MIERCOLES 21 DE JUNIO DE 2000

Las princesitas de Saint-Exupéry

 

* José Steinsleger *

Antoine de Saint-Exupéry vivió en la época en que el acto de escribir incluía la reflexión del hombre consigo mismo y con su destino. No tuvo el vuelo literario de un Malraux, de un Sartre, o de un Camus. Pero literalmente voló más alto porque fue aviador, cuando volar exigía limpiar a mano el parabrisas y ver desde arriba las luchas que desgarran la vida de los hombres.

Nacido el 29 de junio de 1900 entre apellidos que se remontaban a los cruzados del siglo XIII, Saint-Exupéry se formó con los jesuitas y a los 12 años recibió su bautismo de aire, luego del cual escribió un poema: ''Temblaban las alas bajo el soplo de la tarde / con su canto el motor acunaba el ala adormecida...''

Sin caer en el realismo social y su caricatura de la realidad o el surrealismo que de ella fuga, Saint-Exupéry escribió acerca de las experiencias directas y reales de su vida que, en vuelo, agotó más de siete: dos accidentes en Estrasburgo; uno más durante las pruebas de un hidroavión torpedero; dos aterrizajes forzosos en el desierto de Senegal, salvado de morir ahogado en el delta del Mekong, deshidratado en el desierto de Libia, con múltiples fracturas de cráneo en Guatemala y presa de las llamas en una misión de guerra sobre el Mediterráneo.

ƑCómo encasillar a quien sentíase reencarnado en el espíritu de Nietzsche? El autor de El Principito se confundió con las ideologías de su época y, como buen aristócrata, coqueteó con todas ellas: la ética bizarra de los comunistas, la intransigencia libertaria de los anarquistas, el culto al peligro de los fascistas, la utopía democrática de los liberales y el amor a la patria de los conservadores hasta que su avión fue abatido sobre el mar de Córcega, en víspera del desembarco de los aliados en Provenza, el 31 de julio de 1944.

Saint-Exupéry no se consideraba a sí mismo un ''escritor profesional''. Pero tras de leer El Principito, Heidegeer opinó que se trataba de ''uno de los libros más existencialistas del siglo''. El piloto-escritor asegura que el personaje nació en el asteroide B 612... Sin embargo, los hombres que no saben volar porque todo lo investigan, aseguran que nació en Argentina, en un castillo abandonado de la provincia de Entre Ríos.

En la novela Tierra de los hombres (capítulo Oasis, que originalmente iba a llamarse Las princesitas argentinas), nos enteramos de lo que sucedió en aquella primera visita que el escritor realizó en 1929 al extraño palacio selvático de la familia Fuchs-Valon, actualmente conocido como ruinas de San Carlos, donde la Alianza Francesa estampó una placa recordatoria en 1966.

''Me referiré a una breve escala en alguna parte del mundo. Era cerca de Concordia... Había aterrizado en un campo y no sabía que iba a vivir un cuento de hadas...'' Allí, Saint-Exupéry conoció a las niñas Suzanne y Edda, hijas de la familia, a quienes divirtió con sus juegos de naipes, otra habilidad del escritor.

Las niñas poseían una iguana, una mangosta, un zorro, un mono y abejas. Pero cuando estaban cenando, algo silbó en el suelo. Intrigado, el huésped desencajó los ojos y la mayor de las niñas lo tranquilizó: ''Son las víboras. Tienen su nido en un agujero, debajo de la mesa''.

Lo que no se cuenta en Tierra de los hombres, lo cuenta el radiovolante que viajaba atrás del piloto. Parece que, al igual que todos los niños, las ''princesitas'' eran poco inocentes. Así que al ver que por debajo de la mesa el invitado había entablado un duelo de piernas con las de la mamá, inventó lo del nido de víboras. Es la niña que, con tierna malicia, se describe en la frase ''... mientras mordía en su pan con sus jóvenes dientes salvajes''.

En los tres años que vivió en el país rioplatense, abriendo las rutas futuras de ''Aerolíneas Argentinas'' (1929-31), Saint-Exupéry visitó varias veces el castillo entrerriano. ''Pronto era parte de la familia. La madre lo adoraba, así como las hijas...'', asegura Curtis Cate, biógrafo estadunidense. No obstante, otros testigos matizan el comentario: ''Todos lo querían, menos el señor Fuchs...''.

El día en que el escritor partió para siempre, se dirigió a las princesitas, dejándoles un mensaje: ''Tengan cuidado o un buen día aparecerá un horrible pequeño marido y se las llevará en cautiverio''.

El aeroplano se perdió en el cielo. Años después, cuando Francia fue ocupada por los nazis, las princesitas, ya señoritas, no entendieron bien a cuento de qué el severo papá Fuchs bailaba de alegría, recorriendo con gozo los amplios salones del vetusto palacio y los ubérrimos terrenos de su propiedad. *