MARTES 27 DE JUNIO DE 2000
* Astillero *
* Julio Hernández López *
Los júbilos de fin de campaña de los candidatos a la Presidencia que no son priístas, hacen a veces perder de vista que la maquinaria tradicional de defraudación electoral del binomio PRI-gobierno está funcionando a su máxima capacidad, sin indecisiones ni sobresaltos, organizando todo para que este domingo aparezca en las urnas Francisco Labastida Ochoa como ganador.
No se necesita ningún instrumento especial de adivinación para entender que el fraude electoral del 2000 ya está presente, imparable, implacable.
La compra del voto, la coacción, y la mapachería hoy llamada ingeniería electoral, son una realidad absoluta, de tal manera que, aun cuando fuera enteramente respetado el acto instantáneo del cruce de la boleta electoral el próximo 2 de julio, el proceso ha sido ya sistemáticamente manchado.
La adulteración no se dará solamente en el momento estricto de la emisión del voto (aunque también será así, sobre todo en las zonas rurales), sino que ya se ha dado en el proceso previo, en los meses, las semanas y los días en que se ha ido tejiendo la red de intimidación, corrupción y manipulación que desembocará en las urnas este domingo supuestamente enigmático.
Ese presunto triunfo de Francisco Labastida ha sido construido y será firmemente defendido por el sistema en pleno, cuyos intereses en peligro han producido realineamientos, recomposiciones y reconciliaciones: Todo el dinero de los principales hombres del dinero, todo el peso de los grupos poderosos, todo el control y la manipulación de los medios, todo el dinero público posible, todo el dinero subterráneo necesario para la operación electoral, todos los programas y las obras y los servicios del gobierno a cambio de credenciales electorales y de votos para el PRI.
Esa decisión de no soltar el poder a ningún costo está tomada, entre otras causas, debido a que la división entre los opositores (Fox y Cárdenas) impedirá la concentración del voto en un sólo casillero, ya que el tono de las divergencias entre esos dos candidatos ha tomado caminos virtualmente irreversibles.
Los alborozos de los cierres de campaña, de las plazas llenas y de los discursos triunfalistas parecen hacer creer a los seguidores de los dos candidatos opositores que se encaminan a una contienda aritméticamente confiable: dos más dos tendrán que sumar cuatro.
A ese espejismo contribuye la palabrería producida en el IFE respecto a la presunta máxima seguridad que caracterizaría al sistema mexicano electoral. José Woldemberg mismo ha reconocido la existencia de indicios de coacción y compra de votos. Pero se ha promovido, sin embargo, entre los electores, la idea de que la caja fuerte donde se depositarán los votos es a prueba de mapaches, como si el importante fuera sólo el acto procesal específico del depósito del sufragio en la urna, y no todo el contexto condicionador y distorsionador previo, que actualmente está en marcha.
Posibles escenarios
Esa pretensión de imponer a Labastida a como dé lugar generaría reacciones adversas de distinto signo. El panismo, en particular, reaccionaría con enojo ante el robo que supondría se habría hecho contra su candidato que, a su vez, habría contribuido a esa explosión de ira (y acaso a la posterior depresión cívica, a la frustración) al exagerar los términos de un presunto triunfo que él ya hace pasar ante sus seguidores como inevitable. La confrontación con el sistema extremadamente endurecido llevaría a segmentos panistas importantes, hasta hoy desplazados y en algunos casos ofendidos, a buscar la misma salida que en Guanajuato llevó al poder a Carlos Medina Plascencia y preparó el camino para el posterior triunfo estatal de Fox: la concertación con el poder priísta. El jefe Diego es un ave que ronda con especial atención ante estas posibilidades de desastre. Igual varios de los panistas tradicionales que fueron desplazados por Amigos de Fox y que están a la espera de nuevos reacomodos internos.
El PRD, por su parte, enfrentaría una nueva derrota que por lo demás es explicable. Si las expectativas demoscópicas son ciertas, quedaría en tercer lugar. El sitio de principal opositor le habría sido arrebatado. El atraso político mexicano creó las condiciones propicias para que creciera una figura contradictoria y retadora como es la de Vicente Fox. Cárdenas, a pesar de sus prendas personales, políticas y éticas, no pudo ganar ese rating de alguna manera parecido al logrado por los talk shows. Hubo, hay, desde luego, muchos errores, unos cometidos en el desgastante paso por el gobierno capitalino, otros en el curso de una campaña mal realizada.
Voto doblemente útil
Pero, en ese escenario hipotético de buscar un triunfo priísta a bayoneta calada (que éste columnista ve totalmente dibujado, plenamente anunciado), las únicas posibilidades de resistencia que se esbozan son dos: el voto útil a favor de Fox, que sería un voto instantáneo, casi con los ojos cerrados, de quienes no comparten la ideología foxista pero estarían dispuestos a aceptar su encumbramiento con tal de que no gane nuevamente el PRI, o el voto doblemente útil, el que por igual rechaza a Labastida y a Fox y que, a sabiendas de que ellos dos son los punteros, fortalece y ensancha la opción nacionalista, el programa cardenista, la expectativa de izquierda, porque entiende que la lucha verdadera no se acaba en el acto de la emisión del voto, sino en la posterior defensa de las convicciones y los principios.
México se encamina hacia el triunfo de cualquiera de las dos opciones principales, la del viejo PRI o la de la nueva derecha. Quien quiera regalarse la satisfacción de saber que su candidato sea el próximo presidente no deberá votar por Cárdenas, pues éste, a pesar de las plazas llenas, no tiene posibilidades reales de victoria. Quien quiera, por el contrario, y aunque la inmediatez haga parecer paradójica esa postura, mantener viva la esperanza de un cambio democrático real, de una alternativa popular, de un proyecto nacional en defensa de los marginados y no de la modernidad blanquiazul o tricolor, deberá votar por Cárdenas, porque la verdadera lucha se dará a partir del 3 de julio, defendiendo los principios y las razones con una fuerza de resistencia que habrá de impedir que la nación caiga en los peligrosos excesos que ya se perfilan con Labastida y con Fox.
El Inegi y la migración
Varios lectores deploraron, por correo electrónico, la torpeza de este tecleador a la hora de comentar los resultados oficiales del censo realizado por el INEGI, en el que aparentemente habría menos mexicanos de los que se habían previsto para el año 2000 (97.4 contra 100 millones).
El factor omitido, que hacía que pareciera que los mexicanos habíamos controlado la natalidad y vencido las predicciones de explosión demográfica, eran los millones de hermanos que han debido emigrar, fundamentalmente a Estados Unidos, en busca del trabajo y las remuneraciones que su patria no es capaz de darles.
Rodolfo Tuirán, el titular del Consejo Nacional de Población, dependiente de la Secretaría de Gobernación, reforzó anteayer esa hipótesis, al decir que el censo del Inegi tuvo omisiones explicables en razón de las características socioeconómicas, culturales y demográficas del país.
Entre esas omisiones, explicó, suelen estar los menores de tres años, a quienes con frecuencia los adultos no reconocen como entes contables para efectos censales, y, desde luego, el que algunos entrevistados para el censo, "omiten a quienes, siendo miembros del hogar, se ausentan temporalmente por varios meses, generalmente trabajadores que emigran a otras regiones del país o hacia el exterior".
(No está de más recordar que la instancia organizadora del censo, el INEGI, ha sido afectada por manoseos políticos como el reciente, que llevó a su entonces titular, Carlos Jarque, a encargarse de Sedesol, la secretaría provedora de votos para el PRI mediante el tráfico de programas de asistencia social, en la que antes estuvieron Carlos Rojas y Esteban Moctezuma. El INEGI se ha convertido en una instancia altamente sospechosa de maquillar y acomodar resultados a gusto de la élite tecnócratica en el poder.)
Fax: 55 45 04 73 Correo electrónico: