JUEVES 20 DE JULIO DE 2000
A recoger varas
* Soledad Loaeza *
Dicen que hay tiempos de echar cohetes y tiempos de recoger varas, como los que ahora les tocan al PRI y al PRD, pues las cifras no dejan lugar a dudas: ambos salieron perdidosos de la elección del 2 de julio. Pasado el choque, superadas las recriminaciones y los resentimientos, con toda paciencia y humildad hay que limpiar el campo de batalla, recoger los restos y hacer un balance. Es mucho lo que perdieron los priístas, y como no hay manera de esconderlo, en menos de dos semanas ya están ventilando la derrota.
El desenlace de la reflexión y los cambios y reacomodos internos se mira lejano e incierto, pero por lo menos ya empezaron; los perredistas, en cambio, pueden quedar atrapados en la victoria en el Distrito Federal, y utilizarla como el tapete debajo del cual van a esconder errores y debilidades.
En el pasado la salida fácil después de un fracaso electoral era denunciar las triquiñuelas del gobierno y del Partido Revolucionario Institucional (PRI), y responsabilizarlos de la derrota; todavía en 1994, los perredistas se empeñaron en que los mecanismos electorales eran una trampa, aunque nunca pudieron demostrarlo. Incluso antes de la elección concentraron buena parte de su energía en probar que la victoria era imposible, en lugar de trabajar en convencer a los electores de que su alternativa era la mejor. Aun así, obtuvieron muy buenos resultados, seis millones de votos para un partido que tenía menos de cinco años de existencia. Sin embargo, en lugar de contar lo ganado insistieron en contar lo que no habían obtenido y atribuirlo al fraude.
Con el tiempo, las reiteradas denuncias se volvieron una coartada para justificar las derrotas en las urnas ųcomo lo fueron para el Partido Acción Nacional (PAN) durante décadasų, sobre todo teniendo en cuenta que los cambios legislativos habían mejorado de manera significativa el aparato electoral.
En esta ocasión, la coartada no sería creíble. Las elecciones fueron limpias y los participantes estuvieron en un plano de igualdad. El PRD gobierna una ciudad que concentra buena cantidad de recursos económicos, políticos y culturales, y muchos de ellos fueron movilizados en apoyo de los candidatos perredistas; el partido también rige tres estados y uno más en coalición; más todavía, cuenta con un numeroso grupo parlamentario cuya capacidad de influencia política ha sido muy grande en esta legislatura, y tiene la mayoría absoluta en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal.
En cuanto a recursos de campaña, no hay que olvidar que, gracias a sus propios méritos y a las alianzas que estableció con otras formaciones, disponía de un financiamiento superior al del PRI.
Nunca habían sido tan propicias las condiciones para un avance electoral, y sin embargo, los resultados fueron francamente malos: el candidato presidencial obtuvo el mismo porcentaje que hace seis años, a pesar de que había tenido la oportunidad de gobernar la ciudad de México y desde ahí demostrar lo que podía hacer en el gobierno. Los perredistas perdieron 40 por ciento de la representación que ostentaban en la Cámara de Diputados y, contrariamente a lo previsto, no arrasaron en el Distrito Federal, donde ya no tienen la mayoría que durante tres años saborearon gustosos en la Asamblea y tampoco obtuvieron la totalidad de las delegaciones.
A veces parecería que el PRD cree que ser de izquierda es un rasgo de nacimiento, que la bondad de sus propuestas no tiene que demostrarse, sino que se impone por sí misma simplemente porque se apoya en valores universales como la igualdad y la justicia. Sólo esta convicción tan conmovedora como pueril explica que haga muy pocos esfuerzos por educar a los electores en lo que significa actualmente ser de izquierda, en lo que puede hacer esta familia ideológica, amplia y diversa, en el mundo contemporáneo; tampoco pone mucha atención a la formación de sus militantes y deja esas labores en manos de las instituciones públicas de educación media y superior, y en la práctica de la política universitaria, confiado en la hegemonía que construyeron en ese medio hace más de un cuarto de siglo.
La desastrosa formación política ųsi así puede llamarseų de los líderes del Consejo General de Huelga (CGH) es un botón de muestra de adónde puede llegar la izquierda de generación espontánea.
El Partido de la Revolución Democrática sigue creyendo que su función central es la crítica del poder, y pretende olvidar que es un partido en el gobierno; sin embargo, ni siquiera en esa posición ha podido decirnos cómo puede ser y qué puede hacer un gobierno de izquierda, más allá de la política de la presencia y de la peña nostálgica de los años setenta. No cabe duda que la crítica del PRD también contribuyó a la derrota del PRI; lo que es extraordinario es que no se haya beneficiado de lo que es al menos parcialmente también obra suya. *