SABADO 1o. DE JULIO DE 2000
* José Emilio Pacheco clausuró el foro organizado por Alianza Francesa-CNCA
Con las muertes de Paz y Benítez, se cierra el ciclo de Los Contemporáneos
* Son muchas las herencias, pero hay que conquistarlas, apuntó el prestigiado poeta y ensayista
* Continuaron la tarea de la generación de Alfonso Reyes y Pedro Henríquez Ureña
Angel Vargas * Para José Emilio Pacheco no cabe duda: ''El ciclo que abrieron Los Contemporáneos se ha cerrado simbólicamente para siempre con las muertes de Octavio Paz y Fernando Benítez. Nada sabemos de lo que seguirá. Todo es una página en blanco, todo es desconocido, todo es posible y, por tanto, ahora Los Contemporáneos no son ya nuestros contemporáneos, sino nuestros clásicos".
Es la noche del jueves y, ante el público que llena la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, apunta: ''Esto no es tan consolador como parece, porque no hay paz en los sepulcros literarios. Todo está en continuo movimiento. El porvenir del pasado es absolutamente inescrutable. En el caso de Los Contemporáneos nuestro conocimiento es un proceso en marcha al que se añaden cada día nuevos elementos. El pasado no acaba de pasar, siempre es nuevo, siempre es nuestra cotidianidad".
Corresponde al prestigiado poeta, narrador, ensayista y traductor mexicano clausurar el ciclo de 35 actividades que la Alianza Francesa y el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes dedican desde finales de enero al grupo intelectual que integraron Xavier Villaurrutia, Jaime Torres Bodet, Salvador Novo, Gilberto Owen, Jorge Cuesta, Bernardo Ortiz de Montellano, Enrique González Rojo, Carlos Pellicer y José Gorostiza.
La herencia de Los Contemporáneos es el título de la conferencia que ofrece el maestro, la cual habrá de finalizar casi una hora después. Lo primero que enfatiza es el problema serio que existe para acercarse a dicho grupo ante la inabarcabilidad del corpus literario que éste dejó.
Preocupación por el lenguaje
Pacheco habla enseguida de la importancia de aquellos personajes, de su legado para la vida cultural e intelectual del siglo XX mexicano. Los ubica como los creadores del teatro nacional de esta centuria y, en especial, destaca la figura de Salvador Novo, de quien hace lo mismo con su narrativa de no ficción, comparándolo en ese rubro con Martín Luis Guzmán.
La traducción, el ensayo, la crítica de cine, la colaboración con los músicos y la incursión en la publicidad son otros aspectos que enumera como herencia de Los Contemporáneos.
''Son muchas las herencias que, como siempre, para recibirlas hay que conquistarlas. No puedo hablar del ensayo, el teatro y la novela. Me limito a dos indiscutibles. Una es su poesía y, la otra, su curiosidad intelectual, que yo llamaría, con un término de Bernardo Ortiz de Montellano, su avidez intelectual", dice José Emilio Pacheco, quien apunta que Los Contemporáneos continuaron la tarea de la generación de Alfonso Reyes y Pedro Henríquez Ureña: nacionalizan la nueva cultura, mexicanizan la poesía moderna.
El autor de Las batallas en el desierto explica los términos de generación y de grupo para precisar que si bien la generación de 1925 tuvo su núcleo en Los Contemporáneos, allende este grupo existieron creadores destacados en diversas disciplinas de la cultura y las artes, como Antonieta Rivas Mercado, Rufino Tamayo, Elías Nandino, Carlos Chávez, Julio Bracho, Rubén Salazar Mallén, José Martínez Sotomayor y los que integraron el también grupo de Los Estridentistas, entre otros.
José Emilio ubica a Los Contemporáneos como ''la gran generación poética del idioma". También afirma que la mayor generación poética del siglo XX en cualquier idioma es la integrada por la unión de los poetas españoles e hispanoamericanos nacidos entre 1895 y 1905.
ƑQué es, finalmente, lo que podríamos llamar la herencia de Los Contemporáneos?, se pregunta el escritor y se responde: ''Aparte de la curiosidad intelectual y el valor de su poesía, diría que la preocupación por el lenguaje".
Fueron fieles a lo dicho por su maestro T.S. Eliot acerca de que el poeta ''nos sirve al dejar tras él un idioma más preciso, más sutil, más capacitado para expresar nuevas extensiones de la experiencia; tiene la obligación de explorar, de encontrar palabras para lo que no se ha articulado y capturar los sentimientos que no sentiríamos de otra manera porque no teníamos palabras para ellos".
A manera de rúbrica, asevera: ''Nosotros pasaremos, pero Los Contemporáneos permanecerán vigentes".