JUEVES 29 DE JUNIO DE 2000
Voto útil, insisto
* Octavio Rodríguez Araujo *
Mis recientes artículos han provocado la condena de muchos de mis viejos amigos y compañeros de la izquierda, de esa izquierda en la que hemos participado por varias décadas. Lamento que en vez del debate se dé la intolerancia, y en lugar del razonamiento la descalificación.
Ahora resulta que plantear como prioridad nacional la derrota del PRI es pragmatismo y cuestionar a Cárdenas es foxismo, a pesar de que he escrito, desde por lo menos el año pasado, que Fox y Labastida representan esencialmente lo mismo, que ambos son defensores, con variantes, de las políticas neoliberales y que el panista es un demagogo que, con buenos ojos, podría ser visto como un populista de derecha, tardío por añadidura.
Para mí, sacar al PRI de Los Pinos es ya una posición, y mi antipriísmo no es de ahora sino desde que comencé a interesarme en la política como tema de estudio. La diferencia entre mi antipriísmo de hace 30 o 40 años y el de ahora, es que por primera vez, especialmente después del gran fraude contra Cárdenas en 1988, es posible derrotar al PRI sin que se caiga el sistema de cómputo o algo semejante. Lamentablemente la derrota del PRI, ahora, podría ser más bien por la derecha foxista que por la izquierda moderada y "realmente existente" representada por el cardenismo del 2000.
Si bien en la actualidad el cardenismo apoyado por los partidos que conforman la Alianza por México resulta de izquierda por comparación con el gobierno y su partido y con Fox y sus apoyos, esto lo único que significa, a mi entender, es que se trata de la izquierda electoral y competitiva que nos hemos podido dar los mexicanos, pero no la izquierda de los cambios profundos que quisiéramos quienes todavía pensamos que el socialismo es una alternativa al capitalismo. Los planteamientos de Alianza por México, más bien de Cuauhtémoc Cárdenas, no se diferencian mucho, con la excepción de algunos temas como el de Chiapas (que no era preocupación de ningún partido antes de 1994), del "nacionalismo revolucionario" del que hablaban los priístas progresistas de los años setenta.
Por lo que se refiere a los partidos, tanto los que conformaron el Frente Democrático Nacional (FDN) como los que componen ahora la Alianza por México, yo no pondría las manos al fuego por ninguno de ellos, ni por sus orígenes ni por lo que han representado en relación con el sistema dominante. ƑAcaso ya olvidamos el origen y la candidatura a la Presidencia en 1994 del Partido del Trabajo? ƑOlvidamos también el papel que jugó en Chiapas el presidente del Partido Convergencia por la Democracia? ƑSignifican algo, política e ideológicamente, el Partido Alianza Social y el de la Sociedad Nacionalista? Ni qué decir del PARM, del PPS y del PST-PFCRN-PC, antiguos partidos básicos del FDN, o del PVEM como parte de la Alianza por el Cambio.
En esta elección, más que en las anteriores, son las figuras de Cárdenas y de Fox las que definen la disputa. No podríamos decir lo mismo de Labastida quien, sin el PRI y el apoyo del gobierno en turno, no sería candidato a la Presidencia. Una vez más son las personas (Ƒcaudillos modernos?) las que están definiendo esta elección contra el PRI, y los partidos se han convertido en sus mecanismos de viabilidad, en los aparatos de propaganda que se han sumado a los candidatos.
De aquí se deduce que son las personalidades de Cárdenas y de Fox las que han logrado convocar al antipriísmo y las que podrían derrotar, por fin, no sólo al partido del régimen sino al régimen mismo.
Si se trata de derrotar al PRI, bienvenidos los nuevos caudillos y los partidos que los apoyan, pero no nos confundamos, estaríamos depositando nuestra confianza en personalidades, y estas personalidades, para gobernar, tendrán que contar con quienes han hecho compromisos para formar sus alianzas (por México o por el cambio), Ƒo los apoyos para las alianzas son gratuitos? Para mí la derrota del régimen político, que más mal que bien sostiene al PRI, es lo más importante. Ojalá esta derrota fuera desde la izquierda; pero no dejemos de medir, como lo sugiere Chomsky (La Jornada, 27/6/00), el peso de la ilusión versus el de las oportunidades. *