MIERCOLES 12 DE JULIO DE 2000
La agonía del cambio
* Luis Linares Zapata *
El PRI inició un penoso camino hacia su vida independiente con el pie equivocado. El panorama que se delinea delante de los priístas asegura que el proceso renovador será largo y cruento. Primero, se ha dado lugar a una serie de escaramuzas entre sus cuadros distinguidos, recordatorios solapados de complicidades, reclamos de favores y errores pasados, para seguir con la descalificación de perfiles, entrevistas y tanteos para asegurar o conseguir adeptos.
El PRI se plantó, ante sí mismo y como ser plagado de incógnitas, de manera airada y lleno de resentimientos, apuntando hacia sus figuras de realce y entreviendo posibles traiciones. No pudieron, los cuadros más enterados, de mayor experiencia y mejor preparados, inquirir sobre lo que les había sucedido. Y, por si ello no fuera ya un desatino, algunos de sus personeros mejor situados comenzaron movimientos discrecionales para apoderarse de los mandos. Desataron entonces la ambición de otros. El uso de formas caducas para remover e instalar a sus allegados o preferidos en las codiciadas oficinas de privilegio ha sido un lugar común. Se inició así una lucha abierta para asegurar la continuidad individual y mantener los intereses de grupo ante el temor por el cambio. El trasiego va de Tabasco a Los Pinos, de Insurgentes a Gobernación y de los estados al centro, en un trajín que no encuentra cuadratura y sí mucho elitismo.
Si en lugar de señalar, con el dedo flamígero, al presidente Zedillo como el responsable del demoledor golpe electoral, se hubieran preocupado los priístas por diseñar una ruta hacia el examen riguroso y la crítica de lo sucedido, el puente hacia la reconstrucción de su partido aparecería claro y apresable. Las contrariedades por el forzado voto para incrementar el IVA siguen aún cegando a diputados y senadores salientes. El anuncio ''anticipado'' de la victoria panista los monta en incontenible ira. La primacía de la política económica con sus acentuados rasgos neoliberales fue situada en el origen de la derrota, sin meditar que el electorado que votó por Fox también respalda su estricta continuidad.
En ese contexto era de esperar que la operación inducida desde Los Pinos para dejar a un personero ad-hoc fracasara y, con ella, se pospuso y contaminó la dolorosa pero indispensable reflexión sobre el masivo rechazo ciudadano (24 millones de electores). Los poderes y hasta los deberes del Presidente quedaron en entredicho.
No sólo el meditar sobre el abandono de los votantes se dejó para otro momento, también el análisis causal de la preferencia ciudadana por otras opciones fue postergado. Con los torpes movimientos del grupo de mando de la campaña derrotada, que se iniciaron por cierto el mismo domingo 2 de todos los reveses, se provocó la lucha de facciones que hoy permea en la difusión y el comentario periodístico con recelo, desconfianza, cierta alarma pero también con indiferencia y hasta con desagrado. Hasta los gobernadores, la mayoría de ellos encaramados sobre el diario accionar de sus respectivas secciones partidarias a las que controlan con férreo celo, claman por apertura, cambios, por exigirle a Zedillo sacar las manos y no designar a los dirigentes (aunque sea a los transitorios), y piden la democratización instantánea, aun cuando ellos son parte consustancial del problema y causa eficiente del rechazo en las urnas.
El Revolucionario Institucional tiene un enorme capital humano y físico invertido. Mantenerlo y reproducirlo, sin el concurso ilegal de los recursos gubernamentales, es ya una cuestión ineludible. Y ello a pesar de los apoyos que sus gobernadores están dispuestos a seguir filtrándoles en las elecciones que tienen por delante como tareas urgentes (Chiapas, Tabasco, Jalisco y Veracruz). Bien saben que esa práctica es una de las causales de su derrota y, de continuarla, agravarán su desprestigio.
El perfil de sus electores no es el mejor ni tampoco el que los sustentará en futuras batallas electivas. Tienen que definir sus auditorios a conquistar y, a partir de ellos, definir su oferta política, organización y dirigentes. Pero esto vendrá después de la auscultación de su esencia como organismo vivo, como instituto que quiere y puede resituarse en la lucha por el poder público de la nación. Casi todos los que están tratando de apoderarse ahora de los mandos clave son políticos que responden al perfil del votante que los respaldó, pero contradicen a la mayoría (65 por ciento) que prefirió otras opciones.
Todo indica que estos grupos y personas tendrán que dejar libre el escenario para que emerjan los dirigentes adecuados al futuro de un partido nacionalista y democrático, de centro izquierda, que el Partido Revolucionario Institucional parece querer ser. *