ELIAN, EN CUBA
Ayer, con el retorno de Elián González a su patria, culminó un drama personal y llegó a su fin un delicado episodio político-diplomático entre Washington y La Habana que se prolongó por más de siete meses, tiempo que el niño cubano hubo de permanecer en territorio estadunidense tras ser rescatado en alta mar de un naufragio en el que murió su madre. El salvamento de Elián dio inicio a una prolongada batalla propagandística y legal por la permanencia o el retorno del menor, y en la cual intervinieron, además del gobierno y la sociedad de Cuba, los tres poderes de Estados Unidos, los medios masivos y la comunidad cubano-estadunidense de Miami.
Desde el principio de la estadía de Elián en Florida, era evidente que no había motivos ni razones legales o morales para retenerlo, contra la voluntad de su padre, en territorio estadunidense. Así lo entendieron, tras un manejo inicial errático, las autoridades de Washington, las cuales se vieron obligadas a una prolongada confrontación, no tanto con La Habana, sino con los sectores más recalcitrantes y mafiosos del exilio cubano.
Para el ámbito personal y familiar, la disputa por el destino de Elián resultó demasiado prolongada, incluso si se toma en cuenta que en ello incidieron los laberínticos procedimientos jurídicos y sus plazos legales. Sin embargo, en estos siete meses las relaciones bilaterales evolucionaron más que en tres décadas. Un saldo central del episodio fue el perceptible distanciamiento entre la clase política de Washington y los ámbitos radicales de la comunidad cubano-estadunidense, los cuales, debido al empecinamiento con el que pretendieron instrumentar la tragedia de Elián, experimentaron la peor derrota política de su historia. Ello crea condiciones concretas para una mejoría de las relaciones entre Estados Unidos y la isla.
Ejemplo de lo que puede sobrevenir en este terreno es el acuerdo alcanzado anteayer en el Capitolio para permitir la venta de alimentos y medicinas a Cuba, en lo que constituye la primera flexibilización del bloqueo comercial criminal que Washington mantiene desde hace cuatro décadas contra el régimen cubano; se trata, ciertamente, de un paso mínimo y limitado, pero incluso ese pequeño avance habría sido imposible antes del caso Elián.
Finalmente, el retorno del niño a su país natal significa una victoria moral para el gobierno cubano, una reafirmación -tardía pero importante- del derecho internacional y, no menos desdeñable, un triunfo del sentido común.
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