VIERNES 30 DE JUNIO DE 2000
* Javier González Rubio *
El mítico 2 de julio
Por fin estamos a unas cuantas horas del 2 de julio, fecha que se mitificó sobre la marcha, que tardó en asumir su significado, su personalidad propia ante el peso, primero, del 7 de noviembre, luego del memorizado "6 de julio", y después por los pisotones, jaloneos, rasgones y deshilaches de una barahúnda de actos y declaraciones cuyo objetivo era, precisamente, hacerla una fecha memorable.
El 2 de julio los ciudadanos, bueno, potencialmente 59 millones 591 mil 638 (menos los que perdieron su credencial o murieron después del último conteo), elegirán Presidente de la República, diputados y senadores, y algunos de ellos también jefe de Gobierno del DF. Pero lo que más importa en la cacareada transición democrática mexicana es la elección presidencial.
El proceso electoral que vivimos ha sido considerado como el más competido en la historia moderna de México. Se le ha clasificado así porque los observadores y analistas políticos así lo han querido ver, desconociendo con ello el otro, igualmente competido, pero lleno de ilegalidades, que fue el de 1988. Ese proceso fue violentado y acabó siendo absolutamente ilegal. Pero fue competido, y en él la esperanza jugó un papel fundamental y fue, también, defraudada.
Se considera al actual más competido, porque evidentemente hay más cercos de legalidad que entonces, más vigilancia nacional y extranjera, y mucha más apertura en los medios de comunicación que en el 88, cuando, salvo contadísimas excepciones, se dedicaron a denostar y bloquear al candidato del Frente Democrático Nacional, Cuauhtémoc Cárdenas.
Pero también el actual tiene el aura de competido, porque la libertad con que se ha desenvuelto ha permitido también a la sociedad expresarse de manera más abierta y clara sobre los contendientes.
No ha estado exento de guerra sucia. La mayor prueba de ello ha sido sin duda el uso y abuso de las encuestas como elementos de manipulación de la opinión pública, una utilización carente de ética y responsabilidad. A ello debemos añadir los insultos y algunos poco afortunados spots de televisión que, con la moda del marketing político, cayeron en los excesos de la burla y el agravio, y que terminaron por reflejar --como sucede en la condición humana-- impotencia y rabia del contrincante, al sentir que ya no podía argumentar más en buena lid. Vicente Fox provocó y el PRI cayó en la provocación, a pesar de tener un candidato serio y de emociones controladas; y para colmo, el propio PRI, mediante su candidato Roberto Madrazo, ya había anticipado lo que se podría presentar. Cárdenas se mantuvo, una vez más, en la prudencia y en convicción de la fuerza y poder de las ideas y la conducta propias.
Se llega, por fin, al 2 de julio, fecha deseada y ya esperada con impaciencia por una sociedad que ha aprendido que las campañas largas, además de ser muy costosas, aburren, fastidian y pierden efectividad, amén de ser riesgosas.
El 2 de julio puede ganar Labastida; se puede dar la sorpresa, para muchos, de que a pesar de las encuestas, Vicente Fox pierda estrepitosamente, y que, como en el 88, contradiciendo las encuestas gane Cárdenas, pues como él mismo ha dicho: la verdadera y única encuesta serán las elecciones. Confiemos en el voto libre; ojalá y el abstencionismo sea menor al 40 por ciento que se espera; ojalá seamos capaces de hacer las mejores elecciones de nuestros tiempos.