JUEVES 29 DE JUNIO DE 2000
* Pablo González Casanova *
ƑAdónde va México?/ III
(Las alternativas posibles)
Malo adelantar vísperas y que éstas se vuelvan vísperas de nada, pero peor todavía pensar que es imposible un futuro mejor o anunciar que los jóvenes no tienen futuro ni el país tiene futuro ni el mundo..., o que todo será igual que ahora o incluso peor. Eso es una opción personal más que una reflexión atendible. Las bases científicas del optimismo se comprueban a lo largo de la historia humana, por lo menos, en un sentido. Hasta en los periodos más siniestros de pronto volvió a arrancar la lucha por un mundo mejor. Hoy, las ciencias sociales más avanzadas confirman con creces que la historia no es sólo una extrapolación de tendencias pasadas mediatas o inmediatas. Si se basa uno exclusivamente en las tendencias no se puede sacar ninguna conclusión sobre el futuro de la historia. El optimismo se asocia en gran medida a la historia de la voluntad y de la creación. En la voluntad aparece como iluminación, o conversión o claridad y en la mente creadora como boceto que no tiene todas sus líneas precisadas desde el comienzo. El optimismo se materializa en el pensamiento organizado para conocer y actuar, en el pensamiento organizado para experimentar y corregir de acuerdo con lo experimentado, y para readaptarse a las condiciones en función de valores y objetivos a fin de forjar nuevas condiciones que permitan construir efectivamente caminos-mundos nuevos. A esa conclusión llegan los estudios más precisos sobre el determinismo y la libertad en la historia.
Por ejemplo, en el México de l999 tenemos dos proyectos de alcance universal: uno, el de los zapatistas, y otro el de los partidarios de la Revolución Democrática. Ambos proyectos recogen y recrean la historia universal y nacional. Se trata de proyectos radicales en el sentido martiano de la palabra. Son los más radicales porque uno y otro recogen las experiencias de lucha de los excluidos y oprimidos, y de quienes han organizado su conocimiento y acción para enfrentar a los regímenes de opresión y exclusión. Pueden ser los proyectos más radicales sino sólo van a las raíces políticas de una moral que iguale con la vida el pensamiento si no convencen a los sujetos sociales que se beneficiarían de una política más libre y más justa. En ese sentido son potencialmente los más radicales. También son los más radicales, porque al replantear los movimientos liberales, nacionalistas y socialistas del pasado van encontrando que los fracasos anteriores se deben a no haber organizado en la práctica un gobierno democrático y plural del pueblo, para una mayor equidad hacia el pueblo y con el poder participativo y sufragante del pueblo. De allí van concluyendo que para no fracasar necesitan organizar ese tipo de gobierno.
La redefinición del proyecto democrático tiene muchas contradicciones teóricas y prácticas. Quienes plantean más concretamente el proyecto, y lo hacen parte de su vida cotidiana y de sus formas de lucha son los indios de México, y los revolucionarios que surgieron de ellos o se unieron a ellos, o los que en el campo político dieron una creciente prioridad a la Revolución Democrática.
A la redefinición de los objetivos y medios de lucha han contribuido también las fuerzas populares, patriotas y socialistas que advirtiendo los límites y contradicciones del populismo, del nacionalismo, de la socialdemocracia y del comunismo, desde la sociedad civil urbana y rural, laica y religiosa, acuerdan primordial importancia a una revolución democrática que no se ha hecho, que se intentó de manera descuidada e indecisa, que fue cooptada, traicionada, o destruida en sus primeros pasos y que es necesario hacer bien.
En los dos grandes proyectos ha tendido a prevalecer la idea de una revolución pacífica, y de la necesidad de hacer todo lo posible por lograr la paz con democracia y justicia. Ambos proyectos son muy ricos. Es imposible caracterizarlos en pocas palabras. Sin embargo pueden destacarse algunas de sus contribuciones.
El proyecto de los indios de México y en especial el de los zapatistas propone y procura una democracia plural, participativa y representativa, a la vez étnica y local, y también nacional y universal. Propone la construcción del poder y la ética en la sociedad civil, y de las autonomías en la sociedad civil y el Estado. Redefine las comunidades como localidades, municipalidades y regiones internas e internacionales. Lucha contra la discriminación y la exclusión racial, económica y cultural, de género o inclinaciones sexuales, y por la justicia social e individual. Defiende el disfrute de los pueblos a sus territorios y recursos naturales, y sus derechos a las tierras ejidales y comunales. El proyecto zapatista supera varios problemas que debilitaron e hicieron fracasar a proyectos anteriores. El pluralismo ideológico no sólo obedece a la tolerancia y la libertad de expresión como valores respetables sino como valores necesarios a fin de construir actores sociales que teniendo distintas creencias, filosofías e ideologías integren organizaciones y redes para acciones comunes victoriosas. El pensar en un protagonista plural al que se sume la clase obrera industrial sin reclamar para ella un puesto ontológico de vanguardia, no menosprecia el papel que los trabajadores manuales e intelectuales cumplen en las luchas de la revolución democrática; simplemente no les asigna un papel privilegiado al margen de la historia real. El combinar la democracia participativa con la democracia representativa y una y otra con las ideas de justicia, y el combinar las ideas de justicia individual, con las de justicia a las etnias, y con las de justicia social establece puentes entre luchas necesarias y posibles. Esas luchas incluyen a quienes piensan desde ahora en una democracia socialista, por elusivos que sean en el uso de ese término o concentrados que se hallen en el proyecto democrático, y a quienes defienden los derechos de los pueblos indios, la paz y las autonomías, dentro de un proyecto de democracia efectiva en las comunidades autónomas, locales, municipales o regionales, en las entidades federativas y en el país.
La construcción del poder y la ética en la sociedad civil va más allá de los planteamientos estatistas que predominaron en el corto siglo XX, supera a los anarquistas que no se plantearon a fondo los problemas de la resistencia y la rebelión y que quisieron construir repúblicas justas y libres sitiadas y al fin liquidadas por el Estado, y deja atrás a los eticistas que desprestigian a la moral con la moralina. En la práctica, el proyecto zapatista se plantea los necesarios vínculos de la moral y la lucha, en medio de una "guerra de baja intensidad" que combina el conflicto y el consenso, el enfrentamiento y la negociación-transa, la represión y la cooptación de individuos y colectividades como formas de eliminación moral y física de líderes y pueblos cuando unos y otros defienden sus derechos y desean construir un mundo mejor.
El proyecto zapatista concede a la moral y al poder un papel principal para enfrentar sin miedo al enemigo y para dialogar con él sin hacer transas, es decir, sin hacer negociaciones y concesiones que beneficien a los líderes o clientelas cooptados contra los intereses de las colectividades. El proyecto también convoca a cohesionar a la comunidad y a los que al mandar obedecen los valores de la comunidad y de la humanidad. En todos sentidos se propone forjar un mundo que se organice en torno a los derechos humanos individuales y colectivos para hacer de ellos una realidad generalizada. Concibe los derechos humanos individuales y colectivos como el atractor familiar y práctico de un sistema alternativo.
La novedad y riqueza del proyecto zapatista se advierte en el uso sistemático de la combinación allí donde el pensamiento maniqueo plantea la disyuntiva. La combinación, como forma predominante de un pensar concreto, combina lo universal y lo particular; así, por ejemplo en el idioma combina la necesidad de saber el castellano y el tzotzil u otra lengua vernácula o internacional; en la moral combina el respeto a lo humano, a lo nacional y a lo local; en el conocimiento, valora la civilización mundial y la cultura propia. La combinación concreta se da también en el terreno político, en que lejos de oponer la democracia participativa a la representativa al estilo de la antigua izquierda y de Rousseau, hermana a una y otra; y en que postula la lucha por los derechos humanos individuales y personales y también enarbola la lucha por los derechos sociales, los comunitarios, nacionales y globales. La combinación concreta estructura un pluralismo ideológico, religioso, étnico que ve en la comunidad, la sociedad, la nación, la humanidad, algo así como una unidad en la diversidad que debe y puede organizarse. Al mismo tiempo vincula las reformulaciones del Desarrollo, la Modernidad y la Post modernidad con formas de expresión locales y tradicionales de culto a la naturaleza y a las civilizaciones pasadas, prehispánicas e hispánicas --piénsese en el Popol Vuh y en El Quijote--, y con un ecologismo actualizado, no sólo post moderno en la defensa de la naturaleza, sino moderno en la defensa de los bosques, las aguas y las tierras de las etnias frente a los caciques y las compañías depredadoras. Esboza así los planteamientos de una globalización alternativa a la del capitalismo salvaje y corporativo en la que lo primero a imponer es un gobierno cuyos dirigentes mandan por elección o consenso de los ciudadanos y las comunidades, y en que como mandatarios obedecen los mandatos de sus mandantes. El rico planteamiento no olvida las catego-rías históricas, sociales y antropológicas de la dominación y la apropiación; pero de todos los legados antiguos y recientes que la inteligencia revolucionaria y radical le deja forja un proyecto seminal en que a la libertad, la igualdad y la fraternidad añade la dignidad concebida como dignidad de la persona humana y como condición del pobre que se respeta a sí mismo y que merece respeto.
Proyecto de los descendientes de los mayas, el zapatista lo es también de los guerrilleros y luchadores latinoamericanos: con ambos crea una filosofía realmente nueva y un proyecto alternativo particularmente creador. Las contradicciones en que incurre por la necesaria política de seguridad, disciplina y cohesión en condiciones de cerco y guerra muestran altibajos en que siempre busca volver a una política hegemónica sin que se haga de la disciplina político-revolucionaria un dogma sin dudas o un paradigma sin empatías. Como filosofía revolucionaria, política y democrática, representa un extraordinario avance en el respeto a creencias e identidades distintas de la propia. Realmente es un proyecto de alcance mundial por su rico juego de respetos y empatías. Ni hace de occidente el centro del universo ni es ajeno al dulce encanto de occidente. Se opone a su dominación como a cualquier vasallaje mundial o local.
En cuanto a los partidarios de la revolución democrática, entre los que destaca el partido de ese nombre, el PRD, desde la memoria e imaginación colectiva de las izquierdas, priorizan y profundizan en un fenómeno particularmente descuidado por los teóricos e ideólogos de la democracia y el socialismo, en el que no profundizaron nunca o al que no priorizaron nunca como movimiento, aunque de los liberales haya surgido aquello del gobierno del pueblo, con el pueblo y para el pueblo; de los socialistas el concepto de la socialdemocracia, y de los comunistas el de dos supuestas etapas de la revolución mundial: una, la revolución democrática y, otra, la revolución socialista. El caso es que hoy mismo se requiere mucha más elaboración teórico-práctica sobre la revolución democrática. Pero en el caso de México ya se han dado importantes contribuciones, entre las que destacan: lƆ El plantear, en los conceptos y los hechos, el que los sistemas electorales, los equilibrios de poderes, las autonomías municipales, institucionales y empresariales, así como la soberanía nacional, estén vinculados a la democratización del Estado y a la democratización de las organizaciones de la sociedad civil; 2Ɔ El proponer políticas de alianzas cuyo objetivo primordial sea el cambio de régimen político, dando a ese cambio una importancia que la izquierda tradicional no le reconocía y que quedaba inserto en una política "reformista" frente a la "revolucionaria" de los bloques históricos encabezados por la clase obrera. La nueva propuesta supone que un régimen de alternancia de partidos es particularmente valioso dentro de un proyecto de revolución democrática. La alternancia es fundamental frente a la perpetuación de un mismo grupo o partido en el poder, y el cambio de régimen político necesario frente a las estructuras autoritarias que impiden una creciente representación y participación del pueblo en las decisiones. Pero la alternancia es insuficiente si choca con la alternativa democrática que efectivamente permite un mayor poder del pueblo y una política de justicia social; y el cambio de régimen político es insuficiente si no se acopla con cambios en el sistema social que den creciente poder a la sociedad civil y a las mayorías que en ella actúan. En general la nueva propuesta parte del postulado de que la democracia político-electoral y partidaria es un valor, en sí mismo muy importante, que se articula a los valores relacionados con la justicia y la equidad; 3Ɔ En cuanto, a los problemas en que aparecen los intereses de las clases dominantes, se esboza el proyecto de resolverlos mediante lo que podríamos llamar un modelo alternativo negociado, que en lo económico y lo social resuelva problemas fundamentales de: 1. Protección y fortalecimiento de la propiedad pública, nacional y social en las leyes, tratados y políticas correspondientes; renegociación del Tratado de Libre Comercio para proteger la producción del maíz, el frijol y la libre migración de trabajadores, entre otros objetivos; así como medidas que detengan los procesos de privatización por etapas o de golpe, de la educación, la electricidad, el petróleo, la seguridad social, el patrimonio cultural de la nación y de los pueblos indios, la política monetaria y financiera, la política de defensa y seguridad nacional. 2. Rearticulación o integración de complejos y redes empresariales de crédito, conocimiento, tecnología, producción y servicios para un mercado interno que incremente su capacidad de producir lo que consume y de distribuir en forma menos inequitativa lo que produce y los servicios que presta de alimentación, salud, educación, vivienda, seguridad social. 3. Reorientación hacia una política de desarrollo equitativo en los puntos más sensibles: el de los derechos de los pueblos indios, el de la autonomía de las organizaciones sindicales y de trabajadores, el de un subsidio elevado para la educación pública, para el pago de mejores salarios y de estímulos al magisterio, y para la educación gratuita desde la primaria hasta la superior; el de la lucha contra la inflación aumentando el empleo para la producción de los bienes y servicios que demandará una población menos desempleada y subempleada, y con salarios que permitan, por lo menos, adquirir la canasta básica, y aumentar los niveles de la población en forma sostenida. Todo lo anterior implica la reconversión de la actual política de seguridad policiaco-militar en una política de seguridad basada en una sociedad menos inequitativa, desigual y excluyente y en una democracia más representativa y participativa, así como en el control tanto moral como político, jurídico, policial y militar de la corrupción hasta hacer del ejercicio público un ejemplo de transparencia con periódicas auditorias internas y externas 4. Estructuración de fuerzas ciudadanas y de la sociedad civil que apoyen el proyecto frente a las oposiciones que necesariamente presentarán las fuerzas neoliberales con sus redes de caciques políticos, compañías transnacionales y partidos, cuyas bases de poder se centran en las viejas y nuevas oligarquías del PRI y el PAN. 5. Los objetivos anteriores no sólo suponen una reorientación de la intervención del Estado para que asuma como propia la responsabilidad del desarrollo equitativo y sustentable, sino una creciente participación de la sociedad en la toma de decisiones que permitan ese desarrollo. El proyecto propone, entre otras medidas, la realización de plebiscitos ciudadanos que lejos de plantear una lucha de clase contra clase --informe y metafísica-- planteen una lucha ciudadana contra quienes pretendan preservar y aumentar sus privilegios a costa de la soberanía nacional, de la propiedad pública y de las políticas de subsidio y exención; se enfrentará también a la tolerancia consuetudinaria de la evasión fiscal, ese otro privilegio convertido en derecho de privatización de impuestos por los pudientes.
La importancia de la democracia político-electoral y de la democratización del Estado, del sistema político y de la sociedad civil parece ser hasta hoy la principal aportación en los planteamientos actuales de una revolución democrática, que con las nuevas prácticas político-morales de los ciudadanos requiere negociar la doble transición a un régimen democrático en la política con un modelo alternativo en la economía, objetivo que sólo en una lógica conservadora está de antemano condenado al fracaso, y que en la actual coyuntura histórica requiere una atención creciente de la inteligencia orgánica y la voluntad colectiva, organizada.
El PRD y numerosos líderes encabezados por Cárdenas apuntan su política a la posibilidad de una alternancia en que también haya alternativa. El triunfo electoral del PAN puede significar una alternancia al PRI; pero está lejos de presentar una alternativa al modelo neoliberal. La filosofía que en inglés corresponde a las siglas TINA (There Is No Alternative) en castellano corresponde a NAP (Ninguna Alternativa Posible). Ambas se refieren a un mundo sin modelo económico-social alternativo. Los tecnócratas y los neoliberales sostienen esa tesis mientras se limitan a proponer falsos objetivos sociales de participación y justicia con las mismas políticas económicas que han aumentado la injusticia y la exclusión. El bosquejo de un proyecto alternativo por el PRD y la izquierda democrática integrada en la llamada Alianza por México recoge las mejores experiencias de la periferia y el centro del mundo en su lucha contra los estragos del neoliberalismo. Pero hay algo todavía más importante: coincide con un trabajo muy serio de precisión de un modelo económico social alternativo al neoliberal elaborado como "Agenda Ciudadana" en octubre de 1999 por numerosas organizaciones de la sociedad civil agrupadas como "Acción Ciudadana por la Democracia y por la Vida: el Poder es la Gente". Ese trabajo constituye un extraordinario esfuerzo de elaboración teórico-práctica, desde abajo, de un modelo de desarrollo que con la justicia social asegure la democracia y con el poder de la gente organizada el apoyo para implantarlo. La revolución democrática en México aparece así tanto en la sociedad política como en la sociedad civil y no se limita a modelos abstractos ni a medidas generales que en la práctica rehúyan sus líderes y bases. Tal vez no sea esa la revolución democrática del porvenir; pero sí será una importante etapa que ponga a prueba lo posible en la historia y lo construya sobre una base heredada e innovadora en que el nacionalismo sea democrático, la intervención social del Estado democráticamente organizada y controlada, y la democracia participativa y representativa, respetuosa de la autonomía de las personas, de las comunidades y de las empresas de la sociedad civil.
A las grandes corrientes del zapatismo y la revolución democrática se añaden movimientos en que aparece puntualmente el proyecto alternativo profundo, como los movimientos de los electricistas y trabajadores independientes, de los pobladores urbanos marginados, de los deudores de El Barzón y, más recientemente, de los estudiantes universitarios y el Consejo General de Huelga de la UNAM. Todos ellos viven problemas angustiosos en que el legado teórico de las luchas nacionales y mundiales es importantísimo, pero también insuficiente para profundizar y precisar el proyecto de una democracia con paz y justicia, y de una soberanía del pueblo ciudadano que defienda y decida en la República y la Nación, contribuyendo a un proceso alternativo de globalización en que la democracia universal tienda a prevalecer como democracia plural y no excluyente.
Entre los aciertos estratégicos de todos esos movimientos se encuentran ciertas formas de romper el conformismo y el cinismo impuestos por el proyecto neoliberal. También destaca la creciente atención a las contradicciones internas en proyectos creadores que tiendan a superarlas mediante estructuraciones democráticas y prácticas del "mandar obedeciendo". En los zapatistas sobresale el acierto de haber aceptado el camino de la paz que le demandó insistentemente la sociedad civil y que en medio de todas sus contradicciones es el único que permitirá construir el mundo alternativo, acumular fuerzas y hacer posible lo imposible. Entre las contradicciones del zapatismo ameritan una reflexión profunda las que se dan entre las políticas de democracia y consenso, y la necesaria disciplina de una lucha de resistencia contra el dominio policiaco-militar que busca someter a los pueblos insurgentes del estado de Chiapas y eventualmente al conjunto del territorio nacional. También exigen esclarecimiento (tanto narrativo como normativo) las contradicciones que surgen entre la política de alianzas y la política hegemónica para la formación del bloque liberador. Destaca en el PRD la decisión de priorizar la lucha democrática en el interior del partido y de construir, con otros partidos, la transición democrática a un Estado que se base en el "Sufragio Efectivo"; que ponga en marcha un sistema electoral controlado por la ciudadanía, y un régimen en el que sea real el equilibrio de poderes, una federación con gobiernos estatales democráticamente elegidos y por eso soberanos; un sistema de autonomías municipales que se enriquezca con las autonomías y regiones indígenas en un Estado pluriétnico. El PRD y otros partidos de la izquierda asumen, además, como propio un proyecto que hasta hace muy poco se consideró como un proyecto de "democracia burguesa" o de "democracia formal". El cambio es limitado y a menudo recuerda las limitaciones de los movimientos socialdemócratas y populistas. Una parte importante de la izquierda llega a dar más importancia a las luchas y asociaciones políticas y a descuidar, e incluso a olvidar, las luchas o las asociaciones de intereses y clases; no pocos de sus miembros vuelven a caer o se quedan en el clientelismo y el populismo y más que ocuparse de aumentar sus fuerzas con las del "bajo pueblo" y la sociedad civil de los excluidos dan prioridad a las luchas partidarias y electorales y a la "política de elites"... En todo caso, una y otra vez regresan las presiones y los movimientos contra el sectarismo, contra la corrupción, contra la manipulación de los electores, contra el oportunismo politiquero, y por una cultura de democracia plural, participativa y representativa que se disemine y organice, y que logre constituir un nuevo tipo de bloque histórico con la sociedad civil y el pueblo trabajador.
En los electricistas destaca el convocar desde uno de los más antiguos y prestigiados sindicatos no sólo a la clase obrera sino a todos los ciudadanos y fuerzas nacionales para defender el patrimonio nacional, empezando por la industria eléctrica y el petróleo. Su lucha tiende a crecer y consolidarse en nuevas alianzas obrero-campesinas independientes y democráticas. Destaca en los pobladores urbanos la reformulación de las acciones colectivas del pueblo y de sus formas de cooperación en proyectos de defensa del vecindario y también democráticos. Destaca en el movimiento de los deudores de El Barzón el enriquecimiento espiritual de los pequeños y medianos propietarios y de sus perspectivas. Muchos de ellos se identifican con las víctimas de la llamada "deuda social", con los excluidos y explotados de la sociedad formal e informal y levantan su voz al lado de las fuerzas democráticas nacionales. Destaca en la "sociedad civil" su resistencia al golpeteo que sufre entre represiones y corrupciones, y la forma en que a sus caídas suceden recomposiciones y rearticulaciones, todo en medio de un proceso cuya memoria histórica es innegable, y que en el pasado inmediato recuerda las hazañas de las acciones colectivas del 81 (Nava), del 85, del 88, del 93, el 97 y el 99. Y las recuerda como experiencias para actuar mejor, más coordinada y eficazmente en el futuro. Destaca en los estudiantes, la voluntad de luchar más allá de los intereses individuales por el derecho a una educación superior pública y gratuita de primera calidad y por una sociedad que dé empleo público a los médicos de los pobres, a los ingenieros y arquitectos de los espacios de la pobreza, y educación y trabajo público a los pobres y a los hijos de los pobres considerando que quienes tienen un más alto nivel educativo padecen menos desempleo, y que el actual nivel del empleo es muy inferior al que puede darse con otra política macroeconómica que entierre a la neoliberal y mida sus éxitos por la solución de problemas sociales y no sólo por la acumulación de riquezas y utilidades en favor del gran capital. En todo caso el movimiento estudiantil nos recuerda que un ciudadano educado es mejor como empleado o desempleado, que un ciudadano al que se le niega la educación con el pretexto de que "Ƒpara qué se le va a dar educación si no va a tener empleo?", o con el no menos falso de que la educación superior debe ser de pocos, para pocos, y con pocos, argumento falso de toda falsedad, sobre todo hoy en que los nuevos medios electrónicos combinados con los métodos clásicos de diálogo, seminario, y grupo de trabajo nos permiten dar una educación pública y social de excelencia no sólo a los descendientes de Sócrates y Netzahualcoyotl sino a los de sus esclavos, todo en seguimiento de las lecciones de esos maestros y poetas y de sus sucesores idealistas y materialistas, positivistas y dialécticos, o incluso constructivistas y post modernistas. En las fallas del movimiento estudiantil del 99 cabe el no haber estructurado más sus organizaciones y redes en relación a un proyecto participativo de Universidad Alternativa, y el no haber sido consistente con su vocación democrática o el no haber podido controlar los desplantes autoritarios que han prevalecido en momentos críticos y que tanto lo debilitan. Destaca en el movimiento magisterial --que sucedió al estudiantil-- una lucha que no se limita a la defensa de sus intereses gremiales seriamente afectados por la política neoliberal, sino que acomete la defensa de la educación nacional, de su carácter laico, público, gratuito y universal, y de su necesaria mejoría en el campo pedagógico.
En cualquier caso no podemos ignorar los muchos problemas de corto y largo plazo que se plantean en la construcción de la alternativa. Constituye un reto creador la universalización conceptual y efectiva del planteamiento zapatista a fin de que se convierta en un proyecto del pensar y el hacer de las redes virtuales de reflexión, información y acción que puedan actuar en las distintas partes del país y de la tierra. Es también un reto creador en las prácticas morales e intelectuales, el control y la eliminación de la cultura priísta en materia de trampas electorales, y de la dogmática o sectaria que viene del oscuro sendero "revolucionario" con su aritmética contrarrevolucionaria que reaparece cuando menos se piensa. Algo semejante ocurre con la tendencia a pensar en alianzas sólo en términos políticos, o en alianzas sólo entre organizaciones de la sociedad civil, sin plantear profundamente el juego sucesivo y simultáneo de las alianzas políticas y sociales, y la necesidad primigenia de construir las redes y organizaciones de la sociedad civil. Urge diseñar y realizar una educación política incluyente, que se proponga enseñar a pensar-actuar, y que se organice en forma práctica y efectiva como ya lo han hecho las Iglesias de los curas que "optaron por los pobres", o partidos y movimientos como el PT y los "Sin Tierra" de Brasil que han plasmado en realidad orgánica la "pedagogía de los oprimidos" y las "ciudades-escuela". En fin, en una lucha concreta que una lo diverso y enfrente represiones y cooptaciones, hace falta impulsar la cultura del diálogo, y de la negociación sin transa, un diálogo que no sea mera racionalización de las políticas neoliberales, y una negociación que obedezca a las bases y planee rigurosamente las líneas de acción y concesión que precisan. A ese respecto la educación acerca de la firmeza en los principios y la flexibilidad en las tácticas, y acerca de lo que hoy es ser radical en las explicaciones y coherente en las políticas, reclaman una reflexión que actualice constantemente las experiencias imprevistas, y las que se confirman en los hechos para lograr negociaciones exitosas con concesiones concretas y con acuerdos que se cumplan.
Las respuestas posibles a la crisis serán de dos tipos principales, las de aquéllos que piensan seguir aplicando la misma política económica y social neoliberal con pequeñas variantes, y las de quienes, hasta sin querer, necesitan que se abandone la política neoliberal para resolver sus demandas vitales y soberanas. Entre los primeros, la dura realidad de lo que ocurre, las falsas propuestas de solución que avizoran --como la tercera vía o el "neoliberalismo social"--, y los intereses de las fuerzas en que piensan apoyar sus políticas los colocan en terrenos muy superficiales e incongruentes. Ellos mismos se dividen entre los que preveen una crisis de gobernabilidad democrática y están decididos a enfrentarla por todos los medios --incluso los más sangrientos y autodestructivos-- con tal de seguir beneficiándose de la depredación neoliberal y de las transferencias de excedente que genera, y los que en forma vaga e irresponsable no creen, o no quieren ni pensar en esos peligros, y por lo pronto siguen aplicando o proponiendo, con necia terquedad, las mismas políticas neoliberales que están llevando a México y al Mundo a la devastación.
Entre quienes advierten la necesidad de un cambio de política, que enfile a la solución de los problemas sociales, a la defensa de la nación y a la consolidación de una gobernabilidad constitucional sólo cabe incluir a quienes exploran un nuevo proyecto de democracia con poder de la sociedad civil y con propuestas concretas de justicia social y de paz. Y sólo a ellos, en tanto formulen esos objetivos como prioritarios y no los conviertan en meros programas de gobierno, sino busquen apoyar su cumplimiento en las fuerzas democráticas de los propios discriminados y excluidos, únicas que permitirán lograr un camino alternativo.
Junto con los problemas de alcanzar una máxima claridad mental, narrativa y creativa, las fuerzas realmente democráticas necesitan forjar conceptos-organizaciones eficientes en la sociedad civil y en la sociedad política, y redes intercomunicativas que actualicen conceptos y palabras, planes y prácticas, textos y contextos. La concepción de la democracia en su doble sentido de sistema político y de poder obliga a replantear la economía como forma de ejercer el poder por la ciudadanía y como un poder basado en la sociedad y que responda a las mayorías y al interés general de la sociedad. A la organización de sistemas de gobierno con equilibrio en el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial y con todo género de soberanías y autonomías colectivas y personales que respeten la pluralidad de culturas, creencias, gustos, ideas, no sólo se añadirá el impulso a la democracia participativa y representativa, así como el control de los procesos electorales por los pueblos y los ciudadanos, sino la recomposición de redes de producción y servicios que vuelvan a articular financiamiento, conocimiento, tecnología y derechohabientes y beneficiarios, en formas que reorienten la actual intervención del Estado para que ésta deje de priorizar la militarización, la seguridad policial y el apoyo a las grandes corporaciones económicas y sus redes y logre la constitución y puesta en marcha de redes sociales y empresariales manejadas con los controles técnicos y democráticos adecuados. La dificultad del proyecto no implica su imposibilidad. Como único proyecto que asegura el camino a la paz y a la gobernabilidad democrática tiene muchas probabilidades de corresponder a un realismo político enemigo de la locura intervencionista y militarista. La creatividad consistiría en ir más allá de las experiencias democráticas y socialistas anteriores y en construir, desde las bases, núcleos democráticos de poder y organizaciones de producción y servicios que pasen de la resistencia frente a las fuerzas privatizadoras a la organización efectiva de redes sociopolíticas y socioeconómicas auspiciadas por el gobierno federal, y por los estatales, municipales y locales.
En el proyecto alternativo, la herencia teórica e ideológica de los grandes movimientos que articularon a las revoluciones y a las reformas tendrá que ser considerablemente enriquecida por el diálogo público y privado, y por las prácticas de valores y creencias para llegar a consensos y cumplir compromisos. Todo tendrá que organizarse en y por las personas y las colectividades críticas, político-morales, y productivas o de servicios y seguridad, con difusión creciente de la cultura general científica y humanística y de los métodos y técnicas para especializarse y cambiar de especialidad.
En la gran creación colectiva, y de personas o caracteres pensantes y actuantes que se anuncia para el nuevo milenio más que las categorías de centro, derecha e izquierda, contarán las categorías de lo superficial y lo profundo, de lo provocador y lo radical, de lo abortador y lo constructivo, de lo coherente y lo incoherente entre la conducta y el pensamiento. La adicción a la incongruencia será "el enemigo principal" del proyecto alternativo.
La esencia del problema consistirá en que no podrá darse un proyecto democrático si no se negocia otro modelo económico, y que la negociación democrático-económica no podrá darse si no se toman en cuenta los vínculos del país con el mundo y también su autonomía y soberanía relativas --y variables-- para la toma de decisiones y la aplicación de medidas. Tamaña empresa requiere un importante apoyo: el de la sociedad civil organizada y articulada a la sociedad política para que ésta sea el instrumento de sus luchas y negociaciones. No hay otra alternativa posible; pero incluso ésa necesita enfrentarse a la lógica hegemónica, "contrainsurgente" y depredadora que continúa presionando en el Pentágono y el Banco Mundial al amparo de las megaempresas y el Grupo de los Siete y sus asociados de la periferia. El proyecto requiere por eso un mensaje de firmeza en lo no negociable y de disposición a negociar la transición a la democracia, a la justicia y a la paz.