SABADO 22 DE JULIO DE 2000
* EL TONTO DEL PUEBLO
La lección de Becerra Acosta
* Jaime Avilés *
1
Soñar el paraíso. ƑNo es una vergüenza que los pueblos indios de México ų10 millones de personas, 52 lenguas vivas, 10 por ciento de la población nacionalų carezcan de un espacio permanente y manejado por ellos mismos en la televisión abierta? La breve historia que será contada en seguida comienza con una nota fúnebre y aspira a terminar en la pregunta inicial de este párrafo. Poco antes del 2 de julio, en su casa frente al Cantábrico, aprisionado por las fronteras de Portugal, el País Vasco y Francia, murió Manuel Becerra Acosta, que será recordado fundamentalmente como un extraordinario maestro de periodistas.
En 1977, a principios de enero, lo llamé por teléfono sin conocerlo para pedirle trabajo. El viejo Siempre!, de José Pagés Llergo, acababa de publicar una entrevista con él y con otros expulsados del Excélsior de Julio Scherer, que anunciaban la "inminente" aparición de un nuevo diario. Becerra Acosta me citó en un café de Insurgentes, al pie del Hotel de México. Por buen instinto, como se verá, me fui al único Denny's de la colonia del Valle y en la puerta me dediqué a preguntar a todos los hombres mayores de 40 años que entraban: "ƑEl señor Becerra Acosta?". Supe, así, los apellidos de la mitad de la clientela ų"No, Martínez Saldaña", "No, Fernández Cortina", "No, Machuca Segovia", etc.ų, hasta que un sujeto de ceño inconfiable me dijo: "Soy Mora Tavares, Ƒvienes a buscar a don Manuel?".
De un rápido vistazo comprobó que allí no estaba. Salimos y cruzamos la avenida hacia el Vips. En una mesa del fondo, con un saco sport azul, sin corbata, los brillantes y temibles ojos claros perdidos en el cielo interior de la noche, ante una taza de café helado, Becerra Acosta soñaba su periódico a mil años luz del planeta. Nos sentamos junto a él y yo no abrí la boca, pues Mora venía a informarle que se retiraba del proyecto para hacerse jefe de prensa del Inmecafé. Tres horas después, al pagar la cuenta, Becerra Acosta me dijo sin haberme dirigido una sola vez la palabra: "Lo espero mañana en nuestra oficina de Prado Norte a las doce".
Fue todo. Al otro día, llegué más o menos puntual. No había nadie. Como a la hora se estacionó el cochecito de una rubia exuberante y conocí a la fotógrafa Christa Cowrie, cuyo pecado profesional había sido no retratar a José Revueltas en su lecho de muerte. Tras la buena de la Cowrie venía una camioneta del mercadito de Las Lomas de Chapultepec. Mientras los cargadores bajaban dos escritorios y cuatro sillas de segunda mano, entró el Mercedes azul de Becerra Acosta. Entre todos acomodamos los muebles y, antes de retirarse, don Manuel me llamó aparte: "Necesito alguien que me tome los recados; no será por mucho tiempo, dos meses cuando más. Nuestro diario saldrá en marzo, Ƒle conviene?". De tal suerte, y sin preguntarme absolutamente nada, me convirtió en su secretario particular. El primer número de unomásuno apareció el 14 de noviembre de 1977.
2
Metamorfosis. Durante cuatro o cinco meses mi trabajo, en efecto, consistió en atender el teléfono, que sonaba una sola vez por día, a las seis de la tarde. Era don Manuel. "ƑHabló alguien?" "No, señor." "Bueno, váyase, y no olvide cerrar." A veces, él mismo se daba una vuelta en la mañana para reunirse con sus antiguos compañeros y discípulos de Excélsior, que se acercaban a la casona de Las Lomas a ver si la cosa iba en serio y se alejaban más bien escépticos. En una ocasión, después de comer no sé con quién por el rumbo, don Manuel se hizo presente en el vestíbulo y me confió una misión. "ƑVe usted ese árbol? Trépese por favor y métase a la casa de don Manuel Moreno Sánchez. Anoche dejé una botella de Martell. Tráigala y róbese un vaso... no, dos."
Cumplí la orden con buena fortuna y entonces me convidó a beber. Yo estaba en el principio de mi carrera alcohólica y me emborraché estupefacto, no por el trago sino porque don Manuel empezó a despotricar pasional y teatralmente en contra de la huelga de los maestros de la UNAM, que acaparaba las ocho columnas de todos los diarios con la unánime repulsa del gobierno de López Portillo. Aunque ya lo sospechaba, comprobé que Becerra Acosta ųese Becerra Acosta, el de ese día de julio de 1977ų era un reaccionario de siete suelas y temí no sólo por el futuro diario que algún día quizá haríamos, sino porque una semana antes, Carlos Payán ųa quien había saludado un par de veces en Prado Norteų me había visto boteando y volanteando a favor de la huelga en los autobuses de la avenida Revolución.
ƑCómo transformó su pensamiento político este hombre, que había nacido y crecido en el seno del conservadurismo, aliado a la derecha católica y que tantos años había servido al poder omnímodo del PRI? Lo cierto es que al equipo fundador de unomásuno comenzaron a sumarse personajes de ideas progresistas con ambiciones democráticas, algunos provenientes del nacionalismo revolucionario, otros del movimiento del 68, otros de la izquierda clásica. Y de pronto Becerra Acosta aprendió a escuchar a sus colaboradores más indispensables (Carlos Payán, Fernando Benítez, Carmen Lira, Oscar González, René Arteaga, Rodolfo F. Peña, Héctor Aguilar Camín, Humberto Musacchio, Eduardo Montes), y la metamorfosis obró el milagro.
Con el apoyo directo de Jesús Reyes Heroles, secretario de Gobernación de López Portillo, unomásuno se convirtió en el instrumento por excelencia de la primera modernización del sistema político mexicano, aquella que en 1978 sacó al Partido Comunista de la clandestinidad, creó la representación proporcional en el Congreso, promovió la amnistía parcial para los militantes de las guerrillas pos-Tlatelolco y en pocas palabras ensanchó los límites del autoritarismo del régimen. Becerra Acosta se volvió, certeramente, el periodista más visionario del país.
3
Epoca de oro. Para legalizar a los comunistas había un problema de prensa: hasta ese momento sólo aparecían en las páginas de nota roja, tratados como delincuentes. unomásuno los convirtió en personalidades de primera plana, en articulistas de prestigio y en héroes de una hazaña invisible que habían resistido décadas de represión (que no cesaba aún, sin embargo). unomásuno descubrió a su gran público las cárceles clandestinas de la Brigada Blanca y del Ejército, las torturas, los torturados, los torturadores, la lucha de los familiares de los desaparecidos encabezada por doña Rosario Ibarra de Piedra. Al mismo tiempo, unomásuno dio un formidable apoyo internacional a los movimientos insurgentes de Centroamérica y a la resistencia popular contra el fascismo en el Cono Sur, actuando como una pieza clave de la política exterior de México, trazada por don Jorge Castañeda, amigo del alma de Becerra Acosta.
Pero unomásuno fue también el motor de un cambio irreversible en los diversos lenguajes de la prensa escrita. Promovió como ningún otro medio la elevación del reportaje como género literario; fomentó encuadres hasta entonces inéditos para la fotografía urbana; recobró la beligerancia crítica de los moneros, y se abrió con desparpajo a temas tabúes como el aborto, la libertad de los homosexuales, la tragedia de los pueblos indios, y muchos etcéteras más, mientras en el campo de la cultura quebrantaba las antiguas reglas del moralismo, dando a conocer, por ejemplo, las bellísimas y pornográficas cartas de Joyce a Nora Barnacle, así como un torrente de desnudos masculinos y femeninos que suscitaron no pocas escandalizadas protestas. Luego, como todo lo bueno que había en México hasta los primeros años 80, la época de oro del unomásuno terminó con el ascenso de Miguel de la Madrid y su corte de alimañas insaciables.
4
Carta de ciudadanía. Becerra Acosta desapareció del mapa ųla idea es de Musacchio y me parece cumbreų "sepultado" bajo las ruinas del monumento que edificó a su propia gloria. En 1982, unomásuno olvidó su breve pero enorme autoridad periodística y se volcó rastreramente a favor de la campaña de De la Madrid. En 1983, en medio de disputas económicas que no conozco, Becerra Acosta perdió a su exitoso equipo de colaboradores, que huyeron con la mano en la cartera y decidieron fundar otro diario que, por otra parte, es éste. En 1989, por la presión insoportable de Salinas de Gortari, Becerra Acosta vendió el unomásuno por la bicoca de un millón de dólares y salió del país. En 1994, después de siglos, volví a verlo en el departamento de Cuauhtémoc Cárdenas, en una cena informal, de carnes frías, en la que don Manuel propuso, y todos rechazamos, la creación de un nuevo periódico destinado "a los 6 millones de correligionarios que votaron por el PRD".
Mientras comíamos, recordé la noche en que al salir de su oficina, Becerra Acosta se encontró con don José Manuel Fortuny, que era ya un ancianito encantador y que había sido el primer secretario general del Partido Guatemalteco de los Trabajadores (comunista). "ƑQué le pasa, Fortuny, me estaba esperando?", dijo Becerra con su voz de trueno. "Nada, don Manuel, sólo quería informarle que me retiro, ya es tarde." En su muy correcta lengua, Fortuny intentaba explicarle que había concluido sus labores y se iba a su casa a descansar. Pero el impetuoso director entendió, o fingió ententer, que Fortuny se cortaba la coleta; entonces lo cogió del brazo, lo llevó hasta la gerencia y declamó sin más: "Usted no se puede retirar porque yo lo necesito. Desde hoy, gana el doble".
La herencia material de Becerra Acosta vive en el trabajo de todos los que tuvimos el gusto, y muchas veces el terror, de trabajar bajo sus órdenes. Pero su obra ųefímera como el periodismo cotidiano, imborrable como todos los pequeños acontecimientos que nutren la historia para siempreų marcó sin duda el desarrollo político del país. Sin aquel Becerra Acosta, y sin aquel unomásuno, muchas de las cosas que ahora nos resultan monótonas en la realidad habrían demorado años y años en manifestarse tal como hoy las conocemos, si no hubiesen encontrado el genio, el oficio y la libertad creadora del hombre que les dio transparencia. Becerra Acosta extendió carta de ciudadanía a un sinfín de actores sociales que hoy nos aburren porque ya nos lo sabemos de memoria, pero que antes de 1977 eran, en términos de prensa, más intangibles que los fantasmas. No descubrió un país inédito para la opinión pública: llamó a la opinión pública y la obligó a mirarse en un espejo.
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Moraleja. Tras la muerte del PRI, que no significa ni mucho menos el surgimiento de un país mejor, la sociedad mexicana requiere de nuevos instrumentos que la ayuden a detonar la construcción de un nuevo sistema político. Aunque sólo han trascurrido 23 años desde 1977, un periódico por sí mismo sería incapaz de producir los efectos que entonces generó aquel unomásuno. El motor del cambio, por fuerza, tiene que ser la televisión. Si para ciudadanizar a la izquierda, unomásuno la sacó de la nota roja para otorgarle la dignidad de la primera plana, hoy por hoy, ante la vaga e incierta posibilidad de que el futuro gobierno haga suyos los acuerdos de San Andrés y reconozca plenamente como ciudadanos a los indios, éstos deberían contar con un espacio fijo y manejado por ellos mismos en la televisión abierta: un espacio que les permita mostrarse como son, distintos y por ello iguales, en donde hablen sin censura, cuenten las infinitas infamias que han padecido y expresen su alteridad en todos los registros de la vida humana.
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ƑCon Fox? Terminada mi perorata, Emma Thomas me salta al cuello. "Muy conmovedora tu propuesta, pero con Fox será imposible. En sólo quince días ya olvidó sus promesas de campaña. Ahora sabemos qué quiere y a dónde va", me dice, fúrica. "Ya dijo que va a privatizar la electricidad, ya dijo que va a privatizar Pemex, ya dijo que va a destruir los derechos laborales implantando los contratos por hora sin prestación alguna, y ya insinuó que va a privatizar la educación por medio de su sistema de becas selectivas. Pero sobre todo va a chocar muy pronto con el repudio de la gente que lo eligió, pues los jóvenes que votaron por él votaron por un cambio de política económica, no por la culminación de las reformas de Salinas y de Zedillo que nos destrozaron a todos." "Exacto", dice el tonto del pueblo, hundido en la cama donde agoniza.