DOMINGO 2 DE JULIO DE 2000

 


* Angeles González Gamio *

Santa Catarina de Sena

La venerada santa dominica bautizó a varios conventos de monjas, que se crearon a partir del siglo XVI en lo que fuese la Nueva España. El primero nació en la ciudad de Oaxaca en 1571. Como la mayoría de esas instituciones religiosas, en un principio ocuparon unas humildes casas, que al paso del tiempo fueron transformándose en enormes y hermosas construcciones con su templo adjunto. Tras la aplicación de las leyes de Reforma, al ser abandonadas por las monjas, muchas fueron destruidas, otras transformadas para otros usos y las más sobrevivieron con destinos múltiples, que las fueron deteriorando.

Ese fue el caso del antiguo convento de la Madre de Dios de Santa Catarina de Sena, de Oaxaca, que llegó a tener una edificación magnífica que tras haberse utilizado como cárcel, escuela, oficinas, bodegas, imprenta, comisaría y cine, en 1975 fue remodelada para convertirla en hotel y recientemente se le realizó otra restauración que sacó a la luz algunas bellezas ocultas y consolidó los célebres lavaderos, joya arquitectónica que adorna uno de los patios.

Con este motivo el historiador Manuel Esparza escribió su historia, que quedó plasmada en un delicioso libro que lleva el nombre del convento y que se va a presentar el próximo jueves 6, en la maravillosa ciudad de Oaxaca, precisamente en ese sitio, que ahora es sede del hotel Camino Real; allí estaremos junto con la talentosa Conchita Amerlinck, para hablar de la obra y de la vida de las monjas durante el virreinato, tema que ofrece muchas sorpresas. El libro habla de la historia del inmueble y de sus moradoras. Así nos enteramos de las diferencias entre las monjas que hacían vida en común y las de vida particular.

Estas últimas eran las que venían de familias opulentas, con una buena dote, sus muebles, sirvientas, y podían construir dentro del convento una casita privada, compartiendo con el resto de las monjas las misas, oraciones y demás servicios religiosos. Esto llevó a que algunos conventos fuesen como pequeñas ciudades con calles e innumerables patios, como el monasterio de María Inmaculada de la Salud, en Pátzcuaro, que contaba con 11 patios; actualmente es una tienda de artesanías.

A esas casas se les llamaba "celdas profanas" y algunas eran verdaderas mansiones, como la que le hizo Manuel Tolsá a la marquesa de Selva Nevada, en el convento de Regina, en la ciudad de México, misma que por fortuna aún existe. Otra de excepción fue la que hubo en el monasterio de Jesús María, que compartían las hermanas Fagoaga: "Tiene zaguán y contiguo a él una capilla u oratorio, patio, en él cinco piezas, covacha, cocina y corral, caja de escalera que sube y desembarca a tres tramos de corredores y vivienda de seis piezas altas, una azotegüela con lavaderos cubiertos y otra con arriates..." (sic). Esta prebenda se trató de eliminar en varias ocasiones, pero las religiosas pudientes se negaron rotundamente, logrando preservarla en la mayoría de las instituciones religiosas de mujeres.

Hay que señalar que estos conventos llegaron a acumular gran riqueza; la doctora Josefina Muriel, quien ha investigado profundamente el tema, nos cuenta en su excelente libro Conventos de monjas en la Nueva España, de los bienes que tenía el monasterio de Santa Catalina de Sena, en la ciudad de México: š113 casas!, una hacienda y gran cantidad de dinero colocado a censo.

Todo esto lo perdieron tras la exclaustración; el edificio conventual fue convertido en la escuela de Jurisprudencia de la UNAM y ahora es un centro de estudios de posgrado y biblioteca de la propia universidad. La iglesia es templo metodista y conserva sus bellas portadas gemelas, que caracterizan los templos que pertenecían a mujeres religiosas. Se constituyó gracias a las gestiones y... la fortuna de las Phelipas, tres hermanas con grandes recursos que vivían a fines del siglo XVI en la capital de la Nueva España. Santa Catalina de Sena llegó a ser de los monasterios más importantes de la ciudad. Aquí estuvo presa varios años la valerosa Josefa Ortiz de Domínguez, por su participación en la conspiración independentista, despertando tal cariño entre las religiosas, que a su muerte, en 1829, pidieron que sus restos fueran depositados en el templo, a los pies del altar de la Virgen de los Dolores, en donde permaneció muchos años, hasta que fueron trasladados por uno de sus descendientes a la ciudad de Querétaro. Aquí se hizo famoso el Señor de Rebozo, imagen de Cristo que ahora se encuentra en la Catedral Metropolitana y de la que los libros del convento platican muchas historias milagrosas; hasta la fecha cuenta con innumerables fervientes devotos.

En las cercanías del antiguo templo se encuentra el restaurante Cícero Centenario; ubicado en la calle de Cuba, ocupa una hermosa casona decimonónica, que posiblemente cuenta con muros de la que fuese la mansión donde vivió la Malinche con el capitán Juan Jaramillo, con quien la casó Hernán Cortés. Muy bien decorada, ofrece sabrosa cocina mexicana; ahorita hay exquisitos gusanos de maguey, acompañados de tortillas humeantes, guacamole y salsa picosita al gusto.

 

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