JUEVES 29 DE JUNIO DE 2000

 


* Jean Meyer *

Transgénicos

El tema de los organismos genéticamente modificados da para mucho, y el gran público, del cual formo parte, necesita que los científicos abran un debate público. El asunto no es sencillo y no se puede pintar en blanco y negro, por lo mismo nuestros científicos no deberían temerle a la discusión. El silencio, la falta de información, el rumor que suscitan, llevan al temor irracional que muchas veces provoca el rechazo de lo que podría ser un gran progreso. Que los gobiernos, generalmente no mejor preparados ni mejor informados que nosotros, caigan siempre en la política del silencio o del avestruz, lo puedo entender, es parte del juego político, pero los científicos no deberían seguirlos en ese juego. A largo plazo todo el mundo sale perdiendo.

Francia, no exactamente con los OGM ųpero en asuntos comparables, que implican ciencia, industria, gobierno y sociedadų, ha sufrido, está sufriendo aún las consecuencias negativas de tal actitud. El otro día, los profesores ingleses Stanley Prusiner, Nobel de medicina en 1997, Robert Will y James Ironside declararon que "una gran parte de la población del Reino Unido corre un grave riesgo" a causa de la "vaca loca". Uno de los problemas del llamado prión es que la incubación dura hasta 20 años, y que eso se interpreta, por parte de los responsables, como un riesgo muy alejado que se puede olvidar. No tengo la menor competencia técnica, pero me pregunto si ese tipo de información que circula no prepara a varios miles de víctimas en la indiferencia general. Francia vivió el asunto de la sangre contaminada y ahora el de la hepatitis C, de la misma manera: silencio total.

Lo malo del asunto es que se está gestando discretamente algo como una experiencia social colectiva que parece introducirse de manera subrepticia y tranquila, conducida por ciertos temibles científicos para los cuales todo se calcula, hasta la salubridad pública. Quizá este punto de vista podría aceptarse fríamente, siempre y cuando no implicase una desresponsabilización personal. Además el ciudadano se encuentra totalmente marginado, desinformado, alejado de esas decisiones cruciales que orientan al futuro de la sociedad. Un amigo mío, médico, científico me dice que cuando hablan de "experiencia colectiva" se le antoja agarrar una metralleta. Dice también que le da risa cuando los científicos franceses pretenden dar lecciones a sus colegas británicos; cuando Prusiner emitió la hipótesis de un comportamiento del prión análogo al de los agentes infecciosos, reaccionaron aquéllos con una negación general, acompañada de sarcasmos. Claro, el instituto Pasteur es francés y por lo tanto "somos mejores que todos los demás"; más allá de todo nacionalismo, lo dicho por los ingleses acaba con un dogma y eso duele siempre.

Tal conducta no es muy "científica", pero es que tanto los científicos como nosotros nos olvidamos que los científicos son hombres, con emociones, pasiones e intereses. Por lo mismo les resulta difícil tratar el problema del riesgo y de su percepción. El riesgo no es algo objetivo; europeos y americanos, franceses y chinos no tienen la misma actitud frente a los organismos genéticamente modificados. Además el riesgo implica toma de decisiones por parte de los gobiernos, pero Ƒcuándo? ƑCuándo el riesgo está comprobado o desde que alguien sospecha de su existencia? Frente al costo económico eventual, consorcios y gobiernos conocen la tentación del silencio. Y nosotros la de la sospecha y de la paranoia. No es la mejor manera de progresar.