SUFRAGIO: ESPERANZA Y LIMITACIONES
Este día tiene lugar el proceso más importante del calendario político nacional: la elección, por parte de los ciudadanos, de representantes para encabezar el Poder Ejecutivo y conformar el Legislativo de la República, además de las autoridades ejecutivas y legislativas de varios estados y del Distrito Federal.
La jornada de hoy presenta diversas novedades positivas: la incertidumbre sobre los veredictos que salgan esta noche de las urnas es mayor que en cualquier elección previa y refleja el grado de real competividad de este proceso, sin precedente en la historia de los comicios presidenciales mexicanos; por primera vez, en esa historia, la sociedad cuenta con una autoridad electoral independiente del Ejecutivo, lo que, en principio, deberá permitir un reflejo más confiable, limpio y preciso de la voluntad popular; las campañas que finalizaron el miércoles de la semana pasada se realizaron en las condiciones menos desiguales que se hayan logrado en el país; adicionalmente, en el sexenio que está por terminar la sociedad ha conquistado márgenes de libertad de expresión también sin precedentes.
Este breve recuento de circunstancias positivas no significa que el proceso comicial, cuyo momento más importante ocurre precisamente hoy, sea irreprochable, ni mucho menos, desde una perspectiva democrática. Hasta ayer, las manchas más notorias eran el desembozado proselitismo del gobierno federal en favor de su candidato y su partido; la persistencia de prácticas de coacción y "compra" del voto -lo que ha dado en llamarse "fraude prelectoral"-; la falta de equidad y las distorsiones en la cobertura mediática de las campañas -sobre todo en algunos medios televisivos y en el interior de la República-, así como el deplorable nivel de argumentación al que llegaron, para atacarse entre ellos, los aspirantes presidenciales que aparecían punteros en las encuestas.
Es de esperar que, a la hora del sufragio, los ciudadanos se sobrepongan a los vicios del proceso y sean capaces de aprovechar las circunstancias favorables apuntadas arriba, para que puedan ejercer realmente su libertad de voto y tomen la mejor decisión, es decir, aquella que brinde mejores garantías de enfrentar los problemas más acuciantes de la nación: la exasperante desigualdad social, la corrupción, la inseguridad pública y el estancamiento de la transición inacabada a la plena democracia.
Finalmente, cabe hacer votos porque, en el curso de este día, se mantenga la tranquilidad, el espíritu cívico prevalezca por sobre los enconos partidarios y el recuento y la divulgación de los resultados ocurran de manera ágil y sin presiones.
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