JUEVES 29 DE JUNIO DE 2000
El ritual de la democracia
* Sami David *
Responsabilidad, mesura, prudencia, sensatez. Tales los términos que es oportuno invocar ante la fiesta cívica del próximo 2 de julio. Una campaña en pos de la titularidad del Ejecutivo, tan larga y tan desgastante, ha llevado a los especialistas a plantear diversos escenarios poselectorales. Sin embargo, la madurez de la sociedad mexicana debe imponerse ante cualquier signo oscuro. El único escenario político confiable es que un día después de las elecciones, México continuará su camino de crecimiento, porque el cambio gubernamental descansa en el sufragio. Y en este sentido, todo voto cuenta, todo sufragio es válido.
La democracia es perfectible. Y ésta se ha ido construyendo día con día en nuestro país, con base en la participación y solvencia ciudadanas. Por algo se crearon instituciones, organismos electorales donde la base de la responsabilidad y, por supuesto, de la legalidad, descansan en los ciudadanos y en las reglas establecidas para tal fin. La democracia no es solamente el ritual del sufragio. La democracia representa una forma de vida cívica, de experiencia, de diálogo y tolerancia. No es la figura de Medusa que ante su sola vista petrifica. Por supuesto que tampoco significa que para que prevalezca, el Partido Revolucionario Institucional deje de existir o que pierda, simplemente, como pregonan las declaraciones desmesuradas y los desplantes de personajes y caudillos.
Consolidar la democracia significa respetar el voto. Sea cual sea el resultado de los comicios el próximo domingo. La responsabilidad y la credibilidad descansan en la madurez y el compromiso de la ciudadanía. Todo voto es valioso, cada boleta que llegue a las urnas debe estar apoyada por el respaldo pleno del sufragante. La conciencia, la libertad para sufragar, es básica. Sólo de esta manera se construye el futuro de México. No con la desconfianza antepuesta antes del proceso.
El mecanismo para construir el gobierno, pero un gobierno de la mayoría, responsable, que piense en el bien común, en la gente, se basa en la confianza ciudadana. La voluntad de conciencia, metamorfoseada en el voto emitido, debe ser respetada. Esto es lo que está en juego. La responsabilidad de todos, en tanto sociedad, implica respetar el acuerdo popular. Respetar y apoyar a la persona que resulte triunfadora en la contienda es fundamental. Aunque sea por un único voto, quien obtenga la mayoría de los sufragios será el Presidente de México. Y estará avalado por todos, especialmente por los sufragantes. Y nuestro deber, nuestra responsabilidad, será apoyarlo para que trabaje a fin de construir los puentes necesarios y restablecer el ánimo, la concordia y la civilidad. La pasión electorera debe quedar atrás. Las descalificaciones ante el oponente, del signo partidista que sea, deben esfumarse. El ritual de la democracia significa aceptar plenamente el resultado, no atropellar el deseo de la mayoría. La representación popular en el Congreso y en otros cargos gubernamentales, se basa en el compromiso ciudadano.
A nadie favorece crear un clima de desconfianza, de discordia, de impugnación. La vida pública debe proseguir. La sociedad mexicana, representada por nuestras autoridades y por nuestras instituciones y partidos políticos, apoyamos la creación del Instituto Federal Electoral y del Tribunal Federal Electoral. Ambos organismos son los que, exclusivamente, avalarán el resultado de los comicios; no los aspavientos ni la intolerancia. México y su sociedad ya alcanzamos la madurez cívica, la conciencia ciudadana.
La actual campaña política ha sido muy disputada. Pero se ha dado en igualdad de circunstancias para todos los partidos y candidatos. La preferencia electoral es la única que cuenta. El respeto a la decisión de los mexicanos, aunque sea por un voto, insisto, tiene que respetarse. Las emociones encontradas, la pasión partidista, deben nulificarse ante los resultados. Ganar o perder. He aquí el ritual de la democracia. El futuro de México se forja día con día. Sufraguemos sin temores por el bien de México, por el bien de la gente. *