DOMINGO 16 DE JULIO DE 2000
* Héctor Tamayo *
El derrumbe del dinosaurio
Hacia 1989, a la vista del derrumbe de los regímenes de partido de Estado de Europa central y oriental, Hans Magnus Enzensberger, autor de obras clásicas como Política y delito y El corto verano de la anarquía, contrastaba la imagen triunfadora de los héroes clásicos de la vieja Europa con las figuras más relevantes de fin de siglo que no representan ya el triunfo, la conquista, la victoria, sino la renuncia, la retirada, el desmontaje.
Se refería a esos extraños personajes que, como Mijail Gorbachov y Adolfo Suárez, respondiendo a presiones cada vez más intensas de la sociedad, desde la cumbre del poder iniciaron el proceso irreversible de desmontaje y demolición de algunas de las mayores y más duraderas dictaduras del siglo XX. Al desarmar los sistemas de partido de Estado que encabezaban, estos especialistas de la negociación deliberadamente cavaron su propia tumba, pues tanto los partidarios de la democracia como los del viejo régimen los condenaron.
Los primeros no les perdonaron su pasado; los segundos, su "traición". No fueron torpes ni estúpidos como los superficiales comentaristas de entonces supusieron. Sabían bien lo que querían. Su principal objetivo era evitar la guerra civil y lo lograron. Cualquier cretino es capaz de arrojar una bomba. Mil veces más difícil y riesgoso es desactivarla. Recordando a Clausewitz, Ezensberger subrayaba que en la guerra como en la política la retirada es la operación más difícil: "El non plus ultra del arte de lo posible consiste en abandonar una posición insostenible".
Siendo la operación más difícil, la retirada nunca estuvo en la mente de nuestros lúcidos gobernantes. Sin embargo, el desmontaje del partido de Estado desde dentro sí fue concebido a lo largo del sexenio delamadridista por la Corriente Democrática encabezada por Cuauhtémoc Cárdenas. Este intento fue bloqueado y Cárdenas y sus seguidores fueron expulsados de las filas del tricolor en 1987. Lo inesperado fue que, a diferencia de tantos otros priístas "caídos en desgracia", él no se fue a su casa a esperar que los vientos cambiaran y que un nuevo tlatoani lo "reivindicara".
Su proyecto era otro y Cuauhtémoc siguió su propia ruta: una ruta inédita. No sólo resistió la liquidación política y en ocasiones física que el sistema reserva a sus disidentes y opositores, sino que al lanzar su candidatura a la Presidencia abrió cauce al más consistente movimiento por la democracia que se haya dado en el México posrevolucionario: el movimiento que lo apoyó en sus campañas de 1988, 1994, 1997 y 2000, antes y después del PRD, dentro y fuera del PRD.
No son pocos los que piensan que los resultados del 2 de julio dejan poco margen al optimismo y la esperanza. Quizá tengan razón. Pero este margen existe, y no es demasiado estrecho. La derecha, es cierto, arroyó. Se trata de tendencias globales de fin de siglo, que constituyen el signo de los tiempos. Lo importante es que la izquierda electoral mexicana no cayó en la disgregación a la que sus propios errores podrían haberla conducido o en la capitulación a la que la invitaban algunos grupos de presión, prestidigitadores de todo tipo y asesores del nuevo "salvador de la patria".
La derrota del partido de Estado es una conquista de la sociedad mexicana, cuyo principal impulsor desde hace 13 años ha sido Cuauhtémoc Cárdenas. No es la primera ocasión en la que los promotores de la caída de las dictaduras (perfectas o imperfectas) no son los triunfadores. Paradójicamente, las cosas ocurren al revés. Aunque de manera aparente y transitoria, toda suerte de oportunistas y farsantes mesiánicos resultan ser los beneficiarios del derrumbe del dinosaurio.
Por eso mismo, la adhesión de 17 por ciento del electorado nacional a la candidatura de Cárdenas, el triunfo contundente de Andrés Manuel López Obrador en la ciudad de México y la conformación de una fracción parlamentaria que, aunque mermada, tendrá un amplio margen de maniobra, ante la marginación que sufrirán importantes sectores del PRI, son saldos que sólo los "nuevos" amigos de Fox podrían, sin mucha convicción, desdeñar.
Pero más allá de estas consideraciones, lo que no podemos dejar de lado es que el proceso de incorporación de México a la globalización neoliberal seguirá avanzando, es decir, el salinismo continuará, sólo que ahora más fortalecido y legitimado que nunca. ƑCuál será la única fuerza capaz de resistirlo, de contenerlo, de acotarlo? Esa fuerza sólo puede ser la izquierda. Pero no sólo la izquierda institucional, sino esa que tiene raíces dentro de lo más profundo de la realidad nacional y de la historia de México.
Lo que no puede continuar es un partido grupuscular, clientelar, con cuotas de poder de carácter mafioso. Lo que no puede continuar es la ausencia de toda discusión programática profunda. Lo que no puede continuar es el abismo entre los asuntos electorales y los múltiples movimientos sociales que se dan hoy en todo México. No se trata de recomendaciones o buenos deseos. Se trata de estar a la altura de las circunstancias. Se trata de asumir el reto que de manera ineludible nos impone la realidad.