EL SIDA: VIRUS Y DESIGUALDAD
En la 13 Conferencia Internacional sobre el Sida, que se realiza desde el domingo pasado en el puerto sudafricano de Durban, han salido a relucir diversos aspectos de la epidemia: un panorama devastador para muchas naciones, especialmente para las del continente africano, en el que se encuentran las tres cuartas partes de los 34 millones de infectados por el VIH; polémicas lamentables, alentadas por el propio jefe de Estado del país anfitrión, cuyos asesores se aferran a la duda -superada ya por la comunidad científica- de que exista una relación entre el virus y la enfermedad; esperanzas tenues sobre el incipiente desarrollo de una vacuna que podría curar el padecimiento y la evidencia de la estrecha relación entre la propagación de éste y las condiciones sociales de miseria y marginación que imperan en vastas regiones del planeta, así como las asimetrías sanitarias -que reproducen y acentúan las económicas, las políticas y las tecnológicas- que separan a las naciones ricas de los países en desarrollo.
Los datos más brutales indican que la esperanza de vida en Estados como Botswana, en donde un tercio de los adultos son portadores del virus, ha caído a 39 años a raíz de la epidemia -era, en promedio, de 71 hasta antes de ella-; se prevé que dentro de una década, la cifra correspondiente sea de 30 años, y que las poblaciones de la nación mencionada, así como las de Sudáfrica y Zimbabwe, se reduzcan a partir de 2003 como consecuencia de las tasas de mortalidad y la escasa fertilidad asociadas a la enfermedad.
La situación en América Latina y en México es mucho menos grave, pero se repiten, aquí, los mismos patrones socioeconómicos de la epidemia, la cual tiende a propagarse en forma mucho más rápida y devastadora en los estratos marginados, más vulnerables, en la medida en que disponen de poca o nula información sobre las medidas preventivas existentes, carecen de acceso a los costosos antivirales capaces de frenar el desarrollo de la enfermedad en el organismo y son más susceptibles de dar crédito a la propaganda irresponsable y criminal de la Iglesia católica contra el uso del condón.
Cabe esperar que en el multitudinario encuentro de Durban -en el que participan más de 10 mil científicos, funcionarios de salud y promotores sociales- se forjen los consensos mundiales para intensificar las acciones de educación y prevención para frenar la propagación de la epidemia, distribuir los medicamentos disponibles, con un mínimo de sentido ético, y acelerar las investigaciones orientadas a encontrar la vacuna contra el VIH.
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