DOMINGO 2 DE JULIO DE 2000
Hoy
* Néstor de Buen *
Es muy posible que este final de siglo que concluirá el próximo diciembre coincida con el retiro de un sistema político que ha hecho fama en el mundo de llevar más tiempo en el poder.
Uno podría pensar, de no conocer las realidades, que esa permanencia ha significado la reiteración de la misma política a lo largo de tantos años. Pero cualquier analista podrá llegar a la conclusión de que con tres nombres diferentes: Partido Nacional Revolucionario (Calles), Partido de la Revolución Mexicana (Cárdenas) y Partido Revolucionario Institucional (la suprema contradicción: Alemán), se han planteado tesis radicalmente distintas. Inclusive, dentro de cada uno de esos esquemas partidistas.
Calles y sus servidores en la Presidencia definieron una política conservadora, agresiva con la Iglesia (Ƒcelos por el poder?), corporativa, con el protagonismo esencial de Luis N. Morones y su CROM; caudillista y, en cierto modo, institucional, por cuanto sentó las bases del Estado mexicano. Que no fue como mérito. No hay que olvidar, en ese punto, la actuación de Manuel Gómez Morín, creador del Banco de México.
Cárdenas, el único verdaderamente revolucionario, construyó la economía nacional con la expropiación petrolera y cumplió el mandato constitucional con la reforma agraria. Su política internacional fue ejemplar. No obstante, de algún modo, hizo patente el control sobre el sindicalismo: inspiró el nacimiento de la CTM que ejecutó Vicente Lombardo Toledano, tal vez bajo la idea de los frentes populares, entonces tan de moda como respuesta al fascismo, sin olvidar que el clavo de la CTM también tenía por objeto sacar el clavo de la CROM que apoyaba a Calles.
Después de Cárdenas, el diluvio: desarrollismo, represión a los trabajadores, corporativismo acelerado, expulsión de braceros y el largo camino hacia el capitalismo de Estado que culminaría con los desastres económicos que siguieron y siguen, con los motes muy merecidos de populismo, liberalismo social y el vigente de tantos años ya, el más absoluto neoliberalismo. Todo en el marco del PRI.
ƑA cuál de todos esos sistemas se refiere el candidato del PRI cuando intenta representar una política histórica, una tradición partidista que no existe? Me llaman la atención las afirmaciones en contra de la corrupción, que es vieja entre nosotros como el tiempo; a favor de la democracia; el ahora sí la logramos; por la protección de los derechos de los indios (que desde Gobernación no se protegieron nunca); por la ayuda a los pobres que cada vez lo son más. Y otros muchos etcéteras. Todo lo cual es autocrítica del sistema en el que Pancho Labastida ha participado de manera principal.
Vicente Fox está, a su vez, frente a una encrucijada. Porque volando sin ideologías, en alternancia entre un apoyo conservador y capaz de capitalismos salvajes, los famosos Amigos de Fox, y otro como es el PAN, con raigambres históricas en la democracia cristiana (Gómez Morín, Christlieb, González Luna y mi fraternal amigo Efraín González Morfín), esencialmente compatible con una preocupación social, las cosas no son nada claras. Ahí está el último libro de campaña Vicente Fox propone (febrero 2000), en el que no propone nada en contra de los sistemas corporativos ni mejora alguna en las condiciones de trabajo. En rigor, entre otras cosas, un elogio desmedido a los empresarios. Seguramente que sus asesores andaban en otras ondas. Sin olvidar que sus aliados ecológicos han perdido, si es que lo tuvieron alguna vez, el verdor.
El PRD, con sus conflictos internos, con su paso lento de principio, como en el maratón, ha iniciado un rápido sprint. El acto en la UNAM, la reunión de Monterrey y sobre todo la infinita concentración en el Zócalo del domingo pasado, hacen renacer la esperanza a sus partidarios. Cuauhtémoc se ha definido en lo social rechazando el corporativismo, ha mostrado valor acudiendo a la UNAM, se ha acercado a la gente, y presenta, sin la menor duda, la fórmula más coherente para que las cosas de México vayan mejor a partir de hoy. Claro está que todo el mundo invoca que sus expectativas son muy pobres a pesar del crecimiento espectacular. Yo no estoy de acuerdo con ese punto de vista.
Todo hace suponer que el mejor resultado democrático será un Congreso dividido en tres partes. Con ello el Poder Ejecutivo verá disminuidas de manera notable sus facultades tradicionales de mando.
Lo importante será, sin embargo, que las elecciones sean limpias y reflejen la voluntad del pueblo. Ese sería el mejor resultado hoy. *