JUEVES 29 DE JUNIO DE 2000
Mi voto Ƒinútil?
* Carlos Martínez García *
Desde un sector que se reconoce como de izquierda se ha desatado una campaña que busca convencer a los electores identificados con Cuauhtémoc Cárdenas de que su voto debería ser orientado en favor de Fox. Razonan que no hacerlo así, equivaldría a sufragar en favor de Francisco Labastida y seguir apoyando el autoritario régimen priísta. Más que sobre argumentos, la eficacia de esta propuesta descansa en crear culpa en una ciudadanía sensible que no simpatiza con los hechos y dichos del candidato presidencial postulado por el Partido Revolucionario Institucional.
Sólo en las operaciones de los estrategas foxistas un voto por Cárdenas es un voto por Labastida. La lógica política y la conciencia de quienes vamos a sufragar por el perredista nos dice que un voto por Cuauhtémoc es un un voto por Cuauhtémoc y nada más. La izquierda que le está haciendo el juego a Vicente Fox también afirma que como Cárdenas, según las encuestas, no va a ganar las elecciones del próximo domingo, entonces debe imponerse el pragmatismo y la necesidad de volcarse en las urnas en favor del ex gobernador de Guanajuato. Según ellos y ellas hay que dejar de lado las reservas y críticas del conservadurismo foxista, apoyarlo teniendo en cuenta que lo primordial es llevar a Los Pinos al representante de otra fuerza política que no sea el PRI. Comparto la idea de sustituir al PRI, por eso mi sufragio será por Cárdenas y no por Labastida. Es tan importante derrotar al PRI en las urnas como que lo haga una opción política y no otra.
En mis debates internos para decidir pronunciarme en favor de Cuauhtémoc Cárdenas pesan, al inicio y final de cuentas, las cuestiones de principios políticos y morales. En la historia reciente del país la contribución de Cárdenas, y el movimiento social que lo ha respaldado, a su democratización ha sido mayor que la de cualquiera de quienes hoy son sus adversarios en la contienda presidencial. Las jornadas de 1988 que resquebrajaron al régimen priísta no concluyeron en su derrota sólo por el fraude electoral perpetrado por el salinismo. Conocedor del salvajismo de las fuerzas que enfrentaba, Cárdenas rehusó hacer llamados a movilizaciones de resistencia popular ante las cuales no se habrían tentado el corazón los salinistas para reprimirlas. En su lugar Cuauhtémoc eligió convocar a darle forma al movimiento social que lo apoyó y darse a la tarea de construir un nuevo partido político, el PRD, que incluso con sus errores y debilidades ha sido un factor imprescindible en la democratización de la nación mexicana.
La consistencia cardenista, en su negativa a reconocerle legitimidad alguna al salinato, enfrentó con heroicidad los ánimos exterminadores que en su contra desató la megalomanía de Salinas de Gortari. Mientras los promotores del voto útil de entonces (la dirección panista que abandonó a su candidato Clouthier después de las elecciones) razonaban que si bien era cierto que Salinas no había ganado en las urnas pero podría legitimarse en la Presidencia abriendo el régimen a reformas democráticas, Cuauhtémoc y la fuerza político-social que le respaldaba siguió sosteniendo durante todo el sexenio que simple y sencillamente no podía dársele la oportunidad de encabezar cambios democráticos (que no lo fueron) a quien llegó al poder vía mecanismos negadores de la democracia. La inamovible posición de Cárdenas representó una reserva moral ante el pragmatismo panista, de la jerarquía católica, de los empresarios que se beneficiaron del capitalismo de compadres salinista y de un sector de los intelectuales que descalificaban el anacronismo del líder perredista y su terca negativa a optar por una política moderna. Aquí como sinónimo de política moderna debe entenderse la rendición ante el realismo político representado por Salinas y sus Harvard-Yale-London School of Economics boys.
Para otros tal vez sea un asunto menor, para mí a la hora de los cortes de caja en el ejercicio del voto no lo es. Me refiero a la negativa de Cuauhtémoc Cárdenas a dejarse arrastrar por la dictadura de los mass media y talk shows que le acompañan. Es reconfortante ver que hubo alguien renuente a sumarse al popular ejercicio de hacer el ridículo hasta la ignominia ante millones de televidentes, en emisiones dirigidas por el conductor chistosito de moda. Con gusto sufragaré por el Cárdenas que la semana pasada fue a la UNAM y expuso una hermosa defensa de la educación pública, mientras un muy reducido grupo sumaba más puntos a su intolerancia y naufragio político. Por todo lo anterior es que afirmo la utilidad del voto de quienes el domingo cruzaremos la boleta en favor de Cárdenas, nos pronunciaremos por una visión de la sociedad mexicana cuya persistencia es moral y políticamente necesaria en tiempos de mercadeo de las conciencias. *
CORREGIDO
Mi voto Ƒinútil?
Carlos Martínez García
Desde un sector que se reconoce como de izquierda se ha desatado una campaña que busca convencer a los electores identificados con Cuauhtémoc Cárdenas de que su voto debería ser orientado en favor de Fox. Razonan que no hacerlo así, equivaldría a sufragar en favor de Francisco Labastida y seguir apoyando el autoritario régimen priísta. Más que sobre argumentos, la eficacia de esta propuesta descansa en crear culpa en una ciudadanía sensible que no simpatiza con los hechos y dichos del candidato presidencial postulado por el Partido Revolucionario Institucional.
Sólo en las operaciones de los estrategas foxistas un voto por Cárdenas es un voto por Labastida. La lógica política y la conciencia de quienes vamos a sufragar por el perredista nos dice que un voto por Cuauhtémoc es un un voto por Cuauhtémoc y nada más. La izquierda que le está haciendo el juego a Vicente Fox también afirma que como Cárdenas, según las encuestas, no va a ganar las elecciones del próximo domingo, entonces debe imponerse el pragmatismo y la necesidad de volcarse en las urnas en favor del ex gobernador de Guanajuato. Según ellos y ellas hay que dejar de lado las reservas y críticas del conservadurismo foxista, apoyarlo teniendo en cuenta que lo primordial es llevar a Los Pinos al representante de otra fuerza política que no sea el PRI. Comparto la idea de sustituir al PRI, por eso mi sufragio será por Cárdenas y no por Labastida. Es tan importante derrotar al PRI en las urnas como que lo haga una opción política y no otra.
En mis debates internos para decidir pronunciarme en favor de Cuauhtémoc Cárdenas pesan, al inicio y final de cuentas, las cuestiones de principios políticos y morales. En la historia reciente del país la contribución de Cárdenas, y el movimiento social que lo ha respaldado, a su democratización ha sido mayor que la de cualquiera de quienes hoy son sus adversarios en la contienda presidencial. Las jornadas de 1988 que resquebrajaron al régimen priísta no concluyeron en su derrota sólo por el fraude electoral perpetrado por el salinismo. Conocedor del salvajismo de las fuerzas que enfrentaba, Cárdenas rehusó hacer llamados a movilizaciones de resistencia popular ante las cuales no se habrían tentado el corazón los salinistas para reprimirlas. En su lugar Cuauhtémoc eligió convocar a darle forma al movimiento social que lo apoyó y darse a la tarea de construir un nuevo partido político, el PRD, que incluso con sus errores y debilidades ha sido un factor imprescindible en la democratización de la nación mexicana.
La consistencia cardenista, en su negativa a reconocerle legitimidad alguna al salinato, enfrentó con heroicidad los ánimos exterminadores que en su contra desató la megalomanía de Salinas de Gortari. Mientras los promotores del voto útil de entonces (la dirección panista que abandonó a su candidato Clouthier después de las elecciones) razonaban que si bien era cierto que Salinas no había ganado en las urnas pero podría legitimarse en la Presidencia abriendo el régimen a reformas democráticas, Cuauhtémoc y la fuerza político-social que le respaldaba siguió sosteniendo durante todo el sexenio que simple y sencillamente no podía dársele la oportunidad de encabezar cambios democráticos (que no lo fueron) a quien llegó al poder vía mecanismos negadores de la democracia. La inamovible posición de Cárdenas representó una reserva moral ante el pragmatismo panista, de la jerarquía católica, de los empresarios que se beneficiaron del capitalismo de compadres salinista y de un sector de los intelectuales que descalificaban el anacronismo del líder perredista y su terca negativa a optar por una política moderna. Aquí como sinónimo de política moderna debe entenderse la rendición ante el realismo político representado por Salinas y sus Harvard-Yale-London School of Economics boys.
Para otros tal vez sea un asunto menor, para mí a la hora de los cortes de caja en el ejercicio del voto no lo es. Me refiero a la negativa de Cuauhtémoc Cárdenas a dejarse arrastrar por la dictadura de los mass media y talk shows que le acompañan. Es reconfortante ver que hubo alguien renuente a sumarse al popular ejercicio de hacer el ridículo hasta la ignominia ante millones de televidentes, en emisiones dirigidas por el conductor chistosito de moda. Con gusto sufragaré por el Cárdenas que la semana pasada fue a la UNAM y expuso una hermosa defensa de la educación pública, mientras un muy reducido grupo sumaba más puntos a su intolerancia y naufragio político. Por todo lo anterior es que afirmo la utilidad del voto de quienes el domingo cruzaremos la boleta en favor de Cárdenas, nos pronunciaremos por una visión de la sociedad mexicana cuya persistencia es moral y políticamente necesaria en tiempos de mercadeo de las conciencias. n