LUNES 24 DE JULIO DE 2000
* Historia del presente *
* Timothy Garton Ash *
Después de Solidaridad
Entre Barrio Sésamo y Twin Peaks, la televisión polaca muestra al presidente Walesa mientras lleva a cabo su primer nombramiento oficial de un general del Ejército. El nuevo general es... un obispo. Al lado de la plaza Pilsudski, antigua plaza de la Victoria, un guardia contempla con envidia el nuevo concesionario de Mercedes. El Palacio de Cultura, el símbolo más famoso de la dominación soviética, contiene ahora un gran centro comercial. Delante, un enorme cartel anuncia POLAMER, una agencia de viajes polaconorteamericana. La ironía es tan brutal que, en cierto modo, resulta apropiada: el kitsch vence al kitsch. En Nowy Swiat, la Regent Street de Varsovia, un agricultor ronca en su camión de hortalizas, a pocos metros de la recién inaugurada tienda de Christian Dior. En todas partes, sin excepción, tanto en el campo como en la ciudad, se ven carteles que anuncian una nueva hurtownia de esto o aquello. Hurtownia significa ''almacén mayorista", que paga menos impuestos, por lo que cualquier tiendecita que abre ahora adopta esa fórmula.
En este enloquecido almacén de venta al por mayor en el que se ha convertido Polonia, con sus coches alemanes y sus películas americanas, sus obispos generales y sus trapicheos, todas las certidumbres se han desvanecido, y todavía no hay otras nuevas que las sustituyan. Los escaparates están llenos, pero, a la mayoría de los polacos, la acostumbrada e infinita escasez de mercancías se ha visto sustituida por otra inmensa: la de dinero. Este es un país en plena convulsión, lleno de extremos y contradicciones, con casinos y colas de gente en el paro, una Iglesia triunfante y toneladas de pornografía, unos cuantos nuevos ricos y muchos pobres nuevos y viejos. Un país que cambia, pero Ƒen qué dirección? ƑHacia Occidente? ƑHacia el sur? ƑO quizás en varias direcciones a la vez?
En toda Varsovia se oye Radio Z, una nueva emisora que ofrece música pop entremezclada con anuncios y un poco de noticias. Al estilo americano. Entre la tienda de Christian Dior y el agricultor que ronca, una vieja escalera conduce al cuartel general del Partido X, una misteriosa organización política fundada por Stanislaw Tyminski, el candidato de origen peruano, canadiense y polaco que dio la sorpresa en las elecciones presidenciales del pasado otoño. La sede del Partido X en Varsovia es ųo parecía ser, el lunes 22 de abril de 1991ų una habitación en las oficinas de la Asociación Grunwald, un notorio grupo de nacionalismo extremista que en el pasado tenía estrechos vínculos, casi seguro, con las áreas más siniestras del aparato comunista. Cuando visité dicha estancia, vi en ella a varias mujeres mal vestidas y de rostro abotagado, además de un ordenador. Después de discutir un poco, una de las mujeres aceptó darme ųpensó que era un posible miembroų un ejemplar de la Carta X, destinada a los ''miembros y simpatizantes del Partido X".
En la primera página de boletín aparece una ''Declaración" cuyo comienzo resulta vagamente familiar. Traducida del polaco, dice: ''Cuando, en el curso de los acontecimientos humanos, se hace necesario que un pueblo disuelva los lazos políticos que lo unían [...]". Después de tres párrafos de la Declaración de Independencia, casi al pie de la letra, la Declaración del Partido X concluye con otro párrafo que viene a decir que ésa es la situación en la que se encuentra Polonia en este momento. En la página siguiente, un titular en correcto inglés hace referencia a Jeffrey Sachs, el profesor de Harvard que desempeñó un papel importante en la elaboración y difusión del Plan Balcerowicz para la transformación económica de Polonia, y clama: ''šSachs, vete a casa y no vuelvas!".
No voy a seguir examinando el programa ųo no programaų de este ridículo partido, pero sí me limitaré a recordar que su líder, Stan Tyminski, superó en la carrera electoral a Tadeusz Mazowiecki, el primer no comunista que llegó a primer ministro del país, veterano asesor de Solidaridad, respetado intelectual ųla ''fuerza de la calma", decían sus carteles electoralesų, y lo relegó al tercer puesto. Y todos los dirigentes de los principales partidos políticos con los que he hablado se toman muy en serio la amenaza, si no del Partido X, al menos sí de lo que Jacek Kuron llama ''el Fenómeno X". Todos están de acuerdo en que hay una parte importante de los electores tan descontentos y desorientados que pueden creerse esa basura.
Entre el Partido X y Radio Z, casi dan ganas de hablar del País Y. Un país lleno de cosas nuevas, imprevisibles y desconcertantes, incluso para los presuntos encargados de construir esta nueva Polonia. Las variables son mucho más numerosas que las constantes, lo desconocido que lo conocido.
La mujer del presidente, Danuta Walesa, asiste a la ceremonia de la firma para construir una nueva fábrica francopolaca de tubos de plástico, llamada Danuta en su honor. Según los folletos publicitarios, se va a erigir en ''un nuevo estilo postSolidaridad". ƑMe puede alguien decir qué es eso? Sobre la futura arquitectura de Polonia ocurre como con la fábrica de tubos, que sólo hay una cosa que se sepa con seguridad: va a ser de estilo postSolidaridad.
En la carretera a Varsovia, un cartel solitario anuncia Radio Solidarnosc. šQué larga y valiente fue la lucha de Solidaridad para tener acceso a los medios de comunicación! Y, sin embargo, ahora todo el mundo escucha Radio Z. La sección de Mazowsze del sindicato independiente y autónomo Solidaridad posee una hermosa sede en una de las calles principales de Varsovia. Pero la vida está en otra parte. A escala nacional, Solidaridad tiene un nuevo y joven presidente, Marian Krzaklewski, y dos millones de miembros. Pero la mayoría de las grandes figuras históricas del movimiento están ahora en otros lugares (el palacio presidencial, el Parlamento, diversos partidos políticos), y existe escasa solidaridad entre ellos.
De 1982 a 1989, el principal semanario clandestino, Tygodnik Masowsze, llevó en su cabecera las siguientes palabras ''Solidaridad no será dividido ni destruido. Lech Walesa". Es cierto. El general Jaruzelski no consiguió dividir ni destruir Solidaridad. Walesa, sí. Lo que él, más que ninguna otra persona, había mantenido unido durante toda la década de los ochenta, él mismo ųno solo, claro, pero sí más que ninguna otra personaų lo hizo pedazos al comenzar los noventa. En general, la liberación y la democracia lograron lo que no habían conseguido la dictadura ni la represión. ''No existe libertad sin Solidaridad", proclamaba la cabecera del primer diario de oposición auténticamente independiente de Polonia, Gazeta Wyborcza, un eco de los huelguistas de 1988, que habían colocado a Solidaridad en el camino hacia la legalidad mediante las negociaciones de la Mesa Redonda a principios de 1989. Cuando, posteriormente, Lech Walesa pidió a los responsables del periódico que eliminaran de la cabecera la palabra Solidaridad (impresa en las conocidas letras rojas que ahora son marca registrada del sindicato), alguien sugirió que dejaran el lema interrumpido: ''No existe libertad..." Pero habría sido más exacto decir: ''No existe Solidaridad en libertad". Y no se habría referido sólo a la Solidaridad con mayúsculas, ni exclusivamente a Polonia.
Por supuesto, la idealización retrospectiva y sentimental es un peligro. Incluso cuando contaba con la intensa presión unificadora de un enemigo común, Solidaridad estaba lleno de divisiones y conflictos internos. Las tensiones surgían sin cesar entre diferentes grupos, tendencias y regiones; entre campesinos, obreros e intelectuales; entre católicos conservadores, católicos progresistas, agnósticos y ateos; entre liberales de izquierda, liberales de derechas y antiliberales; y entre distintas personalidades individuales. Se puede decir que la conjunción de los esfuerzos de Walesa (voluntarios) y Jaruzelski (involuntarios) fue lo único que lo mantuvo unido. Jacek Kuron dijo una vez, en broma, que Walesa merecía otro premio Nobel de la Paz por sus esfuerzos para conciliar a las facciones rivales de Solidaridad.
También es una simplificación peligrosa sugerir que la sociedad de la que nació y en la que actuó Solidaridad ųcomo, en general, las sociedades europeas bajo regímenes comunistasų mostraba una solidaridad (con s minúscula) inexistente en Occidente. Desde luego, había formas de solidaridad inexistentes en los países occidentales; desde la mutua dependencia cotidiana de los consumidores en una economía de escasez, hasta el apoyo menos cotidiano a los más oprimidos y la emocionante unidad de la muchedumbre en un acto del papa. Pero también existían formas de falta de solidaridad poco corrientes en el Occidente contemporáneo: colaboracionismo, denuncias, sobornos como requisito indispensable de la asistencia médica.
Aun así, el caso es que en Polonia, durante los años ochenta, existió un fenómeno irrepetible llamado Solidaridad, y para muchos hombres y mujeres fue una extraordinaria experiencia, precisamente, de eso: solidaridad. Fue algo más que la mera camaradería de hombres y mujeres en guerra contra una ''potencia" extranjera. Sin embargo, parece que lo que queda hoy de aquello es todavía menos que lo que suele dejar la camaradería surgida en una guerra cuando ésta se acaba. Unos cuantos veteranos se pelean por los restos de la bandera, mientras el resto del país se lanza a la hurtownia, Radio Z e incluso el Partido X.
Solidaridad pertenece al pasado. Sin embargo, precisamente porque de pronto es pasado, tal vez podamos ver con más claridad qué fue exactamente. En este momento de ruptura radical e histórica, en el calor y el polvo de una transformación del sistema, el futuro inmediato es singularmente confuso, pero el pasado reciente empieza a verse con una claridad también singular; en ambos casos, porque disponemos de datos que no se suelen tener cuando ha pasado tan poco tiempo desde los acontecimientos, y sencillamente porque sabemos lo que no se suele conocer: el final de la historia.