MARTES 11 DE JULIO DE 2000
Después del 2 de julio
* Alberto Aziz Nassif *
El 2 de julio el país votó en paz y México tuvo unas elecciones limpias. El resultado fue un cambio de mando en la Presidencia de la República, después de 71 años de un mismo partido en el poder. Sin embargo, los costos de este movimiento democrático no han sido pocos. Tal vez tenía razón Fidel Velázquez cuando afirmaba que los priístas habían llegado al poder a balazos y que sólo lo dejarían de la misma forma. Atrás de estas elecciones queda el movimiento del 68, la guerrilla de los años 70, la guerra sucia, los más de 600 perredistas asesinados, el levantamiento zapatista, Acteal, Aguas Blancas. Ha sido larga la transición mexicana a la democracia, pero ha llegado la hora en la que podemos despedirnos de ese término; con la alternancia en la Presidencia y el gobierno dividido empieza otra etapa: la construcción plena de un sistema político democrático y su consolidación.
El 2 de julio es ya una fecha simbólica de nuestro calendario democrático. Con estas elecciones fracasó una maquinaria política y electoral que tenía fama de ser invencible y cuando perdía, se recuperaba; termina una forma de hacer política y de ejercer el poder que tuvo como ingrediente básico una conducción autoritaria y discrecional; una cultura política que era sinónimo de cultura nacional; terminó lo que quedaba del viejo régimen, el abuso exitoso de las reglas del poder para favorecer al partido tricolor, como lo vimos durante toda la campaña electoral (desequilibrio en la cobertura de medios, coacción y compra de votantes).
No era posible que la modernización técnica e instrumental no tuviera una correspondencia con una modernidad democrática. El país que votó tiene un perfil definido. Detrás de la alternancia se encuentran los millones de votos de los jóvenes, de los ciudadanos con mayor índice de escolaridad, de las regiones del norte y del centro occidente, de los centros urbanos del país (Reforma, 3/VII/2000). Ese México se impuso al perfil rural, más adulto y menos educado, a esos territorios en donde el priísmo ha tejido sus redes corporativas y clientelares.
Las tendencias electorales se modifican drásticamente cada vez que hay un acontecimiento que rompe con las inercias: por ejemplo, en 1988 el PRI bajó a niveles de 50 por ciento, situación que hubiera tenido prácticamente hasta el año 2000 si la caída de sus votos hubiera permanecido igual; el pasado 2 de julio el PRI se ubicó ya como un partido minoritario, y sólo tendrá mayoría relativa en el Congreso. Este resultado fue posible porque los ciudadanos pudimos corregir con nuestros votos la incapacidad de los partidos de oposición para coligarse. El voto útil ayudó a formar una mayoría clara para derrotar al viejo partido de Estado.
ƑQué viene después del 2 de julio? No puede haber lugar para el engaño y las falsas ilusiones, el país real sigue su marcha, las agendas están definidas, el camino tiene retos y oportunidades, pero también severos peligros y riesgos. La construcción democrática necesita tiempo, pero es indispensable que los ganadores den muestras sensibles de los cambios, todos los votantes tienen alguna promesa como recibo de su sufragio. El nuevo presidente no tendrá mayoría en el Congreso, por lo tanto, el pulso de las reformas que necesita el país pasará necesariamente por una intensa y fatigosa labor de negociación. El reto más significativo del nuevo gobierno que encabezará Vicente Fox, será generar un espacio público en donde los intereses, los consensos y las diferencias puedan digerirse mediante reglas institucionales.
La democracia necesita institucionalizar el conflicto. Los primeros reacomodos después del 2 de julio anuncian que antes de llegar a una situación de normalidad y de consolidación democrática, pasaremos por zonas y tiempos de fuerte turbulencia. Lo primero que se necesita para realizar esta gigantesca labor democrática es construir pactos y acuerdos, recuperar el sentido más elemental y positivo de la política: ponerse de acuerdo sobre las reglas del juego y las instituciones.
Hasta la fecha, el vector del cambio político ha estado cargado hacia la parte electoral, ahora se tienen que poner a funcionar las otras partes que faltan: las libertades de organización, como la libertad sindical; el estado de derecho y la impartición de justicia; los ajustes al modelo económico y la redistribución del ingreso; el federalismo y la descentralización de recursos, entre otras muchas.
Finalmente, a pesar de que apenas se empieza a dibujar en el escenario político del país las consecuencias del 2 de julio, hay que repetirlo para que no se nos olvide: en los próximos seis años, la oposición será gobierno y el PRI será oposición. *