JUEVES 29 DE JUNIO DE 2000

La mecánica del cambio

 

* Adolfo Sánchez Rebolledo *

Hace unos días, en un caldeado ambiente preelectoral, la editorial Cal y Arena presentó a los lectores mexicanos un libro valioso de quemante actualidad: La mecánica del poder político en México. Partidos, elecciones y reformas, obra colectiva de José Woldenberg, Ricardo Becerra y Pedro Salazar.

Sin exageración puede decirse que es, en cierto sentido, el libro más importante dado a la imprenta para estudiar esa serie de transformaciones políticas y legales que hemos dado en llamar "la transición". Según los autores, el camino para arribar hasta aquí es insólito: "...produciendo y acumulando novedades, se ha modificado en profundidad el régimen político de México, el funcionamiento real del sistema político. No llegamos a un régimen inédito, inexplorado en la historia, ni a una invención constitucional original: llegamos 'simplemente' a un sistema democrático, donde el voto del ciudadano a pie decide lo fundamental en política: quién gobierna". p. 39.

De ahora en adelante, cualquiera que intente estudiar el presente mexicano tendrá que recurrir a esta magnífica investigación. Con rigor, claridad y orden analítico, los autores nos llevan a través de una larga historia, formalmente iniciada en 1977, cuyos orígenes se remontan hasta el año crucial de 1968. El énfasis está puesto, y no de una manera arbitraria, en el curso positivo de las reformas, vale decir en la sobredeterminación ejercida por la dimensión electoral sobre el conjunto de la sociedad para darle un sentido preciso al cambio. A diferencia de otros países, en México tuvimos "una transición centrada en lo electoral", lograda sin un pacto fundacional previo en el marco, por así decirlo, del programa constitucional y sin derrumbar al viejo régimen como decían que debían hacerse las "transiciones". Aquí, en cambio, fue necesario recorrer una ruta diferente marcada por la reforma legal, la construcción de un sistema de partidos fuerte y una vida electoral auténtica y competitiva. La mecánica del poder... viene a ser la historia de la manera como se despliegan reformas, que a su vez determinan partidos, elecciones y nuevas reformas cada vez más completas.

La característica más destacable de nuestra transición reside, pues, en "la forma en que México cambió, y no tanto en el punto de llegada. Lo verdaderamente original es la mecánica de su transformación política", es decir, "un proceso compuesto por múltiples elementos, los cuales, en su múltiple interacción desatan una dinámica autorreforzante", cuyos resultados podían no estar previstos al principio. Es así que partidos fuertes producen elecciones competidas, las elecciones competidas llevan a la alternancia, a nuevas reformas que a su vez favorecen nuevas reglas del juego que acaban por dar centralidad política a los comicios. Esa es, en suma, la "mecánica" a la que se refiere el libro. Puede discutirse, es verdad, la pertinencia metodológica de este enfoque o, incluso, si la historia concreta avala ciertas conclusiones generales, pero es indiscutible la significación de la variable electoral en la transformación política de México. Ese peregrinaje desde el régimen autoritario y monocolor termina, electoralmente hablando, con los cambios realizados en 1996: "Un largo ciclo se estaba cerrando: el de la disputa por las reglas electorales. Los esfuerzos de miles de ciudadanos, de intelectuales y académicos, los enormes recursos humanos y financieros que se invirtieron en construir un edificio electoral moderno, habían madurado a tal punto que el tema electoral (su autoridad, la equidad, la limpieza y la imparcialidad) ya no fue el centro del debate y de la campaña política" p. 455.

ƑHa terminado la transición mexicana, como afirman los autores? A unos días de las elecciones más competidas de la historia, buena parte de la respuesta la darán los ciudadanos en las urnas, pero la otra es materia para el "días después" al 2 de julio. Sin desconocer en ningún momento el cambio de calidad del que somos testigos y actores, algunos pensamos que la reforma electoral, con todas las consecuencias extraordinarias que tiene sobre la vida política, es parte (si se quiere la condición de posibilidad) de la reforma completa del Estado que está pendiente y cuyo corolario debería ser la creación de una nueva institucionalidad en correspondencia plena con la nueva razón democrática de Estado. Al país le haría muy bien que el nuevo régimen político estuviera sustentado en un nuevo acuerdo nacional democrático, más que en la "mecánica" de las fuerzas en el mercado político. Sin embargo, dicha reforma jamás será completa mientras los valores de la democracia sigan siendo meros instrumentos para acceder al poder en vez de constituir normas legales y morales aceptadas y vividas por todos, como establece la Constitución de la República. Pero, a fin de cuentas, una reforma democrática del Estado tampoco será viable si no somos capaces de discutir qué democracia queremos aquí y ahora. Y de eso se trata. *