MIERCOLES 5 DE JULIO DE 2000

 


* Carlos Bonfil *

La historia de Brandon Teena

En el contexto del primer Festival de Cine Lésbico Gay de San Francisco en México, se exhibió este domingo el filme de Susan Muska y Greta Olafsdottir, La historia de Brandon Teena, documental premiado en 1998 en los festivales de Berlín y de Vancouver. Esta cinta, proyectada una sola vez hace dos años en la Cineteca, ha cobrado mayor relevancia desde la exhibición comercial de Los muchachos no lloran (Boys don't cry), de Kimberley Pierce, la cual aborda, como ficción y con el refuerzo de estupendas actuaciones, el mismo tema del documental que la precede de un año.

Ambas películas denuncian con vigor un hecho criminal: la ejecución por odio antihomosexual de un joven de 21 años, Brandon Teena, cuya identidad biológica es femenina y en cuya acta de nacimiento figura su nombre verdadero, Teena Brandon. Las directoras del documental proceden a reunir, mediante entrevistas, los testimonios de los familiares de la víctima y de los asesinos, dos jóvenes de 24 y 25 años. Son particularmente crudas las declaraciones de quienes ejecutaron el crimen de odio, y del sheriff que por ignorancia y por prejuicios personales, casi legitima el hecho en lugar de condenarlo abiertamente. Lo que se imputa al joven asesinado es haber sido responsable de despertar la ira de sus asesinos. El tema de la víctima culpable está presente en toda la cinta.

Brandon Teena es violado, torturado y asesinado con saña muy parecida a la de los crímenes que en Estados Unidos se cometen contra miles de mujeres víctimas de acoso y violencia sexual. Una constante es la justificación de dichos asesinatos ųla víctima debe primero probar no haber propiciado ella la agresiónų. Brandon Teena es así culpable, en Falls City, estado de Nebraska, de haber engañado a la población asumiendo una identidad y un género falsos, y de haber incitado a otras jóvenes a enamorarse de él a sabiendas de que incurría así en actos ''inmorales". La convicción generalizada en la población bienpensante es que Brandon obtuvo su merecido, aun cuando en la masacre final también perdieran la vida otras dos personas por completo ajenas a la situación.

La historia de Brandon Teena aborda con mayor detenimiento un aspecto que la directora Kimberley Pierce sugería en Los muchachos no lloran: la fascinación de las antiguas novias del joven por un personaje encantador y ambisexual. ''Brandon ųdice una de ellasų conocía bien los dos sexos; en una época había sido mujer, y en otra, hombre. Esto le permitía conocer las dos caras de la moneda, lo cual era fantástico". En él descubrían las mujeres un comportamiento viril poco común en el pequeño pueblo de Nebraska: la galantería reforzada por una práctica continua de la ternura. En las entrevistas, ninguna de ellas se siente decepcionada por haber tenido en realidad contacto afectivo fuerte con otra mujer, y acaso lamentan únicamente que ningún hombre en su entorno reúna cualidades de entrega y generosidad semejantes.

Las directoras ofrecen retratos muy elocuentes de la población masculina blanca de Falls City: la fanfarronería de los criminales no parece en nada excepcional. John Lottar, uno de los asesinos, niega así su culpa: ''Del dicho al hecho hay un buen trecho. He afirmado un 'Te voy a matar' millones de veces en mi vida; si fuera cierto cada vez, Ƒcuántos muertos no habría por aquí?"

Desafortunadamente, el documental no explora más aspectos de la infancia y adolescencia de Brandon, por lo que nuestro contacto con el personaje se limita, en lo esencial, a los últimos dos meses de su vida, como una crónica casi judicial de su ejecución. Hay fotografías de Brandon en distintas épocas de su vida, pero pocos indicios de lo que pudieron ser las primeras manifestaciones de lo que él llama su ''crisis de identidad sexual". De modo alguno acepta una acusación de lesbianismo; su identidad soñada es la de un hombre que ama a las mujeres, y que, como lo muestra la cinta, es generosamente correspondido por ellas.

El tema central en La historia... es, a final de cuentas, la intolerancia, la idea de que para muchas personas cualquier conducta distinta a la de la mayoría representa una amenaza social. En Falls City, la confusión genérica se castiga con la muerte. Los hechos que muestra el documental sucedieron entre la Navidad y Año Nuevo de 1993. En la primera fecha Brandon fue violado; en la segunda, ejecutado. La ejecución la facilitó el sheriff del condado, quien liberó a los agresores considerando que la víctima merecía lo que le había sucedido. Esa negligencia fue la autoría intelectual del crimen que se cometería seis días después.

(La historia de Brandon Teena se exhibió el domingo, en versión subtitulada, en El Plaza Condesa.)