VIERNES 30 DE JUNIO DE 2000
* Estado e Iglesia han recorrido la ruta que va del amasiato al matrimonio
Los políticos buscan votos y el clero concesiones
* Luis Echeverría, primer promotor de los encuentros presidenciales con la cúpula religiosa
Carlos Fazio /II y última, especial para La Jornada * De acuerdo con una añeja práctica concebida en los tiempos de Luis Echeverría, el encuentro de Labastida con los obispos ųdel que hablábamos en la entrega de ayerų se dio en la casa de ''un amigo del priísta''. Se trata de Javier García Avila, ex coordinador de asesores de Jorge Madrazo en la PGR, y secretario del grupo interinstitucional que da seguimiento al asesinato del cardenal Juan Jesús Posadas. García, incorporado a la campaña de Labastida, fue recomendado por su mecenas Onésimo Cepeda.
Recuerdos de familia
Los encuentros furtivos entre las cúpulas política y eclesial fueron promovidos por el presidente Echeverría, quien en el último año de su mandato orquestó una operación secreta denominada ''Acción concertada'', mediante la cual el candidato López Portillo visitó, de sacristía en sacristía, a 40 obispos. La estrategia fue establecida por el presidente y ejecutada por Jorge Martínez Gómez del Campo, un ''buen católico'' estrechamente ligado al cardenal Miguel Darío Miranda.
Martínez, quien a la sazón se convertiría en el primer ministro sin cartera de asuntos religiosos del régimen, fue el enlace para las visitas de los papas Paulo VI y Juan Pablo II ųaunque el primero no vino a México por razones de saludų, y el destino quiso que después su consuegro, Agustín Téllez Cruces, un obsecuente juez que desciende de dos familias de vieja cepa católica guanajuatense, fuera el representante personal del presidente Carlos Salinas ante El Vaticano.
Según documentó Martín de la Rosa en su tesis ''Iglesia y conflicto social'', la operación ''Acción concertada'' tuvo como objetivo incorporar a los elementos de la jerarquía eclesiástica y a toda su organización a los programas de desarrollo social, económico y moral elaborados por el poder político.
Entre octubre de 1975 y junio de 1976, López Portillo visitó a 40 obispos en una ''campaña de sensibilización'' que expresaba una afanosa búsqueda de la adhesión y legitimación del alto clero católico, a quienes públicamente los pilares del sistema, entre ellos Fidel Velázquez, señalaban como ''la reacción''.
En los contactos con los obispos participó el coronel Miguel Angel Godínez. Todos los encuentros se dieron en un clima de discreción absoluta. En general se escogieron casas de empresarios o lugares neutros; aunque el encuentro en Tlaxcala entre López Portillo y monseñor Luis Munive tuvo lugar en el rancho del obispo, en la carretera que va de Santa Ana Chiautempam a Atlihuetza.
El primer obispo visitado fue Alfonso Toriz Cobián, de Querétaro, y el segundo monseñor Anselmo Zarza, de León. Uno de los temas favoritos fue el de los bienes raíces; los inmuebles confiscados en otros tiempos a la Iglesia.
El tránsito del amasiato al matrimonio entre el Estado posrevolucionario priísta y la Iglesia católica se dio, como en toda buena familia, en medio de sobresaltos. Todavía es muy recordado entre los protagonistas, el día de julio de 1986 en que el secretario de Gobernación, Manuel Bartlett, intervino ante el Vaticano para que el Papa ordenara que hubiera misa en Chihuahua, ante el intento de suspender el culto en repudio al fraude electoral, por parte del arzobispo Adalberto Almeida. Bartlett se valió de los buenos oficios de su amigo Girolamo Prigione y fue en la misma delegación apostólica que regañó a un grupo de obispos críticos del sistema.
Con las reformas salinistas de 1992, en el apogeo del ''priísmo empanizado'', el gran maestro masón Enrique Olivares Santana ųel hombre que como secretario de Gobernación castigaba a Prigione y al cardenal Miranda con cinco horas de antesalaų, hallaría ''hermanos'' en el Vaticano cuando, restablecidas las relaciones con la Iglesia, fue enviado a Roma como primer embajador de México ante el papa Juan Pablo II.
Encuentros cercanos bajo el zedillismo
La ''modernización con candados'' de las relaciones Iglesia-Estado, salpicada por el asesinato del cardenal Juan Jesús Posadas y los exabruptos provocadores del ex nuncio Prigione ų''Dios ha sido devuelto a México y México a Dios'', dijo haciendo un paralelo con la Italia de Mussolini al entregar sus cartas credencialesų se ha seguido consolidando durante el zedillismo.
El 26 de marzo de 1999, luego de fracasar en sus intentos por traer al papa Juan Pablo II, Onésimo Cepeda logró llevar a su catedral de Ecatepec al presidente Zedillo, en lo que fue considerado un hecho histórico desde las Leyes de Reforma. El mandatario develó la placa de consagración del templo, cuya piedra fundamental había sido puesta en 1997 por Girolamo Prigione y Esteban Moctezuma, ambos ausentes en el acto, al igual que Carlos Slim y Lorenzo Zambrano, amigos dilectos del anfitrión.
Hubo otra ausencia significativa: la del nuncio Mullor. No obstante, asistieron casi en pleno los miembros del Club de Roma (el cardenal Rivera, el arzobispo de Mérida, Emilio Berlié; el obispo de Cuernavaca, Luis Reynoso, y el fundador de la ultraconservadora orden de los Legionarios de Cristo, Marcial Maciel), y el entonces responsable de la seguridad interior, Francisco Labastida, que despuntaba como tapado y que en su coqueteo con la Iglesia ya había revelado a su ''confesor'' Onésimo su credo católico y guadalupano.
El 27 de julio siguiente, en otro acto cargado de simbolismos, el presidente Zedillo visitó la Catedral Metropolitana en compañía del cardenal Rivera. šEl primer mandatario en pisar el suelo catedralicio en 150 años! Los espaldarazos de Zedillo a Rivera y Cepeda hicieron evidente la ''buena química'' entre los obispos miembros del ''grupo compacto'' y el Ejecutivo, que siguió tejiéndose cuando el ubicuo y singular Onésimo, como ''persona física'' ųal decir de Jaime Almazán, director general de Asociaciones Religiosas de Gobernaciónų acudió la noche del 7 de noviembre a festejar la victoria de su ''amigo'' Labastida en las elecciones internas del PRI.
Un par de meses después, Onésimo Cepeda afirmaría que es ''daltónico'', que no ve los colores del PAN, del PRI o del PRD. ''šMe vale gorro quién se siente en la silla presidencial!''. Lo dijo en el contexto del nacimiento de una nueva amistad, cuando hasta su catedral de Ecatepec llegaron Vicente Fox y su hija Cristina, el 5 de febrero pasado. Ese día desayunaron ''torta Cuauhtémoc'' (huevos fritos sobre tortilla, con pechuga de pollo, rajas de chile poblano, crema y salsa de tomate) y en la despedida Fox besó el anillo sacramental del obispo y recibió la bendición.
Más desaseado había sido el encuentro del panista con Samuel Ruiz, en enero. Eran los días de la despedida del obispo y Fox quiso transformar una ''coincidencia'' en el templo de Santo Domingo, en San Cristóbal de las Casas, en un acto de campaña; pero los asesores de don Samuel lo frenaron y los feligreses le pidieron a gritos que se fuera.
También Cárdenas se entrevistó con Onésimo Cepeda durante su gira por Ecatepec. Asimismo, ha sostenido encuentros con el arzobispo de Chihuahua, José Fernández, y los obispos de Tapachula, Felipe Arizmendi; de Querétaro, Mario de Gasperín, y de Aguascalientes, Ramón Godínez, entre otros. Su ''acercamiento' con la Iglesia católica data de 1993, cuando en su anterior campaña se entrevistó con el entonces presidente de la CEM, Adolfo Suárez, y con el obispo coadjutor de Tlaxcala, Jacinto Guerrero. Ya en su condición de jefe de Gobierno del Distrito Federal, a Cárdenas le tocó entregarle las llaves de la ciudad y declarar huésped distinguido al papa Juan Pablo II, el 22 de enero de 1999, pese a las resistencias del gobierno federal.
Durante su campaña de 2000, Cárdenas visitó al cardenal Norberto Rivera en la Basílica de Guadalupe. El candidato de la Alianza por México y el cardenal comieron el 8 de febrero en las antiguas oficinas del ex abad Guillermo Schulenburg, en el cuarto piso. Fue un encuentro cordial y respetuoso. De ''amigos''. Cuando un reportero le preguntó a Rivera si Cárdenas podía llegar a presidente, el purpurado respondió: ''Si no, no estuviera aquí''. A otro periodista, que sugirió una eventual bendición al hijo de Tata Lázaro, Rivera, sin titubear, le dijo: ''Es de todos conocido que el señor ingeniero no practica nuestra religión".
Ya antes, Cárdenas y Rivera habían llegado a un acuerdo amistoso durante la elección del presidente de la Junta de Asistencia Privada. En octubre último, Cárdenas propuso en la Universidad Autónoma de Chihuahua que los ministros religiosos participen de forma abierta en las actividades políticas y que ejerzan a plenitud sus derechos políticos. Llamó a reformar la ley, para que los obispos asuman esa responsabilidad con ''transparencia''; incluso para que puedan llamar a votar. No es un planteamiento nuevo. No obstante, el entonces nuncio Justo Mullor dijo que la iniciativa era ''improcedente'', dado que el derecho canónico prohíbe a los ministros de culto participar en política.
En otros temas urticantes de las relaciones de la Iglesia con la sociedad, Cárdenas se ha pronunciado sin ambages por el uso del condón, como medida eficaz para la prevención del sida, y ha definido el aborto como un problema de salud pública de primerísima importancia. Al respecto, ha repetido que la sociedad debe dar un amplio debate sobre el tema, para analizar las causales de despenalización del aborto, sin prejuicios o descalificaciones previas, con respeto al carácter laico del Estado y al margen de visiones excluyentes.
Una posición antagónica con la del obispo mexicano Javier Lozano Barragán, presidente del Pontificio Consejo para la Salud del Vaticano, quien condenó aquí, en abril, los métodos de planificación familiar y prevención de enfermedades de transmisión sexual. Para Lozano, quien negó que la Iglesia sea ''oscurantista'' en su doctrina, el látex es ''extremadamente inseguro''.
En cuanto al aborto, es uniforme la oposición de los obispos a lo que llaman ''la cultura de la muerte'', como salió a relucir a raíz del caso Paulina, la adolescente violada en Baja California. El presidente de la CEM, Luis Morales, informó que la Iglesia viene promoviendo una campaña de firmas en los templos para solicitar al Congreso de la Unión que eleve a rango constitucional el derecho a la vida.
En México, el aborto por violación es legal en las 32 entidades federativas. Pero los derechos reproductivos de Paulina se violaron por presiones de la Iglesia. En su caso, la ley fue letra muerta; fue obligada a parir.
Sobre las relaciones Iglesia-Estado, Cárdenas y Labastida han reivindicado el laicismo juarista y la libertad de cultos. En su plataforma de 2000, Cárdenas plantea que la educación debe ser laica, pluricultural, democrática y gratuita en todos sus niveles, desde el jardín de niños hasta los posgrados universitarios.
Bandazos en el atrio
En esto Fox ha andado a los bandazos. Durante su campaña ha criticado los ''jacobinismos extremos'' (sic) y a los ''fanáticos de la laicidad''. En noviembre de 1999, en un foro de la Unión Nacional de Padres de Familia dijo que de llegar a la Presidencia permitiría impartir educación religiosa en escuelas públicas, y existen testimonios de que, como gobernador de Guanajuato, utilizó recursos de la partida 281 ųdestinada a la capacitación del magisterioų para enseñar doctrina religiosa a padres de familia y profesores, en abierta violación al artículo tercero de la Constitución.
Ahora, en su decálogo a los obispos, se comprometió a llevar a cabo una serie de reformas constitucionales y fiscales en beneficio de las asociaciones religiosas, para que se permita incluso impartir educación en los salones parroquiales. Pero hace poco se desdijo y se presentó como ''un defensor a ultranza'' de la educación laica.
No hay duda que los candidatos del PRI y del PAN ven en la Iglesia católica un electorado potencial enorme. A su vez, la jerarquía busca obtener mayores concesiones en su trato con el Estado. Se establecen las relaciones de mutua conveniencia. Los candidatos aspiran al voto corporativo. De allí el coqueteo; las pruebas de amistad y obsequiosidad ofrecida.
La Secretaría de Gobernación apuesta a que la Iglesia sea un actor político en los comicios del 2 de julio, pero no un factor de poder. Un régimen que se resquebraja necesita de la justificación simbólica y ya no sólo implícita de la Iglesia. Los obispos quieren ocupar un lugar en la transición.
A su vez, los candidatos juegan sus fichas. Cárdenas plantea reformar las leyes para que los obispos puedan transparentar su actividad política. Fox, envuelto en la Guadalupana, se presenta como el presidente cristero que requiere la transición. Labastida... El priísta no da brillo. Hace lo que siempre hizo, apoyarse en el aparato del sistema. Hace poco, Labastida incorporó a su equipo a un peso pesado de Gobernación, Genaro Jaimes, experto en asuntos religiosos, y pronto sumará a su campaña al obispo emérito de Sinaloa, Luis Rojas Mena, quien grabará un testimonio televisivo sobre las bondades humanas del ex gobernador sinaloense.
No deja de ser curioso que Lira Mora sólo le haya leído la cartilla a Fox acerca de que no se vale inducir el voto de conciencia dogmático, corporativo. Pero son tiempos electorales y ni modo, como en la guerra y en el amor, todo se vale.