SABADO 22 DE JULIO DE 2000
Palabras de Cuauhtémoc Cárdenas al octavo pleno del IV Consejo Nacional del Partido de la Revolución Democrática
Se celebra este pleno de nuestro Consejo Nacional en uno de los momentos más difíciles de la vida de nuestro partido: después de las elecciones federales del 2 de julio, cuyos resultados nos fueron adversos, lo que nos obliga no sólo a revisar, con objetividad y responsabilidad, cuáles han sido nuestras fallas para no haber captado la confianza y el voto de la mayoría del electorado, sino, también a analizar las medidas y decisiones que debemos tomar en la nueva situación del país, al iniciarse el desmantelamiento del régimen de partido de Estado y prepararse al advenimiento de un nuevo gobierno, que da continuidad al esquema económico de las tres administraciones del salinato y que ideológicamente se ubica en el conservadurismo; y en la nueva situación de nuestro partido, que ha quedado como el referente de la izquierda partidaria en el abanico político del país y por lo tanto como la agrupación que debe plantear los caminos de la nación y del pueblo en el futuro inmediato y mediato, para llevar a la práctica su proyecto nacional de soberanía, de transformaciones democráticas y de compromiso con las reivindicaciones populares.
ƑQué tiene que hacer nuestro partido, qué tenemos que hacer cada uno de los miembros del PRD para enfrentar con éxito los retos de esta época de ajustes y redefiniciones? ƑQué nos toca hacer hacia el interior del partido? ƑCuáles son nuestras principales tareas también hacia fuera? ƑQué relación vamos a establecer con la nueva administración y con las demás fuerzas políticas y sociales del país?
Los resultados adversos de la contienda electoral corresponden a un impacto favorable en grandes sectores de la opinión pública, que se dio muy temprano, de una intensa campaña mercadotécnica, de costos muy superiores a las disponibilidades presupuestales de campaña y partido, llevada a cabo por Vicente Fox y la Alianza por el Cambio, impacto que no fue posible revertir ni con la campaña de grandes movilizaciones y contactos personales ni con la campaña en medios, a pesar de haber tenido nosotros mayores auditorios que el PAN y el PRI tanto en televisión y radio, como en la movilización ciudadana. Estos resultados obedecen también a la utilización de programas y recursos públicos para presionar el voto a favor del PRI, y en el caso de nuestro partido, principalmente, a conflictos internos en muchas partes del país, que se reflejaron en apoyos negados por direcciones o grupos locales a ciertos candidatos y en consecuencia en campañas de escasa penetración, a las disputas entre corrientes que impidieron, en varios casos, haber tenido mejores candidaturas, de compañeros nuestros o externas, que hubieran cobrado un carácter estratégico, y a una coordinación deficiente, en muchas partes, entre los partidos de nuestra coalición.
Pero sin duda y debemos reconocerlo, los resultados de esta elección obedecen también y de manera principal a que la mayoría de los electores vio en la candidatura de Vicente Fox, por sus impactos tempranos y una campaña bien llevada, la posibilidad de terminar con los gobiernos del PRI.
No ganamos la elección, ciertamente, pero no estamos derrotados ni podemos sentirnos derrotados. Nuestro partido, en la actual circunstancia política del país, tiene un importante papel que jugar, con una amplia perspectiva para impulsar su proyecto de nación y convertirse en el eje de una vasta convergencia política y social, y carga por ello con una fuerte responsabilidad.
Constituimos la izquierda partidaria. El PRD tiene la confianza de millones de mexicanos, hoy más incluso que los que votaron por nosotros el pasado 2 de julio y serán más si hacemos bien las cosas. Tenemos autoridad moral, constituimos la fuerza principal, casi única de la izquierda progresista y democrática, de la izquierda combativa y limpia de nuestro país y tenemos la responsabilidad, ante la nación y ante la gente, de ser parte de las luchas contra el entreguismo, contra la pobreza y la desigualdad, contra la corrupción, el autoritarismo y la intolerancia, por el rescate de nuestra soberanía, por la igualdad y la ampliación de los espacios de participación democrática y por un crecimiento económico y un mejoramiento social sostenidos.
Somos, a pesar de lo que muchos hayan dicho desde nuestro campo o desde el campo adversario, la izquierda moderna del país. La modernidad no está en claudicar de los principios, en perder la ética, en abandonar las prácticas de la solidaridad humana o de la solidaridad internacional. Nuestra modernidad ha estado y está en nuestra participación en las causas de la nación y del pueblo, y en abanderarlas cuando ha sido y sea necesario. Por eso estamos a favor de una paz con dignidad y justicia en Chiapas, por eso defendemos el petróleo como recurso estratégico de un desarrollo independiente, por eso demandamos un campo productivo, por eso nos pronunciamos contra el aislamiento y contra un proteccionismo económico a ultranza y estamos a favor de una inserción de nuestro país en los procesos de mundialización en condiciones de equidad, por eso demandamos una revisión de los tratados de libre comercio signados por México, por eso nos pronunciamos por una recuperación real de los salarios y una reforma laboral que al mismo tiempo que reconozca la necesidad de flexibilizar las normas, preserve las conquistas de los trabajadores. La modernidad la vamos a encontrar en el ejercicio de nuestra soberanía, en la igualdad, en el empleo, en la vigencia de un estado de derecho, en la participación democrática, en el acceso a la cultura y al bienestar.
Nuestro partido, en estos tiempos próximos, por el momento político que vivimos, debe planearse ser más efectivo en su acción.
Necesitamos hacer una profunda revisión de nuestros estatutos. Requerimos de una dirección con facultades para decidir con agilidad, para dar respuestas rápidas en una época de cambios acelerados y de embates fuertes que vamos a vivir, una dirección que pueda intervenir con eficacia para resolver los conflictos internos de nuestra organización, que tenga capacidad para tomar las decisiones estratégicas que se demandan respecto a tomas de posición, a líneas de trabajo y a candidaturas, sean éstas municipales, estatales o federales.
No podemos ni debemos tener más una dirección ejecutiva que distribuya y asigne funciones en base a cuotas para las corrientes. El partido requiere de un Comité Ejecutivo con cohesión, democrático en su forma de decidir, sí, pero con unidad para coordinarse con eficacia. Necesitamos dar confianza plena a nuestra dirección para que nos responda con plena responsabilidad.
Para una mejor conducción del partido, es preciso profesionalizar sus servicios de administración y jurídicos, así como nuestras representaciones en organismos públicos como el IFE, que sin perder su carácter político estén especializadas en esas áreas específicas.
Tenemos que revisar también la estructura y facultades de nuestros órganos de garantías, para que puedan resolver con prontitud. Tenemos que realizar de manera permanente, una más intensa elaboración ideológica y programática, que el país y el partido mismo nos reclaman, y el análisis de la coyuntura política que nos permitan tomar posiciones con certeza y agilidad.
Los legisladores federales y los gobernadores deben integrarse en nuestro Consejo Nacional con facultades plenas, con posibilidades de formar parte incluso de las instancias ejecutivas, como deben hacerlo los legisladores locales y los presidentes municipales en los Consejos Estatales. El respaldo social, el liderazgo y la experiencia deben tener así presencia en la conducción del partido.
Tenemos que pensar en el México del siglo xxi y en el partido de las mayorías del México del siglo xxi. Podemos serlo. Lo puede ser el Partido de la Revolución Democrática si desde hoy tomamos grandes decisiones, grandes por su trascendencia para el propio partido, para la izquierda, para el país. Decisiones a las que no hay que temer.
El PRD, nuestro partido, es hoy lo que todos hemos hecho de él. En ello todos tenemos responsabilidad y nuestro partido, para cumplir con el país y con la gente en esta etapa, no puede seguir como hasta ahora, sobre todo, no puede seguir como ha sido en estos últimos tiempos en que acabaron por imponerse las disputas entre corrientes; se le ha hecho un partido de cuotas, desde arriba hasta abajo; se han adoptado, en momentos decisivos, sea en lo nacional, lo estatal o municipal, actitudes derrotistas, asumiéndolo como un partido que va sólo tras las posiciones plurinominales; en el que se han permitido desvíos graves de clientelismo político; aunque nunca, y es también el momento de decirlo, ha dejado el PRD de adoptar las posiciones correctas, acordes a sus principios y compromisos, respecto a los grandes temas nacionales: Fobaproa, la defensa de la educación pública laica y gratuita, la defensa de la universidad pública, el voto de los mexicanos en el exterior, etc.
Hemos venido todos a esta reunión del Consejo Nacional con la decisión de convocar a un próximo Congreso Nacional que restructure nuestra agrupación, que conforme mejor nuestras instancias de dirección, que redefina nuestros principios ante la nueva realidad política y trace las rutas para nuestro desarrollo futuro. Este Consejo fijará las fechas para celebrar ese Congreso.
Pero los cambios en nuestro partido no pueden esperar. Deben iniciarse ya. La circunstancia política inmediata no será fácil y nos lo exige. Pensemos en acercar a las instancias de dirección experiencias y criterios que sobrepasen las corrientes, sin que esto quiera decir que éstas desaparezcan como expresiones de agrupamiento y participación internas o que dejen de formar parte de nuestros cuerpos de dirección, pero insisto, no por cuotas.
Pensemos también en la necesidad de tender puentes hacia otras organizaciones políticas y sociales con las que podamos coincidir para impulsar, en distintos campos y en base a acuerdos en un amplio espectro político e ideológico, nuestro proyecto nacional. Busquemos acercamientos de nuestras fracciones parlamentarias con Acción Nacional, par impulsar, desde que se integre el nuevo Congreso, las iniciativas que PRD y PAN auspiciaban ya desde esta Legislatura que termina y que fueron frenadas por el PRI: el voto de los mexicanos en el exterior, la ratificación por el Senado de las designaciones de los más importantes secretarios de Estado, la aprobación del Plan Nacional de Desarrollo por el Congreso, la revisión de la figura de juicio político, la legislación sobre cultura y derechos indígenas y así muchas más. La tarea legislativa, ahora más que nunca, demandará acuerdos hacia uno y otro lado, o no se aprobarán nuestras iniciativas. La coordinación de nuestras fracciones de diputados y senadores debe hacerse como parte de nuestra dirección nacional. Tiene esa importancia. Busquemos acercamientos con las organizaciones sindicales para presentar posiciones comunes frente a las reformas de la legislación laboral. Acerquémonos con sectores empresariales y de trabajadores para fijar criterios para la revisión de nuestros acuerdos comerciales internacionales.
El partido, al través de su dirección nacional, tendrá necesariamente contactos con la nueva administración. El nuestro ha sido y debe seguir siendo un partido abierto al diálogo. No iremos al encuentro de los funcionarios del nuevo gobierno con la ingenuidad de una lista de peticiones. Sabemos cómo piensan y cuáles y con quiénes son sus compromisos dentro y fuera del país. En el nuevo gobierno también saben cómo pensamos y a dónde queremos llegar nosotros. Por más dudas que nos planteen su compromiso público y partidario y su ideología, no apostemos al fracaso de la nueva administración, que significaría profundizar el desastre al que el neoliberalismo ha llevado al país. Vayamos cuando sea viable, cuando existan coincidencias parciales o totales a la negociación madura. Fijemos y defendamos en todo momento nuestros principios y posiciones, impulsemos nuestros proyectos.
Estemos siempre abiertos a la colaboración positiva. Constituyámonos en una oposición constructiva. No temamos los encuentros. Hagámoslos transparentes. El diálogo, conocer las posiciones y los puntos de vista de los demás, siempre es y será útil.
Para preparar el Congreso, elaborar los nuevos documentos básicos del partido, tender puentes, tejer alianzas, discutir acuerdos, para hacer todo esto y hacerlo bien, desde ahora, necesitamos acercar a nuestra dirección a quienes desde distintas organizaciones, desde diferentes campos de actividad fortalezcan nuestras posibilidades de crecimiento y pluralidad, así como nuestras capacidades de acción. Tenemos que buscar el encuentro y reforzar las posibilidades de acción conjunta con otros partidos, con organizaciones no gubernamentales, con sindicalistas, universitarios, sectores empresariales, con la gente de la cultura, etc. Hay mucho que hacer. Hay trabajo para todos. Todos podemos colaborar. Nadie debe constituirse en obstáculo. La responsabilidad de todos nosotros es con el país y con el pueblo, con el partido y con quienes directamente nos han dado y reiterado su confianza. Tomemos el tamaño que realmente tenemos. Este pleno del Consejo Nacional, al concluir, tendrá que decirnos con toda precisión y firmeza, cómo seguimos y que es lo que cada uno de nosotros, cada miembro del partido, tiene, tenemos que hacer.