de izquierda para los cuales el derrumbe de la URSS y las gigantescas transformaciones de la economía mundial de las últimas décadas parecerían accidentes menores que no imponen una reflexión crítica profunda sobre las estrategias del pasado y del futuro. De todo hay en la viña del Señor, incluso gente que hace de las derrotas y de su propia marginalidad una razón de orgullo. Obviamente en nombre de los ''principios''. Principios que, a la menor revisión, se muestran en muchos casos como residuos de naufragios de los que muchos prefieren no enterarse.
Pero, más allá de los retrasos de cierta izquierda que, desconcertada frente a los cambios del mundo, se conforta en el mesianismo, el problema sigue: Ƒcómo empalmar globalización y pleno empleo? Renunciar a la primera supone ponerse al margen de la historia; renunciar a la segunda significa despedirse de la justicia.