MIERCOLES 21 DE JUNIO DE 2000
Escuela circense
* Bernardo Bátiz Vázquez *
Hay un noticiero de la radio, que es además programa de comentarios de todo tipo, incluyendo cuestiones políticas y económicas pero con alcances prácticamente a todas las áreas de la actividad social; sus reporteros e informantes, como las bendiciones papales, son urbi et orbis; se encuentran en todos lados de la ciudad, incluido el espacio aéreo, pero se hallan también en muchas capitales del mundo y se desplazan a cualquier sitio en donde hay algo importante de qué informar.
Sin duda la organización del sistema, que no mencionaré pero que todo mundo conoce, ha requerido un gran esfuerzo, trabajo intenso de quien lo encabeza y una gran fidelidad y dedicación de todo el equipo.
A pesar de ello, el programa es con frecuencia irritante; sus conductores son impacientes, intolerantes, regañones, refunfuñones, arrogantes. Sobre todos los asuntos tienen la última palabra y a todo mundo le dicen cómo debiera hacer su trabajo y le recuerdan en qué está equivocado.
Hablan lo mismo de las grandes cuestiones de la economía mundial, que de los problemas de tránsito de la ciudad, y se refieren con igual pasión e intolerancia a los osos de un zoológico que al problema universitario, pero eso sí, en todos los temas tienen la razón y los entrevistados, participantes o personas aludidas en sus comentarios, son siempre seres inferiores, que no saben hacer las cosas bien y a quienes hay que regañar e indicarles qué es lo que está mal y cómo sería facilísimo hacerlo bien.
Si encuentran una respuesta razonable de sus interlocutores, contestan con pujidos y monosílabos cortantes y cargados de intención reprobatoria.
Hace unos días (pongo este ejemplo), dedicaron algo así como cuarenta y ocho horas para reiterar hasta el cansancio, y con un dejo de burla, que el gobierno de la ciudad inauguró una escuela circense para niños de la calle. En todos los segmentos y durante dos días, cuando menos, los intolerantes conductores de los diversos noticiarios destacaron que se gastaban 600 mil pesos en una escuela destinada a que los niños de la calle aprendieran a caminar bien sobre vidrios y a tragar fuego.
En ningún momento se tomaron la molestia de buscar las aristas positivas de la noticia, sólo veían un gasto reprobable y una acción inútil a su juicio, un juicio por cierto, inapelable a irrebatible.
Menciono este caso como un ejemplo de cómo se manejan algunos medios de comunicación, empeñados en campañas en contra de alguien o simplemente convencidos de que son todopoderosos detrás de un micrófono y que pueden emitir sus sentencias y calificar las acciones de los demás con plenitud de jurisdicción y sin derecho a réplica.
En el asunto que nos ocupa, no tomaron en cuenta que la escuela circense, una buena idea, que responde a una tradición mexicana, es una entre muchas de las actividades que el actual gobierno de la ciudad ha emprendido para rescatar a los niños sin hogar, tan olvidados y abandonados en otros tiempos, en los que sólo se les recordaba para perseguirlos en forma violenta e inhumana.
Los severos conductores del programa a que me refiero, no han notado que la escuela circense es solamente una de las muchas acciones emprendidas por la Secretaría de Desarrollo Social del Gobierno del Distrito Federal para rescatar inmuebles abandonados, en desuso o en proceso de degradación, con objeto de darles un destino socialmente útil. Los inquietos y severos conductores del programa no se han ocupado, por ejemplo, de la rehabilitación de la antigua Cárcel de Mujeres de Santa Martha Acatitla, que ha sido transformada en un centro de convivencia social con farmacia, guarderías infantiles, espacios para personas de la tercera edad, cafeterías y biblioteca; la noticia del circo para pobres parece ser más interesante.
La radio tiene una gran penetración y por tanto una gran responsabilidad; los ciudadanos, por nuestra parte, debemos de reconocer los aciertos de quienes en ella laboran y aplaudir el esfuerzo cuando éste se traduce en servicio para la comunidad, pero también hemos de señalarles sus exageraciones e injusticias y recriminarles su parcialidad y sus actitudes negativas. *