DOMINGO 16 DE JULIO DE 2000

 

* Guillermo Almeyra *

La izquierda que usted necesita, y de la cual no escucha hablar

Todo el mundo comprueba que el concepto de "izquierda" es vago e insuficiente, pues no abarca la pluralidad de "izquierdas" existentes (desde la izquierda neoliberal o nueva derecha "civilizada" hasta la dogmática que sigue inspirándose incluso en Hoxa o Mao, y para la cual en el mundo no pasó nada, pasando por los que buscan refundar la izquierda, o incluso el marxismo), ni tampoco sirve, como concepto, para explicar las posiciones democráticas y hasta subversivas de sectores que no se definen como "izquierda" (ni aceptan otro encasillamiento). Pero, aunque hay acuerdo sobre lo anterior, hay muy poco rigor en quienes quienes reorganizar o refundar "la izquierda", en definir cómo o sobre cuáles bases, con cuáles métodos y con cuáles políticas piensan encarar esa tarea.

Para algunos, en efecto, la cosa es simple: tienen la Verdad (con V mayúscula) desde siempre en su bolsillo y les basta con difundirla y esperar el tiempo necesario para que, quién sabe cuándo, los hechos impulsen a las mayorías a aceptar sus recetas y los conviertan en mayoritarios. "El revolucionario debe saber quedar en minoría", dicen, pero no agregan "indefinidamente".

Para otros, en cambio ųlos partidos que, como Refundación Comunista en Italia o el Partido Comunista checo, reunieron en su seno tendencias diversas, reformistas o revolucionarias, ex comunistas, ex socialistas, socialcristianas, trotskistas, procedentes del naufragio de la "izquierda" de masasų, la solución sería organizativa. Se trataría, antes que nada, de juntar en torno a un foro, un periódico, una organización común, a todos los que se dicen de "izquierda", desde la izquierda de la nueva derecha (la tercera vía) hasta los revolucionarios de diferente tipo, para presionar a la vez sobre los partidos socialiberales y sobre la derecha, para pesar más como pool en las instituciones y para encontrar tiempo y lugar para aplanar las diferencias en el seno de ese laxo bloque.

Para ellos, lo primero no son las ideas ni el programa sino un modus vivendi organizativo que reproduciría en grande la heterogeneidad que impera en pequeño en sus propias organizaciones. Ni qué decir tiene que tal Babel no ayudaría mucho a la claridad, pero daría, eso sí, el control de la dirección de esa Gran Albóndiga a un pequeño grupo burocrático organizado, con un pequeño aparato muy poco libertario.

Hay quienes también, sin cambiar su verticalismo, su lucha por los puestos, su preocupación fundamentalmente electoral, su carencia de principios y su conservadurismo, creen que pueden establecer entre las diversas camarillas que dicen ser de "izquierda" una especie de reglas del buen comportamiento en sociedad para la distribución de las prebendas y se olvidan por completo de que lo primero es la relación de fuerzas que hay que cambiar, es decir, la gente de carne y hueso a la que hay que convencer y a la cual hay que organizar detrás de objetivos y de un programa y siguiendo una utopía posible, como plantea Ernst Bloch.

Una izquierda real, en cambio, debe, en primer lugar, comprender los efectos causados por la mundialización en su base social potencial y librar una batalla ideológica y organizativa para cambiar ese proceso. Debe entender también que lo internacional es nacional y viceversa y que debe dejar atrás su visión anacrónica y provinciana. Debe igualmente renovar su cultura respondiendo a los cambios en el mundo y en el país y a los desafíos consiguientes. Debe dar ejemplo de ética y luchar por dar una expresión organizada y factible a las necesidades sociales que los dominados (y no solamente los explotados) expresan deformadamente y sin claridad ni pureza en sus acciones y movimientos. Debe luchar por ampliar los márgenes de sociabilidad en ruptura con el "pensamiento único" que el capital financiero quiere imponer a todos. Debe desarrollar la solidaridad, el amor, los sentimientos que subvierten las relaciones de mercado. Debe responder a la necesidad de encontrar raíces en la historia sin conservar a ésta embalsamada sino dándole vida hoy, en nuevas formas. Debe satisfacer la necesidad de utopía, de horizontes teóricos, y generalizar las experiencias que intentan concretarlos. Pero, sobre todo y antes que nada, debe ser autocrítica y hacer un balance a fondo del pasado de las organizaciones "de izquierda" mundiales y de su propio desarrollo. Sólo la verdad es revolucionaria.

 

[email protected]