JUEVES 29 DE JUNIO DE 2000
* Luis Martínez Fernández del Campo *
El IFE y la propiedad
La construcción democrática de México tendrá su prueba el próximo 2 de julio: serán 300 consejos distritales electorales los que realicen el cómputo de la elección de Presidente de la República, de 500 diputados federales y 128 senadores. Las elecciones serán competidas, pacíficas, legítimas e irrebatibles.
Hoy tenemos un Instituto Federal Electoral (IFE) apartidista, autónomo y profesionalizado. También contamos con un Tribunal Federal Electoral (Trife), independiente de los poderes Ejecutivo y Legislativo, encargado también de calificar la validez de la elección federal. El IFE cuenta con más de 2 mil funcionarios que realizarán su servicio profesional electoral, y una estructura ciudadana en los 300 distritos federales. La máxima autoridad del IFE la constituye el Consejo General, compuesto por ocho consejeros electorales y un consejero presidente, electos por más de las dos terceras partes de la Cámara de Diputados. El IFE garantiza transparencia, imparcialidad, certeza y credibilidad. Todos los consejeros sin excepción son garantía de probidad.
El 2 de julio se instalarán 113 mil 700 casillas y un millón y medio de mexicanos elegidos por sorteo organizarán y vigilarán el buen desarrollo de la jornada electoral. Este avance democrático es resultado del compromiso asumido por todos los partidos políticos y el impulso que brindó el presidente Zedillo. La nueva institucionalidad que hoy vivimos los mexicanos se traduce en un clima de competitividad política que define a la democracia mexicana. Toca ahora a partidos políticos, candidatos y ciudadanos defender y consolidar el IFE y la nueva democracia mexicana.
Pero si bien el Estado mexicano ha creado, con el concurso de todos los partidos políticos, una formidable estructura para darle certeza a la elección del 2000, ello implica que los contendientes deberán estar en condiciones de aceptar el supuesto de la inevitabilidad de la derrota, sin importar los márgenes de votación. Sólo así le daremos un sentido de legitimidad a nuestro actual proceso democrático. Asumir con humildad el triunfo y con generosidad la victoria de los que ganaron para construir una nueva vitalidad para la nación.
Luis Rubio opina que la transmisión del poder de un gobierno a otro, luego de un proceso electoral, es momento clave para cualquier sistema político. En ese proceso se generan tensiones, hay nuevos acomodos de fuerzas políticas, surgen ganadores y perdedores, y se ponen a prueba todos los mecanismos de estabilidad. Para el politólogo Crespo, la lucha por el poder implica un delicado proceso que puede provocar conflictos, agitaciones, inestabilidad y hasta violencia, tratándose de la jefatura de un gobierno, dado que se desatan las ambiciones de los buscadores de poder. "La Presidencia de la República provoca afanes y codicias descomunales ųafirma Jorge Castañeda en una entrevista en The Miami Heraldų, porque es o ha sido, todo el poder, en todo el país, todo el tiempo, durante un sexenio". Y agrega: "por ese poder bien vale la pena pelear sin tregua". ƑDeveras, deveras valdrá tanto la pena, buscar la mano de doña Leonor?
La institución presidencial ha sido fascinante. Uno de sus críticos más lúcidos, don Daniel Cosío Villegas, alguna vez advirtió, en el ocaso de su vida, una añeja ilusión: que nunca, jamás, en ningún momento, dejó de querer secretamente ser Presidente. Era el tiempo de la presidencia imperial. Hoy el poder presidencial ha sido acotado; sin embargo, nuestro incipiente proceso de democratización estará a prueba el 2 de julio. Debemos demostrarnos a nosotros mismos que no es vulnerable, evitando las tensiones y los conflictos potenciales que pudieran presentarse. No perdamos de vista, que ya Tocqueville consideraba las elecciones presidenciales en Estados Unidos como una época de crisis nacional: "Largo tiempo antes de que llegue el momento fijado, la elección se convierte en el más grande y, por decirlo así, el único asunto que preocupa a todos los espíritus. Las facciones redoblan entonces su ardor y todas las pasiones artificiales que la imaginación puede crear... se agitan en el momento a plena luz... A medida que la elección se aproxima, las intrigas se vuelven más activas y la agitación más viva y difundida".
Esto nos lleva al fondo de la siguiente consideración: Ƒqué le pasaría a nuestra democracia si los asuntos internos de la elección y sus decisiones jurisdiccionales emigraran a espacios políticos ajenos a las instituciones que nos hemos dado? En estrictos términos nuestra democracia se vería menoscabada, ajena al marco jurídico y constitucional que hoy la determina y la define. Las instituciones electorales deben adquirir un pleno reconocimiento por su eficacia. Nuestra transición a los primeros estadios de la democracia se ha dado en forma gradual. Continuemos en la misma andadura de brindarle un nuevo vitalismo a la nación aceptando el compromiso de todos los partidos políticos y de sus candidatos, que no habrá fraude y que no se aceptará ni un voto ilegal. Que las dudas, que las irregularidades serán cabalmente analizadas por el Trife como marca la ley. Conscientes de que la política, como postuló don Jesús Reyes Heroles, es técnica de aproximación, no ciencia exacta. Hagamos esfuerzos todos por acertar lo más posible.