MARTES 27 DE JUNIO DE 2000

Un voto histórico

 

* Alberto Aziz Nassif *

A medida que se acerca el 2 de julio y la campaña llega a su fin, queda la sensación de que nos acercamos a la alternancia. La derrota del PRI se ve como una posibilidad real y las encuestas lo anuncian. Un triunfo del tricolor tendría problemas de legitimidad por las maniobras ilegales de compra y coacción del voto que ha realizado ese partido; por el uso electorero de los programas sociales; por la presión que ejerció sobre los servidores públicos; y por la estrategia de medios en donde logró un predominio desde marzo, como uno de los factores que más han desequilibrado la competencia. En cambio, una victoria opositora sería doblemente legítima: la primera alternancia después de 71 años y, además, el mérito de haber derrotado a una maquinaria que se creía invencible.

Para que México pueda terminar su ciclo de transición democrática necesita de la alternancia en la Presidencia de la República. No basta, como dice la teoría democrática, que se garantice la alternancia como una posibilidad, se necesita ejercer. El argumento es sencillo: mientras ese paso no se dé seguirá vivo el partido de Estado.

En esta campaña hemos visto que junto con los avances institucionales, como la garantía que da el Instituto Federal Electoral (IFE), están también los mecanismos ilegítimos de los que todavía dispone el sistema priísta para maniobrar a su favor con recursos públicos y con la voluntad de los grupos más vulnerables del país, para asegurar votos que de otra forma no podría conseguir.

Las campañas han sido largas y desgastantes, pero finalmente llegó la hora del voto. Desde el punto de vista formal hay cinco candidatos a la Presidencia y tres grandes fuerzas, pero sólo dos opciones reales de triunfo: Fox y Labastida. Así se acomodaron las piezas del rompecabezas electoral. Al comienzo de la campaña, el PRI tenía una cómoda ventaja sobre la oposición, pero poco a poco perdió puntos y Fox logró repuntar. Cárdenas empezó muy abajo y al final pudo levantar un poco su porcentaje, pero no salió de su lejano tercer lugar, distante de los punteros. Después del fracaso de la alianza opositora que los partidos no lograron realizar en 1999, en estos meses la sociedad se ha inclinado de forma mayoritaria por la oposición que más posibilidades tiene de derrotar al PRI. Esa intención de voto es la que el próximo 2 de julio puede lograr la alternancia en la Presidencia de la República. A sólo unos días de la elección, falta conocer la decisión del grupo de indecisos que puede inclinar la balanza final; ése es el gran interrogante en esta cerrada elección.

El momento actual del país puede ser leído como la lucha entre las inercias autoritarias que representa el priísmo con toda su cultura política, su maquinaria, sus compromisos y alianzas, en contra de las tendencias democratizadoras del sistema político, que han tenido avances muy importantes en las alternancias estatales, en la Cámara de Diputados y en el crecimiento de un conjunto de fuerzas y proyectos de cambio, que en las últimas dos décadas han dado la pelea para que México sea un país democrático. Quienes dicen que ya llegamos a la democracia, porque hay estados gobernados por la oposición o porque existe el IFE, no saben en realidad que los principales cambios que necesita una nueva democracia están todavía por hacerse, porque apenas estamos en el inicio de un largo proceso. Sólo una alternancia nacional puede destrabar los nudos que impiden las reformas democráticas que necesita el país: federalismo, libertad sindical, reforma del Estado, gobierno transparente, combate a la corrupción, cambios en la distribución del ingreso, entre otras. Con el PRI no hay ninguna posibilidad de lograr esos cambios.

La elección se volvió una decisión entre más de lo mismo con el PRI y un cambio. En 1988 y 1997 la posibilidad de un cambio la representó Cárdenas. Hoy en día la posibilidad de un triunfo y de lograr la alternancia la representa Fox. El próximo 2 de julio puede concluir un largo proceso, y las ciudadanas y ciudadanos podremos felicitarnos porque México habrá pasado una de sus pruebas más duras: pasar el poder de un partido a otro de forma pacífica, después de 71 años de dominio monocolor. Los votos por la oposición que puede ganar y lograr la alternancia el próximo 2 de julio no sólo serán útiles, sino históricos.

A partir del 3 de julio comenzará una nueva etapa para garantizar el cumplimiento de los compromisos democráticos a los que se ha comprometido Vicente Fox. *