DOMINGO 16 DE JULIO DE 2000

 

* Néstor de Buen *

Antes de los primeros 100 días

Ese plazo espantoso que nuestro sistema político establece entre la elección presidencial y la toma de posesión, habitualmente se convertía en un simple juego de adivinanzas en el que el tema principal era la integración del gabinete. Pero el sentido de continuismo prevalecía en función de la relación más o menos evidente entre el presidente en funciones y el presidente electo. No faltaba, por supuesto, la clara definición de los señalados de antemano por el destino: el presidente del PRI, el jefe de la campaña, algún gobernador o senador de relieve y el círculo íntimo del candidato triunfante.

No resultaba demasiado difícil adivinar. Pero ahora las cosas no parecen tan sencillas. Claro está que la preparación del presupuesto hace presentes ya ciertos nombres. Otros se insinúan aunque la decisión, que no comparto, de que no acepte ningún miembro del PRD algún nombramiento, y que parece repetida en el PRI, elimine ciertas alternativas más o menos evidentes. Como sin duda sería un puesto de relieve para Rosario Robles, que lo merece más que nadie.

No hay que olvidar que cuando Cuauhtémoc Cárdenas llegó al GDF, en su equipo entraron personas que o bien eran del PRI o, simplemente, no eran ni son del PRD. Y mi impresión es que han sido de absoluto relieve. Por poner un ejemplo, la admirable Clarita Jusidman. Por ello creo que el PRD debe recapacitar y aceptar una especie de gobierno compartido, que no sería sino el reflejo de un Congreso con tres grupos notables, aunque uno de ellos, el PRD, en franca minoría, pero, al mismo tiempo, actuando como bisagra para decisiones fundamentales.

Me queda claro que a Vicente Fox le ha faltado un poco de equilibrio. Su declaración, absolutamente inoportuna, de que acepta la protección del Estado Mayor Presidencial porque no le queda de otra, me pareció imprudente e impolítica. Como también su notoria separación del PAN, que éste ha sabido manejar con elegancia. Aunque las cosas se queden un poco en el aire. Al grado de que me pregunto si los partidos de oposición no serán ahora el PRI, el PRD y el PAN.

Lo que ocurre es que no hay academias que enseñen a ser presidente electo ni presidente en funciones. Y cuando se ha tenido un impulso, acogido de manera tan notable, por hacer las cosas de otro modo, botas y hebillas de por medio, brazos extendidos con dedos victoriosos y mercadotecnia a lo bestia, no debe parecer extraño que los primeros días, antes de los primeros cien días de verdad, pueden generar imprudencias, y en la gente, miedo de lo que pueda pasar, y para algunos la pregunta de si en beneficio del voto útil no se incurrió en el voto equivocado.

Hay, por supuesto, una fiebre de declaracionitis. Vicente, a quien veo cansado a veces, se empieza a repetir más que el ajo. Si es que puedo recomendarle algo, le diría que espacie un poco ese acceso a las pantallas, porque ya no es novedad lo del crecimiento al 7 por ciento, ni el incremento del empleo, ni lo incluyente de su gabinete, ni las encuestas para elegir a sus miembros. Porque aun cuando su espíritu sea así, por la libre, como auténtico hombre de campo, y por lo mismo campechano, capaz de soltar lagartijas y lagartos, no hay que olvidar que empieza a vestirse, le guste o no (y estoy convencido de que le gusta, šno faltaba más!), de institución nacional. Ya no es sólo el hombre, sino un casi representante de la nación. Y con ello, se quiera o no, se pierde libertad en la misma medida en que se incrementa la condición de modelo institucional. Eso supone asumir otra personalidad, más que mantener la propia. No tiene remedio y Vicente tendrá que entenderlo.

Interesantes, los movimientos en el PRI. Yo le voy sin duda al grupo de Rodolfo Echeverría, y no sólo por afecto personal a un amigo que lo es desde que era un chiquillo, y años después alumno muy brillante en la facultad. Sin olvidar las cercanas relaciones de sus tiempos de subsecretario del Trabajo y, en particular, de embajador en España. Roberto Madrazo, a quien me unen afectos también muy antiguos, sería otro de mis favoritos, aunque me preocupa un poco su impulso hacia medidas de fuerza. Pero nadie puede dudar de su brillantez.

Una amiga muy querida, priísta absoluta, me llamó la atención porque en mi artículo anterior mencioné a Pancho Labastida y porque dije que su esposa me pareció consternada al saber de la derrota. Es probable que no me haya sabido expresar. Pero pretendí hacer una nota sensible, entendiendo que no era para ellos el mejor momento. Aprecio a Francisco Labastida y, sin conocerla personalmente, tengo la mejor impresión de su esposa. Para ambos, un saludo muy cordial. Y šni modo! Me declaro regañado.