DOMINGO 2 DE JULIO DE 2000

 


* Bárbara Jacobs *

Traducir la emoción

De otros días creo recordar a Noam Chomsky sostener que nacemos con la posibilidad de hablar cualquier idioma. Sigo suponiendo que esto puede ser así, ya que no veo por qué no habría de serlo; pero ahora, y sin afán temerario ninguno, me atrevería a preguntar al lingüista si también podríamos todos, con entrenarnos un poco, hablar el lenguaje, digamos, de los gestos de otros pueblos con soltura, por no decir que con precisión entender el de los sentimientos propios y ajenos sin temor a equivocarnos, pues hablar este u otro idioma puede ser más fácil después de todo que traducir con exactitud uno a otro, en especial cuando se trata del habla de los poetas, sean éstos voluntarios o involuntarios, como lo son todos los que lo son, según sostuvo el filósofo de Atenas.

En vista de que suelo echar de menos en el trato con los demás la franqueza total, acudo a la memoria de una instancia que sé que me desmiente, pero que encuentro, además de inquietante, intraducible. Al llevar al colegio a su hijo pequeño, un padre oyó al niño pedirle: ''Papá, acompáñame adentro a llorar un rato". Ignoro si este papá merecía ser el receptor de un poema de esta naturaleza, pero, Ƒentendió lo que su hijo le decía? El niño le tenía confianza plena a este hombre que en otro despertaría sólo desconfianza. No digo que el niño quisiera llorar porque supiera por ejemplo que su progenitor engañaba a su progenitora; pero se podría interpretar el llanto del hijo sobre el hombro del padre, si aquella suposición fuera cierta, como una venganza vicaria de la madre contra el padre que, con apenas un asomo de culpa, entendería.

En un orden distinto de interpretaciones de hechos incomprensibles que tienen algo que decirnos, y que a su modo nos lo dicen hasta cándidamente, recuerdo que la madre de Rousseau murió cuando lo dio a luz, y que su padre, que la buscaba añorante e insatisfactible en el hijo, acostumbraba pedirle: ''Juan-Jacobo, hablemos de tu madre", a lo que Rousseau, por su parte, replicaba: ''šBien, padre!; vamos a llorar". Es que un hijo es, o díganme si no, la diagonal entre la palabra original y a lo mucho un posible significado traducido.

Leía el prólogo de Don McKay a Turista, no, del poeta emigrante Florian Smieja (1925), en torno a la importancia de la traducción, o ''acontecimiento crucial y en ocasiones traumático en la vida de todo poema" (Ƒacontecimiento, o, más bien, alumbramiento?), o ejercicio que a un tiempo conecta y separa igual que un hijo; y que, en última instancia, apunta a la multiplicidad de posibilidades de interpretación. En este sentido, podría ser quizás tópico calificar a un psicoanalista como intérprete/traductor, pero otros epítetos, que ni los califican ni los determinan, aunque sí acentúan su carácter, señalarían funciones menos obvias, como la de Entrenador en Defensa Personal, que provocó que mi esposo, a quien se la propuse a manera de ocurrencia que comentar, exclamara que ''a Steiner le gustaría oír esa comparación", y que acto seguido me pasara Después de Babel, del filósofo emigrante, para que yo averiguara por qué: averiguación que, advierto, no intentaré hacer antes de concluir y dar a luz estas modestas reflexiones propias.

En Preocupación, escribe Smieja: ''Mientras aplicada estudiaba escrupulosamente su libro/ Me le acerqué sin hacer ruido./ Perdona, dije, la interrupción./ Me voy./ Ahora, al estar oyendo el traqueteo de las ruedas,/ Me preocupa que mi beso/ Hubiera trastornado el curso de sus pensamientos".

La última vez que he visto a Smieja fue en medio de una feria de libros hace años. Hablaba acerca de todavía otro poeta emigrante que proponía a mi esposo hacer publicar en la Universidad. Tomábamos café los tres rodeados de voces y pasos, ires y venires con libros y espejismos debajo del brazo, cuando a Smieja le brotaron las lágrimas. A pesar de que al recordar este hecho vuelvo a estremecerme, no sería capaz de reconstruir la conversación que sosteníamos, y que dio lugar a que el poeta llorara de forma incontenible, es decir, sin inhibición, delante de nosotros dos; que sacara un pañuelo de su bolsillo y se secara las lágrimas. ƑLa emigración? ƑDe un país a otro? ƑDe una lengua, de un gesto, de un modo de sentir a otro, a otra, a otro? ƑLa pérdida? ƑLo irrecuperable, irrastreable, irremediable?

Haya yo entendido al pie de la letra o no los motivos del llanto del poeta emigrante, considero sus lágrimas un poema que, intraducible, por universal como lo es, no puedo sino agradecerle.