MIERCOLES 19 DE JULIO DE 2000

* Desde Jujuy pide ayuda en sus sermones, aunque las respuestas son escasas


Condena sacerdote la miseria de pobladores de La Quiaca

Stella Calloni, corresponsal, Buenos Aires, 18 de julio * Cada lunes el sacerdote Jesús Olmedo, un español radicado en La Quiaca, en el extremo noroeste de Argentina, sale a las calles de tierra, junto a los humildes habitantes de esa zona del reseco altiplano, para protestar contra el hambre, la soledad y el abandono que azotan a esa zona y al castigado interior del país.

Olmedo habla de "los escándalos y la inmoralidad", de una pobreza que "afrenta al mundo", y condena las "cada vez más obvias desigualdades del país partido".

Desde la provincia de Jujuy pide ayuda, habla con autoridades, envía sermones impresionantes, pero las respuestas son escasas y entonces recurre a las ollas populares para que al menos, en La Quiaca, coman una vez por día.

Olmedo ha pedido perdón por los crímenes de la conquista española y habla en sus sermones del orgulloso pasado indígena, y de la historia no oficial, y su voz se escucha lejos, por ejemplo en la provincia de Santiago del Estero entre las 8 mil 500 familias que integran el Movimiento Campesino de Santiago del Estero (Mocase).

Descendientes de collas, wichis, calchaquíes y quichuas, los campesinos santiagueños son perseguidos por grupos de civiles, a veces encapuchados, y policías, que actúan como "una escuadra feudal".

En la provincia reina el gobernador justicialista Carlos Juárez. A finales de 1993, una población enfurecida se lanzó a las calles y prendió fuego a lo que encontró a su paso, incluyendo la casa de gobierno.

Santiago del Estero parece una isla de soledad en el castigado noroeste argentino, ya que 70 por ciento de la población está desempleada o subempleada.

El pasado 12 de julio, abogados de organismos humanitarios denunciaron a la policía santiagueña por aplicar torturas a los detenidos, e inventar delitos en una ola de persecución política.

Además de espiar, amenazar y perseguir a los opositores, la policía ha formado grupos comandos, como el que secuestró a principios de este mes al albañil Aldo Bravo y lo mantuvo desaparecido durante días mientras lo torturaban, por haberse resistido a que le quitaran una vaca. Pero la justicia sigue ausente.

Mayoritariamente mestiza, la población de Santiago conserva sus tradiciones culturales, especialmente de los quichuas en la zona del gran Chaco Americano.

Ellos han formado una extensa comunidad cooperativa, después que "a mediados del siglo XIX llegaron grandes empresas forestales con capitales europeos para constituir grandes latifundios, donde los hacheros eran esclavos.

Cuando la explotación forestal dejó de ser un gran negocio, los empresarios abandonaron esta provincia, dejando a miles de familias sin trabajo.

Estas se afincaron entonces en las tierras abandonadas, transformándose en campesinos agricultores. Allí hicieron sus ranchos, "abrieron caminos, construyeron escuelas y trabajaron la tierra", cuenta el informe del Mocase enviado a este periódico.

Hoy existen en el lugar 14 mil 719 explotaciones familiares con cultivos extensivos, y a pesar de que las leyes argentinas los amparan, los campesinos no tienen medios económicos para hacer valer ese derecho constitucional y lograr sus títulos de propiedad.

Y ahora hay quienes quieren arrebatarles sus tierras. Para luchar por la justicia, formaron el Mocase en 1989. Ahora son perseguidos.

"Desde la marcha de la Tierra en Quimili (Santiago del Estero), el 22 de julio de 1996, son permanentemente hostigados y controlados por oscuros personajes que responden al gobierno local", señala un "informe secreto" del periódico local El Liberal, donde se asegura que los santiagueños están viviendo los años más duros de terror desde la última dictadura militar (1976-1983).

El 12 de octubre de 1999, las familias del Mocase levantaron la Carpa Negra Campesina en La Simona. Los campesinos impidieron que las topadoras de una firma extranjera que quiere establecerse en el lugar destruyeran bienes, viviendas y bosques.

Desde hace más de 60 años, las familias que ocupan unas 3 mil 600 hectáreas producen comunitariamente, pero ahora sus vidas están amenazadas por el terror.

"En cada paraje del interior, en cada camino o huella del monte andan comandos vestidos de civil, policías a cara descubierta, siguiendo a las camionetas donde viajan técnicos o familias campesinas. Recientemente una señora fue encerrada en un cuarto oscuro y sin ventanas y golpeada salvajemente por el jefe de policía de la comisaría de Herrera, sobre la ruta nacional 34. En la noche del 24 de mayo del 2000, agentes de la muerte y el terror entraron en un rancho de una familia pobre en un lugar cercano a Quimili, a 250 kilómetros de la capital, y destruyeron los humildes muebles a patadas deteniendo al dueño de casa Savino Chávez, quien fue torturado y continua detenido. El es un preso político y nosotros vivimos una dictadura local calcada del pasado".

Por eso el Mocase pide ayuda al mundo: "Estamos lejos de todo y en esta soledad las voces solidarias hacen falta. Tenemos que detener el terror y lograr justicia".