MIERCOLES 21 DE JUNIO DE 2000
* Por saturación de catálogos, la industria vuelca su mirada a los oídos de los niños
Musicoterapia, entretenimiento, sicología de la percepción y mercadotecnia, en boga
* Proliferan colecciones discográficas que buscan alentar la formación de futuros melómanos
Pablo Espinosa * Aunado a su crisis productiva, la paradójica saturación de los catálogos de música ''clásica" ha derivado en modalidades que redundan en beneficio no sólo de la melomanía, sino de la posibilidad de brindar a los mayores maneras de cumplir sus responsabilidades de educación que tienen sobre los depositarios del futuro. Así, de entre las novedades discográficas resalta una serie de compactos dedicados a los dadores de dicha de los hogares. Música de concierto para niños.
El disco Bach para bebés (Philips) forma parte de ese conglomerado de nuevos compactos cuyos títulos, presentaciones y mercadotecnia parecen apelar a fruslerías, dar gato por liebre, acrecentar el mero consumismo pero en cuanto uno escucha el contenido se percata de la pertinencia y bondad de buena parte de ellos. Trátase, en este caso, de buenos materiales y, precisamente porque la industria del disco está en crisis al menos en el renglón de música ''clásica", han debido bajar sus precios.
El primero de los discos en cuestión es una manera espléndida de disfrutar. Su título original, Bach for babies. Fun and games for budding brains (Bach para bebés. Diversión y juegos para cerebros en botón) obedece a un concepto, una intención, el resultado de una investigación musicológica en la que se involucra, a partes condimentables, musicoterapia, fisiología, sicología de la percepción y, por supuesto, mercadotecnia.
El mismo sello, Philips, ha desplegado una lista amplísima de títulos en el mismo tenor. Mozart para las mañanas, Beethoven para acostarse, Debussy para soñar de día, Barrocos para la regadera, Bach en la cama, Mozart para embarazadas, Beethoven para amantes de la lectura, Barrocos para ligar, Mozart para meditar. Bach para el desayuno. Mozart para estimular el cerebro. Mozart para mañanas de domingo. Amame esta noche. Y así por el estilo.
Detrás de esas apariencias está el contenido de los discos de marras: verdaderas maravillas. El de Bach para bebés, por ejemplo, está concebido de acuerdo con investigaciones que no obstante siguen (saludablemente) despertando vivísimas polémicas y contienen el elemento de la lógica, del sentido común y la coherencia.
El concepto de este disco compacto se sostiene en el siguiente razonamiento: los bebés son amantes naturales de la música. Los primeros sonidos que conocen son las pulsaciones corporales y el latido cordial de su mamá. Cuando saltan del útero a los brazos paternales, escuchan canciones de cuna, que no son sino sencillas melodías, memorizables, entonadas en el eco de su autoimitación intrínseca. Pues bien, la música de Bach, al igual que la de Mozart, contiene esa sencillez pueril, desnuda, edénica. Maese Bach gustaba de construir sus texturas, harto complejas vistas en su conjunto, precisamente con base en la imitación, en la repetición de melodías, trazos sencillos, en los diferentes hilos polifónicos. Es una música que fácilmente se tararea, canturrea, silba, repite, imita. Es una música, ante todo, que acaricia, apapacha, arrulla, estimula la sinapsis, la chispa que se enciende cuando una neurona conecta con otra y activa los circuitos cerebrales. šQué padre ser bebé!
ƑSólo para cultos?
Nuestro disquito en cuestión está construido en tres grandes capítulos: Waking up (Despertando), Playtime (Jugando) y Sleepytime (Volver al sueño). Y aquí es donde la calidad del contenido se impone, pues mientras que el destino manifiesto parece condenar a la ecuación niños igual a ñoñerías, o chiquiteces, he aquí que el primer track es nada menos que el praeludium de una Partita de Bach, o séase, lo que muchos dizque exquisitos se precian de escuchar como demostración de su excentricismo, el non plus ultra, el capítulo de título doctoral de un melómano. Una Partita pero de madre ameritarían las mentes reaccionarias que piensan (Ƒpiensan?) que para escuchar música ''clásica" hay que ser muy culto. O eso nos quieren hacer creer.
Partitas, preludios, danzas (Ƒqué otra cosa sino música bailable eran las bourrés, gavotes, sarabandes y otras delicias de peluca y lunar de la divertidísima y cachonda era del barroco? Música de reventón, pues), fugas, rondós, minuetos, pasajes de algunos de los Conciertos de Brandeburgo, suites, sonatas y conciertos. Inclusive, degustaciones espirituosas tan alucinógenas como el track 11, que contiene la Tercera Fuga del Libro Uno de El Clave Bien Temperado pero en puritita síncopa, en cachondérrimo y suavecito e hiperdisfrutable, irresistible jazzecito.
Clásicos para niños (Decca, dos volúmenes) es otro buen ejemplo. Contiene, como su nombre lo indica, la excelencia de los títulos obligados: la Guía orquestal, de Britten; El carnaval de los animales de Saint-Saens; la Sinfonía de los juguetes de Leopold Mozart; Pedro y el lobo, de Prokofiev; El aprendiz de brujo, de Dukas; El vuelo del abejorro, de Rimsky-Korsakov y El rincón de los niños, de Debussy, entre otras linduras.
Clásicos divertidos (Philips), en tanto, es coherente con su título: inicia con una obra que debería difundirse más (la Sinf ónica Nacional la ejecutó hace un par de meses en Bellas Artes, en sus ciclos para niños) y que es una delicia: La máquina de escribir, de Leroy Anderson, y es algo así como un concierto para máquina de escribir y orquesta. Le siguen pasajes de obras célebres distinguibles por su vivacidad, encanto, ligereza de ánimo, entre ellas la Danza húngara número 5 de El Barbitas Brahms, o bien esa maravilla de Grigoras Dinicu titulada Hora Staccato, o bien la Danza ritual del fuego, que nunca falla, del maestro Manuel de Falla.
Locura por los dibujos animados (Deutsche Gramophon) pertenece a una serie cuyo título es lo de menos, de no ser porque se trata de lindas retacerías, frag mentitos misceláneos que antes eran denominados high lights, luego grandes hits y ahora ya ni saben cómo ponerles, pero lo importante es que se trata de maneras de escuchar muy amenas, antisolemnes, divertidas. Porque en esto de la ''música para niños" hay mucho escrito, pero lo que importa es, como en los hábitos de lectura, construir el gusto por el placer. Qué otra cosa es la música sino placer, lo cual para la ultraderecha significa pecado. Placer igual a pecado. Huummm, qué rico.
Para Elisa. Mi primer recital (Deutsche Gramophon) es, por último, un bocado de cardenales para los amantes del teclado. Por otra parte, es un estímulo para los niños prodigio en ciernes. Algunos de los mejores pianistas del planeta ejecutan aquí pasajes célebres (así como en los discos anteriores, los ejecutantes, es decir los solistas, directores y orquestas son los mejores en la canica). Entre otros grandes del piano: Wilhelm Kempff, Daniel Baremboim, Martha Argerich, Maria Joao Pires, Clara Haskil, Emil Gilels. Además, como hoy los niños nacen con su computadora bajo el brazo, este compacto contiene material multimedia, legible aún en las más domésticas pecés.
šQué padre ser niño! Uno lo puede todo, inclusive escuchar música de una manera libre. Y soberana.