SABADO 15 DE JULIO DE 2000
La hora de la sociedad
* Luis González Souza *
Ojalá los monterrosianos tengan razón al resumir la euforia de estos días: cuando los mexicanos despertamos el 3 de julio, el prinosaurio ya no estaba ahí. Ojalá fuese cierto, porque sin duda merecemos, desde hace largo tiempo, un México libre, justo y democrático.
Pero hay algo, tal vez la ética, que nos obliga a decirlo: el prinosaurio no sólo es el PRI. También es una forma de gozar y de sufrir todo lo que hemos padecido y aceptado, a veces hasta con aplausos, durante el largo reinado del priísmo. Es asimismo un caudal de costumbres y (anti)valores enchufados al régimen del tlatoani-virrey-emperador-cacique-caudillo-presidente... Ƒy ahora hasta un mesías? El prinosaurio, pues, es toda una cultura. Por lo mismo, su extinción no será fácil, pero tampoco imposible.
Aun en el plano más visible, el primonstruo sigue ahí, sólo que en calidad de desplazado ("Pa que vea lo que se siente", diría alguien en X'Oyep). A punta de votos, y no de bayonetas como las de Acteal, el priísmo más conspicuo ha sido desplazado a las 21 gubernaturas estatales, así como a las alcaldías y las curules que le quedan.
Pero a diferencia de los indígenas, los pridesplazados saben mucho más de sangre que de ética, mucho más de venganzas que de conciliaciones, y harto más de mezquindad que de dignidad. De hecho, el reactivado "sindicato de gobernadores" priístas parece dispuesto a inaugurar una nueva modalidad de guerra: una guerrilla de mafias y cacicazgos, a primera vista contra el gobierno de Fox; en el fondo, contra todo proyecto democratizador.
Donde más se asoma la muerte del PRI es en Los Pinos. Pero aun ahí faltaría desmentir la ingeniosa hipótesis que, en una enriquecedora discusión con dirigentes sindicales, nos presentó hace un par de días el CILAS Films. "Y cuando desperté... en vez del dinosaurio, Foxila estaba ahí".
Y es que el prinosaurio aprendió a reproducirse hasta en el propio seno de la sociedad. De ahí, lo que ya casi es un cliché: en el fondo de nuestro corazón, todos tenemos un pequeño PRI. Inclusive en el idealizado mundo de las organizaciones no gubernamentales, no es difícil encontrar tal o cual tentáculo de la cultura prinosáurica: caudillismos, cacicazgos, clientelismos, simulaciones, patrimonialismos, maximatos, protagonismos, dedazos, y un largo etcétera.
Sin embargo, las buenas noticias también abundan. La más es que las elecciones del 2 de julio propinaron un macanazo al prinosaurio. No ha muerto, pero quedó seriamente lastimado. Resbaloso como es, ya se desplaza a sus cuevas regionales. Y tramposo desde siempre, es capaz de resucitar con muchos disfraces, y en seguida aprovecharse de una ciudadanía embriagada con el triunfo electoral, o frustrada por el posible no-cambio resultante de ese triunfo.
Algo también bueno es que la disyuntiva parece aclararse. O avanzamos hacia un cristiano entierro de la cultura priísta, se encuentre donde se encuentre, y salvando al propio PRI si se convierte en un partido político común y corriente. O, en su defecto, dejamos que el prinosaurio se levante de la lona y vuelva a hacer de las suyas, a sabiendas de que no hay nada peor que una bestia bien adiestrada en la escuela de la sangre y la venganza.
Otra muy buena noticia es que, como se demostró el 2 de julio, sí hay alguien capaz de enterrar al prinosaurio y de prohijar al México en verdad democrático. Además, ese alguien está muy cerca de nosotros: somos nosotros mismos, genéricamente llamados "la sociedad". Sin nosotros, ni Vicente Fox ni nadie habría triunfado. Sólo con nosotros, ese triunfo dejará de ser un espejismo.
Habrá pues que conocernos o reconocernos como sociedad-factotum, como el sujeto clave. Tendremos que agruparnos o reagruparnos, bien y pronto: sin exclusiones y con la semilla de la cultura democrática bien crecida en cada uno de nuestros terruños. ƑQué tal un frente cívico para que el "Ya ganamos" se convierta, hoy... hoy... hoy, en el triunfo del "Ya basta" de todos y en beneficio de todos?
De este modo, sólo restaría recomponer el cuento de Augusto Monterroso: "Y cuando despertamos, el sol aprendió a brillar". *