JUEVES 20 DE JULIO DE 2000
Ť El complot mongol, de Rafael Bernal, reaparece en versión comic
Ricardo Peláez: en la política mexicana persiste el arreglo por la vía gangsteril
Ť El dibujante, con el escritor Luis Humberto Crosthwaite, recrea las hazañas de Filiberto García
Ť A 30 años de su publicación se volvió libro de historia cuya frescura y desenfado están vigentes
Miryam Audiffred Ť A 30 años de su publicación, la novela El complot mongol, de Rafael Bernal, reaparece en las calles del país por medio de una versión comic realizada por el ilustrador Ricardo Peláez y el escritor Luis Humberto Crosthwaite.
Conformada por cuatro tomos -el segundo número está por salir a la venta- la adaptación difundida por el Grupo Editorial Vid recupera la figura de Filiberto García, el ''fabricante en serie de pinches muertos" creado por Bernal para asistir a los altos funcionarios del gobierno ''cuando la ley y la conciencia no les alcanza" porque, señala el protagonista de este libro, ''si antes se necesitaban huevos ahora se necesita un título".
Si en épocas recientes fueron los detectives Héctor Belascoarán e Ifigenio Clausel quienes, surgidos de las plumas de Paco Ignacio Taibo II y Rafael Ramírez Heredia, se encargaron de peinar los suburbios del país, ahora es el matón del eterno saco de gabardina beige y sombrero de alas anchas el que una vez más se inmiscuye en los barrios mexicanos para demostrar que más allá del recuerdo de una época en la que imperó la corrupción, la adaptación de la obra cumbre de Bernal deja claro que -en palabras de Peláez- ''la política mexicana se sigue arreglando de manera gangsteril".
Ya lo dice Filiberto García en la novela: ''Matar no es un trabajo que ocupe mucho tiempo, sobre todo desde que le estamos haciendo a la mucha ley, al mucho orden y al mucho gobierno".
De acuerdo con Luis Humberto Crosthwaite, esta obra de Rafael Bernal (1915-1972) está lejos de perder vigencia con el ascenso de la derecha en el país. De hecho, considera que adquirió nuevas dimensiones, pues ''se ha vuelto un libro de historia". Además, expresa que ''su frescura y desenfado conservan actualidad" mientras que en el aspecto temático ''me parece que se anticipa, incluso, a la autocrítica de los propios priístas".
En La literatura mexicana del siglo XX, Christopher Domínguez y José Luis Martínez señalan que Bernal naturaliza la novela policiaca con un tono sardónico e hiperrealista mediante la realización de un libro ''donde la insólita intriga de espionaje sirve de telón de fondo para retratar una ciudad de México amarga y tragicómica". Y como ese libro es justamente El complot mongol -publicado en 1969 por Joaquín Mortiz- los retos fueron enormes para Crosthwaite al momento de escribir el guión que dio vida a la versión comic. ''Lo más difícil fue equilibrar los largos diálogos con la escasa acción -dice el escritor radicado en Tijuana-. Para lograrlo, tuve que evocar los recuerdos del narrador, Filiberto García, y administrarlos de tal manera que fuera posible ponerlos en un lugar relevante de la historia que yo recreaba. Por eso no sólo vemos los asesinatos de Filiberto sino también fusilamientos y buena parte de la violencia revolucionaria de la cual el protagonista fue partícipe en su juventud".
Respecto de las imágenes, Ricardo Peláez comenta que ser fiel al espíritu del libro es su mayor preocupación. ''No defraudarlo". No obstante reconoce haber hecho un buen trabajo con la caracterización del protagonista -quien, por cierto, tiene los rasgos físicos de Rafael Bernal- indica que ''uno de los desafíos irresueltos es el personaje femenino, Martita", una mestiza hija de peruana y chino que atiende una tienda en la céntrica calle de Dolores.
Recuperación del lenguaje popular
Paco Ignacio Taibo II -quien escribió un par de textos para el primer número de esta serie- opina que El complot mongol es, sin duda, el punto de partida de lo que habría de ser un amplio movimiento: la novela policiaca a la mexicana.
Y es que en esta obra el autor de Días de combate (1975) reconoció ''la recuperación del lenguaje popular, la malicia barroca de las anécdotas mexicanas, la constante impresión de que el poder era la gran fuente del mal, que todos en el aparato estatal eran unos transas, la idea de que un paranoico era un mexicano con sentido común y el encuentro con los pasajeros urbanos del DF".
Sobre el también creador de Su nombre era muerte y Gente de mar, Taibo consigna que era ''un atípico escritor lejos de los experimentos de la generación urbana de la onda que buscaba la recuperación de los nuevos aires narrativos de la ciudad, lejos de los nuevos clásicos, sin espacio en el nuevo territorio de los lectores urbanos que los sesenta estaban creando..."
Pero si la novela de Bernal quedó huérfana con la muerte de su autor, tuvieron que transcurrir varios años para valorarla como una de las pocas obras que en la década de los sesenta criticaron al sistema político mexicano. Podría decirse que esta apreciación fue una de las razones que inspiró al dúo Peláez-Crosthwaite a realizar su adaptación al comic de El complot mongol, aunque otro de los motivos de Crosthwaite fue, simplemente, darse gusto.
En cuanto a los móviles del ilustrador Ricardo Peláez basta decir que, en su opinión, ''la novela negra es un género pariente de desventuras del comic".
(El complot mongol puede adquirirse en la librería del grupo Vid, en el pasaje Zócalo-Pino Suárez, local 31, Centro Histórico.)