MIERCOLES 12 DE JULIO DE 2000

Alcances del cambio

 

* Bernardo Bátiz Vázquez *

Ciertamente, por efecto de una votación notoriamente amplia a favor del candidato del PAN, el nuevo titular del Poder Ejecutivo ya no será un militante del PRI, sin embargo, está por verse qué tan profundo es este cambio y hasta dónde puede llegar. La democracia tiene como una de sus características más apreciables, el que es autocorregible, pero no automáticamente; si el cambio que ahora se da no nos es satisfactorio, podemos darle una nueva dirección dentro de tres años, cuando se renueve la Cámara de Diputados; mientras tanto, tenemos que aceptar que gobiernen quienes obtuvieron mayoría de votos, aun cuando no tenemos que reconocerles ni cualidades especiales ni aceptar ciegamente sus propuestas y juicios.

Se ha derrumbado el sistema de un partido hegemónico, no sólo por lo copioso de los votos del pasado 2 de julio, sino por un largo movimiento de participación ciudadana cada vez más activo, que tiene muchos años y muchos protagonistas que colaboraron para ello; estamos satisfechos y hasta eufóricos por el desplazamiento del Partido Revolucionario Institucional, pero eso no nos impide pensar en la parte oscura de los resultados y en los riesgos por venir.

El que con leche se quema hasta al jocoque le sopla, dice el refrán popular ya un poco olvidado; tantas veces hemos visto al sistema hacernos trampa y salirse con la suya, que es natural deslizar una sombra de duda sobre los acontecimientos que estamos viviendo.

Por mi parte, desde hace ya varios años, todavía dentro del Partido Acción Nacional, señalé el riesgo de que pasáramos de la existencia de un partido oficial, a la de un sistema de dos partidos oficiales; traigo a la memoria lo anterior, no en forma gratuita, sino porque hay algunos datos que me lo hicieron recordar.

En primer lugar, no podemos desconocer las relaciones entre el gobierno y el PAN. El gobierno del doctor Zedillo se inició con el espectacular nombramiento de un panista como procurador general de la República, lo que indica que había entonces una buena relación entre ambos protagonistas de la política: sistema y Partido Acción Nacional.

Posteriormente, se dio o aparentó un distanciamiento, pero que no llegó al extremo de que dejaran de apoyarse mutuamente las partes; en efecto, las decisiones más importantes del Congreso de la Unión, que requería el gobierno federal para no tener tropiezos en sus gestiones y línea política, las lograba siempre con el oportuno apoyo panista. Ejemplos de esto son el presupuesto, la conversión de deuda de los bancos en deuda pública, modificaciones al Código Penal, negativa de más presupuesto al Gobierno de la ciudad de México, etcétera, etcétera.

El mismo gobierno culmina ahora con una tersa entrega del poder al candidato panista; en sus dos extremos, el trayecto del régimen se encuentra con los panistas amistosamente.

Se me puede replicar que hubo un apoyo amplio al candidato Francisco Labastida, pero como se vio, no fue el suficiente y tácita o expresamente se permitió que la ciudadanía manifestara su repudio al sistema, en el sentido en que lo hizo, sin que éste metiera las manos más allá de una débil y tardía defensa.

Por otra parte, el futuro presidente inicia su vida como candidato electo con actitudes que deben dar lugar a reflexiones de los observadores; se apresura una reunión con el presidente de Estados Unidos, se entrevista con el embajador de ese país, se hospeda durante su descanso ųbien merecidoų en propiedad de uno de los banqueros más poderosos del momento y se dispone a nombrar su equipo de trabajo sin tomar mucho en cuenta al partido que le prestó la siglas y para ello elaborar un complicado mecanismo en el que a fin de cuentas él y sus amigos (de dentro y de fuera) tendrán la última palabra.

Todo lo anterior nos autoriza a temer que el cambio, siendo históricamente muy importante, no sea ni todo lo claro ni todo lo profundo que pudiera desearse. *

 

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