LUNES 24 DE JULIO DE 2000
Izquierda
* León Bendesky *
El PRD está hoy expuesto a la sociedad en un momento crucial de su existencia. Esto es así por la ineludible cuenta que tiene que sacar sobre su comportamiento y desempeño recientes y, en especial, por los muy malos resultados electorales del 2 de julio. El PRD está frente a sus propios militantes, muchos de los cuales están insatisfechos con sus líderes y sus dirigentes; y está, igualmente, ante los ciudadanos que desde 1988 han votado por ese partido, que de alguna manera se han identificado con él y reconocen lo que significa en la que ha sido una etapa decisiva de la transformación política de México.
Se inició ya la revisión interna en el Consejo Nacional y ello, según los reportes publicados, ocurre en el marco de grandes desencuentros entre las diversas corrientes que cada vez menos pueden conformar un cuerpo que sea funcional. Esto parece ser una clara muestra de las fuertes resistencias que existen para rendir las cuentas de la conducción del partido y, sobre todo, de un periodo errático de su operación como organización política, y que ha tenido un alto costo en términos electorales al perderse mucha presencia en el Congreso y en el voto a escalas estatal y local, y al reducirse de modo importante sus recursos financieros. Es posible que esas resistencias generen un costo aun mayor si el PRD no consigue redefinir de modo sólido y convincente, para sí mismo y para la sociedad, lo que representa o puede representar en el nuevo escenario político del país.
Hoy no es suficiente la consigna de que el PRD es un partido de izquierda. Esa noción se está vaciando de un sentido reconocible y corre ahí dentro el riesgo de convertirse en una referencia topológica. El concepto válido de una izquierda política debe volverse a llenar de contenido, es decir, tanto de ideas como de formas pragmáticas de acción. Esta es una tarea que tiene que emprenderse por una doble vía que consiste en una necesaria división del trabajo. Una corresponde al trabajo intelectual que sirva para crear un pensamiento propio capaz de ser elaborado y trasmitido de manera eficaz, que fabrique visiones y convoque a posiciones con las que los individuos y los grupos se puedan identificar y con las que puedan expresarse de manera concreta en sus ámbitos de acción. En ese terreno ese partido no ha tenido una expresión destacada; ha habido, en cambio, un sectarismo propio de otras épocas y una incapacidad de alentar el debate abierto e incluyente, lo que es parte inherente de la democracia, ésa que el partido lleva como nombre propio. La otra vía corresponde al trabajo esencial de los políticos, de los operadores que tienen que hacer que esa visión de la sociedad marque sus principios y sus concepciones y que se convierta en hechos concretos de movilización, de liderazgo y de conquista de espacios políticos duraderos.
Los políticos del PRD están abiertamente cuestionados y tienen que actuar a partir de reconocerlo también de manera explícita. Hoy, como nunca, deben probar su competencia y sus aptitudes naturales para las tares que tienen que realizar. Con el saldo de lo que ha ocurrido cuando menos desde marzo de 1999 hasta julio de 2000 no pueden hacer trucos, no se trata ahora sólo de arreglar el pasado sino de proponer para el futuro. La izquierda debe aprovechar los espacios políticos que se abren hoy en el país, y con ello reconstruir la visión que tiene de sí misma y de la sociedad y, a partir de ahí, formular un proyecto robusto y con convocatoria. Para ello pueden empezar apreciando la situación actual y su propia posición en lo que ésta tiene de único y de las fuerzas que están en acción en este lugar y en este momento. El fin del PRI como poseedor de un régimen político es un asunto de primordial relevancia que ha provocado nuevas condiciones y una nueva combinación de factores económicos, políticos y hasta de tipo individual. Pero el hecho contundente para la izquierda es que ganó la propuesta hecha por Fox, ésa es la que ocupa hoy el lugar privilegiado de los actos de gobierno, pero también define el entorno para generar una propuesta alternativa fresca, provocadora y con aliento que debe tener un lugar en el espectro político de la nación.
La izquierda que pueda reunirse en el PRD está frente a seis millones de votos (menos los que deberá repartir con los grupos de la fallida alianza), y su respuesta exige de ciertas habilidades de las que tienen que dar prueba quienes conducen al partido y quienes deberán hacerlo en adelante y, tal vez, pronto. La dirigencia del partido tendrá que hacer uso de lo que aprenda en este momento de crisis y su nuevo líder tendrá que demostrar de modo práctico ese conocimiento casi de un modo instintivo para integrar y hacer una síntesis de los distintos planos de lo que está ocurriendo. Sólo así podrá recrearse el espacio de un pensamiento y una acción política de izquierda que sean válidas y sólo así podrá mantenerse la lealtad de los votantes y atraer a la sociedad a una propuesta competitiva sobre el país. *